La urgencia de la reforma educacional,
por Gonzalo Müller.
Esta semana la anunciada reforma educacional del Gobierno se vota en el Senado, luego de ser aprobada ampliamente en la Cámara de Diputados, es un momento decisivo donde los senadores deberán tomar conciencia de su rol e importancia en la aprobación final del proyecto.
Esta reforma educacional, desde que fue presentada por el Presidente de la República en cadena nacional, ha recorrido un largo camino de diálogo y consenso entre el Ejecutivo y diversos personeros de la Concertación vinculados a temas de educación. Allí, según palabras del ministro Lavín, se ha podido mejorar la iniciativa, acogiendo ciertas indicaciones presentadas por la oposición que complementaban el sentido original de la propuesta. Y es precisamente en torno a esta reforma —discutida, debatida y en gran parte concordada— que tanto Gobierno como oposición han invertido mucho de su capital político, apostando a demostrar que son capaces de sacarla adelante priorizando, con un sentido de urgencia, uno de los temas más sensibles para la ciudadanía.
Por ello, en este estado de avance, los discursos escuchados el pasado fin de semana en la Junta DC encendieron una luz de alerta respecto de qué liderazgos y criterios primarían frente a la votación en el Senado.
Por una parte, Jorge Pizarro llamaba a hacer sentir la mayoría de la Concertación y poner en duda la aprobación de la reforma, revelando que, más que hablar de educación, el parlamentario se refería a la posición política que debían tener la DC y la Concertación de enfrentar unidas y sin disidencia al Gobierno. Pero, por otro lado, Ignacio Walker, el propio presidente de ese partido, es quien ha liderado las conversaciones en torno a la reforma educacional por parte de la oposición, invirtiendo parte importante de su liderazgo en llegar a un acuerdo amplio en torno a estos cambios, bajo el entendido de que sería muy difícil de explicar el rechazo a una serie de medidas que en su generalidad apuntan en el sentido correcto de lo que la mayoría estima es una mejora sustancial en la calidad de nuestra enseñanza.
Es en esta encrucijada que la Concertación debe definir su posición en el Senado. Ya aprobó la reforma educacional en la Cámara con votos de la DC y el PPD, y debe elegir cuál de los liderazgos y caminos sigue: el de la oposición que busca y es capaz de llegar a acuerdos o el de la oposición que hace valer su mayoría y prioriza la necesidad de enfrentar unida al Gobierno, aun bajo el riego de dejar pasar la oportunidad de sintonizar con todos los ciudadanos y realizar mejoras y cambios en la educación.
Ninguno de los caminos que se le presentan a la oposición está libre de costos, pero mientras unos son internos, vinculados a su convivencia y cohesión, otros —quizás los más riesgosos— impactan directamente en su evaluación frente a la ciudadanía, donde las últimas encuestas demuestran una baja importante, llevándola a su mínimo histórico de aprobación, con sólo un 20%, y un rechazo que se empina en el 61%.
La tramitación de este proyecto hizo que el momento decisivo se produzca justo en esta semana de enero, cuando miles de jóvenes y sus familias ven cómo, una vez terminada su educación escolar y recibidos los resultados de la PSU, se reproduce la brecha en calidad y en oportunidades que genera nuestro actual sistema educativo. Son quizás ellos los que con mayor fuerza se dan cuenta de la urgencia de la reforma educacional.