Magallanes,
por Adolfo Ibañez.
El precio del gas ha provocado una explosión en Magallanes. Una vez más, medidas impopulares aplicadas a las regiones extremas del país generan airadas protestas, reuniones multitudinarias y banderas de países vecinos. Más allá de lo puntual, en estas manifestaciones aflora un malestar profundo que tiene sus raíces en una larga y profunda sensación de abandono por parte del gobierno central. Lo ocurrido ahora en Punta Arenas lo confirma.
Las respuestas de los políticos son conocidas: proponen medidas complementarias para disminuir la presión. En el caso de Arica se cometió el disparate de erigirla en una nueva región, como si aumentando la burocracia se avanzara algo. Hoy, el Gobierno anuncia importantes inversiones para el extremo sur, con lo que da a entender que ve el problema sólo como un asunto presupuestario.
El problema de fondo es la realidad del abandono. Y este se debe, en primer lugar, a que los gobiernos no ven al país y sus regiones, sino sólo buscan los votos. Y como en el extremo sur los hay en pequeña cantidad, la preocupación es casi nula. El proyecto de la Carretera Austral ha sido casi totalmente olvidado, cuando a estas alturas ya debería haber empalmado desde Puerto Montt hasta Magallanes. Tampoco en Tierra del Fuego el camino al canal Beagle se ha completado, lo que confirma la suposición sureña de que Chile termina en Puerto Montt.
Pero de mayor importancia es el poderío de la burocracia central, que continúa incrementando su potestad para disponer, ejecutar y juzgar, llegando a excesos aberrantes que desdibujan la separación constitucional de poderes y que también beneficia a la capital. Esta demasía esteriliza los planes paliativos para las regiones extremas. Hace casi sesenta años se le dio a Arica un estatuto especial por consideraciones geopolíticas. Veinte años después, también por geopolítica, se benefició a Iquique en su reemplazo y la prosperidad que mostraba Arica se derrumbó por ficticia.
Sólo la libertad para emprender en todos los ámbitos es el verdadero remedio. El exceso de regulaciones y trabas administrativas condena a los que están lejos del poder. Genera un desánimo que lleva a ver en cada acontecimiento una manifestación del azar infausto, y demuestra que el empeño personal ha sido reemplazado por el imperio del papeleo anónimo como única fuente de la existencia. De aquí que la sensación de abandono constituya el horizonte de aquellas regiones, explicando sus malestares.