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miércoles, 15 de julio de 2009

Dos frasecitas mentirosas.


Dos frasecitas mentirosas,

por Gonzalo Rojas.

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En la vida pública se puede engañar de muchas maneras. Hay especialistas en ocultar la corrupción; otros lo son en el arte de manipular el contenido de una negociación; más allá están los que falsean las estadísticas o la historia.


Pero los más notables son los que se instalan en el interior de ciertas frasecitas ampulosas que ahora repiten una y otra vez, aunque un día tuvieron plena conciencia de que esas afirmaciones carecían de toda veracidad. Se acostumbraron a ciertos sofismas, a variados lugares comunes, a sutiles falacias, a expresiones a las que han llegado a venerar, de tanto repetirlas y manosearlas.Dos son las joyitas principales en el Chile de hoy. "Todos los temas deben ser debatidos", nos dicen desde la Concertación, aunque no falta el aliancista frívolo que acoge la afirmación y pretende también acurrucarse dentro de ella.


Pero inténtese un debate con un DC sobre la proposición "Frei Montalva fue el Kerensky chileno", y se comprobará que ese tema jamás será aceptado para una posible discusión. Propóngase a un marxista una confrontación sobre la afirmación "Salvador Allende, el peor Presidente de la historia", y por respuesta sólo se recibirá el consabido insulto "facho", sin posibilidad alguna de dialogar sobre el fracasado mandatario socialista.


Y eso no es todo: en la frasecita aquella se amparan también los pusilánimes que en temas conflictivos tienen posiciones concretas y claras, imperadas por sus conciencias, pero que no se atreven a defender en público. Al plantearse abiertos al diálogo, esperan que alguien sostenga la postura que ellos tienen y que desean mantener oculta. Quieren abrir el debate, no mojarse las patitas y que alguien distinto -¡Ufff, qué alivio!- deje en claro la posición que tienen, pero que creen que les resulta muy poco conveniente defender.


Por eso, cada vez que un candidato sostenga frente a un tema complicado que está abierto a la discusión, corresponde plantearle: bien, debatamos el punto, pero en esa discusión, ¿cuál es su postura? Sres. Frei Ruiz-Tagle y Piñera: ¿cuál es el lado de la mesa en que ustedes están respecto de la vida? ¿O simplemente quieren bailar arriba de esa mesa, mientras otros asumen con valentía la ingrata pero imprescindible tarea de cruzar espadas?


El problema es que entonces surge otro dispositivo verbal para consolidar el engaño. Seguramente se oirá un "Nadie tiene derecho a imponer su posición". La frasecita mentirosa se repetirá desde el autodenominado progresismo en cada oportunidad que sus divulgadores se enfrenten a una postura contraria firme y clara. Los "progres" reaccionan molestos frente a los argumentos de razón que van acompañados de convicción vital.


El engaño parte obviamente por asimilar proposición con imposición, pero ahora algunos reconocen que proponer es distinto de imponer, aunque niegan toda autoridad al que propone, excepto, por cierto, la que ellos tienen para descalificar al adversario.

En democracia, cada uno vale un voto, y así se expresa la igualdad básica. Pero en sociedad -mucho más que la pura forma de gobierno democrática, por cierto-, cada uno es una cabeza y un corazón. Y ahí los pesos y las categorías son distintos. ¿O no tiene un rector columnista más peso y categoría que sus alumnos? ¿O no tiene un Premio Nacional más peso y categoría que el grafitero de la esquina? ¿O no tiene el obispo doctorado más peso y categoría que la médico jovencita mareada por tres datos erróneos?


Si se niega el valor de esos pesos y de esas categorías, si se busca deslegitimar esas capacidades, se anula la civilización, se destruye lo que ha costado siglos elaborar, se vuelve a la barbarie.