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jueves, 9 de julio de 2009

La aprobación a la Presidenta,por Gonzalo Rojas.

La aprobación a la Presidenta,por Gonzalo Rojas.

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La Presidenta Bachelet obtiene 74 por ciento de aprobación en la última encuesta confiable.

Los analistas se preguntan de qué modo ha logrado esto, pero bastaría con que leyeran a Max Marambio para tener la respuesta correcta y completa: "Ella tiene su peak por tratar a este país como una familia", afirmó.

Efectivamente, la Presidenta se ha comportado en estos tres años en perfecta concordancia con las estructuras de autoridad que se aprecian visiblemente en la familia chilena.

¿Cuáles son esos criterios que marcan hoy la relación diaria entre padres e hijos en los multifacéticos hogares nacionales?

En primer lugar, la disolución de los roles. Como Lagos fue un Presidente que mediante gestos y actitudes intentó ser padre autoritario de todos los chilenos, Bachelet más bien -por ser mujer y por su historia personal- quiso ser amiga, confidente, consoladora y arrulladora. Para distanciarse de Lagos, no hacía falta reconocer sus graves desaciertos, sino solamente cambiar el estilo, disolver el rol, presentarse como tierna y cálida: parecer mamá, pero ser en realidad "amigui" y compinche.

Por ahí se partía, porque la disolución de los roles es una de las mejores características de la familia chilena actual: nada está definido, cada uno se mueve sin restricciones y por espacios indeterminados, toda fijación de tareas es considerada autoritaria. Por eso, tantos padres hablan, se visten y actúan como cabros chicos, y los adolescentes se mandan solos y hasta dan órdenes a sus mayores.

De ese presupuesto derivan todas las otras actitudes que la Presidenta cultivó en su mandato, en perfecta consonancia con los comportamientos que mayoritariamente se practican en los hogares de Chile.

El fomentar los caprichos. Hoy, todas las tincadas de los chilenos, tan adolescentes y obesos como los quinceañeros de nuestra patria, son auspiciadas o respaldadas desde la Presidencia. ¿Quiere píldora, mijita? Que así sea, aunque quizás mate a un semejante. ¿Lo seduce la beca, jovencito? Yo se la doy, aunque usted pueda esforzarse para estudiar.

El evitar los castigos. Ya se sabe (lo dicen psicólogos muy bien remunerados) que exigir y sancionar genera trancas, taras, traumas y tabús. Por eso, la lista de colaboradores de la Presidenta que recibieron peticiones de renuncia en estos 40 meses es mínima (han sido otros los que buscan sancionar a los corruptos e ineficientes); y todo díscolo, se llame subcontratista, profesor, deudor habitacional, gendarme o escolar, ha sido llamado al diálogo, y jamás ha pagado precio alguno por sus ofensas. Podría traumarse el pobre: hay que acogerlo.

El gastar para complacer. Donde ha habido un llanto, una queja, un berrinche, e incluso un grandioso error gubernativo como el Transantiago, ahí ha acudido la billetera presidencial para calmar la pataleta. Y de esta dispendiosa actitud se han beneficiado por igual los hijos pequeños y muy necesitados, así como los grandulones que deberían apretarse el cinturón. A todos se les ha dado generosa mesada, no porque necesariamente la requiriesen, sino por un estilo complaciente.

El estar poco y dejar hacer mucho. La Presidenta Bachelet -"chora" o "bacán", según qué generación la califique- entra y sale, entra y sale. Parece que está, pero en realidad tiene prendida la tele para entretener. Y ahí está ella misma, en la pantalla, desde algún rincón del planeta, saludando a sus niños con afecto.

En síntesis, la Presidenta ha logrado reproducir en su mandato la misma ecuación, tan misteriosa como perniciosa, que se da mayoritariamente en la familia chilena: padres ausentes y complacientes a la vez. Y ya se sabe cuál es el resultado: los adolescentes, felices, pero cada día más perdidos.