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jueves, 9 de septiembre de 2010

El acuerdo nacional de Pinochet, por Gonzalo Rojas Sánchez.


El acuerdo nacional de Pinochet,

por Gonzalo Rojas Sánchez.

El verdadero acuerdo nacional se tomó el 11 de septiembre de 1980, justo 30 años atrás. Ese día, mediante la fórmula del plebiscito, el 67,04 por ciento de los electores le dio el "Sí" al proyecto constitucional del Presidente Pinochet; sólo el 30,19 por ciento, votó "No". (En el anterior plebiscito constitucional, en 1925, el texto propuesto había obtenido el 93 por ciento de los votos de aprobación, aunque ese porcentaje sólo correspondió al 42,18 por ciento de los inscritos, porque la gran mayoría se abstuvo de sufragar).


Seis meses después, el 11 de marzo de 1981, la Constitución entró en vigencia y rige hasta hoy, aunque con numerosas modificaciones.


De acuerdo con su texto, el Presidente Pinochet presentó en 1988 su candidatura en otro plebiscito, y al no obtener la aprobación (lo prefirió un importante pero minoritario 43 por ciento), aceptó una mayoría contraria.


A partir de ese dato, participó como el principal actor del acuerdo para reformar 54 disposiciones de la Constitución y llamó a votar "apruebo", opción que obtuvo el 85,78 por ciento de las preferencias el 30 de julio de 1989, en un nuevo plebiscito.


Según el articulado de la Constitución, convocó ese mismo año a las elecciones presidenciales y parlamentarias que le dieron el triunfo a uno de sus contradictores y a la coalición que enfrentaba al gobierno de las Fuerzas Armadas y de Orden, resolución popular que Pinochet respetó absolutamente.


Y, finalmente, con plena fidelidad a su palabra y a lo dispuesto en el texto vigente, entregó el poder en solemne ceremonia y se dedicó a cumplir sucesivamente las restantes tareas que la Constitución le señalaba.


Por supuesto, en ningún país civilizado y de cultura media haría falta recordarles datos tan básicos a los ciudadanos, pero ha sido tan poderosa la demolición izquierdista de la verdad histórica, que los jóvenes confunden con edificios en pie los abundantes escombros que aquella destrucción va dejando. Números importantes de quienes integran las nuevas generaciones creen que pueden habitar seguros esas falsas construcciones; pero no: caerán sobre ellos, como todo sutil engaño.


Porque la Historia es vengativa: arrasa con todos los que mienten y con los que les creen, dejándolos en la ignorancia, deshumanizándolos. Esa es su terrible venganza, por lo que más vale no contradecirla.


Hoy, a los jóvenes se les enseña que Pinochet quería perpetuarse en el poder. Falso: los calendarios y los procedimientos de la transición estaban perfectamente establecidos y los cumplió a cabalidad. Se los inocula con la idea de que a los militares se les arrebató, se les reimpuso la democracia. Falso: ellos la restauraron, paso a paso, y la pusieron -joven pero débil, obviamente- en manos de los legítimos ganadores de 1989.


Se les muestra una población casi unánimemente contraria al Presidente Pinochet. Falso: el Mandatario recibió el 67 por ciento y el 43 por ciento de apoyo en sucesivos plebiscitos, validados ambos por la oposición a su gobierno, en la medida en que sus miembros participaron abiertamente en esos actos.


Se lo presenta como aislado y solo. Falso: fue el gran articulador de los dos tercios que lo apoyaron en el plebiscito de 1980 y de los largos cuatro quintos que siguieron su recomendación en el de 1989.


Hasta ahora, en estos 30 años, no menos de unas 20 veces los más variados grupos -incluyendo a distinguidos aliancistas, por cierto- han intentado generar una asamblea constituyente para redactar una nueva Constitución. Nunca han logrado el acuerdo nacional para sacar adelante su propósito. A lo más que han llegado es a firmarla con otro nombre.


Antes, Pinochet buscó y consiguió ese acuerdo nacional. Es la Constitución de 1980, que cumple 30 años. Ahí está.


La Historia es vengativa: arrasa con todos los que mienten y con los que les creen.