El fracaso de Vidal.
Por Andrés Allamand Zavala, Senador de Renovación Nacional.
En un régimen presidencial, los ministros salen por dos razones: porque el o la Presidenta evalúa mal su desempeño o porque tiene visiones encontradas con el ministro respecto del manejo de la cartera a su cargo.
El resto es música.
Es cierto que la liturgia en estos casos está llena de eufemismos… que no engañan a nadie. A los ministros salientes se les permite “renunciar” (aunque todo el mundo sabe que los echaron) y a los que quieren (o deben) irse por diferencias con el Presidente, también se les permite una expresión lírica: dejar constancia que le han pedido al Primer Mandatario que “los libere de la pesada responsabilidad” que han cargado sobre sus hombros.
El agotamiento del estilo y la retórica del ministro Vidal era evidente. Su lenguaje virulento, sus expresiones odiosas y su falta de respeto hacia todo aquel que se cruzaba en su camino terminaron por agotar a la opinión pública. La vocería de Vidal era un pesado lastre para el propio Gobierno. A la hora del balance de su controvertida gestión, su empeño por perjudicar la opción presidencial de Sebastián Piñera aparece como su mayor derrota: todos sus esfuerzos y su obsesión por perjudicarlo fracasaron rotundamente. Los números no mienten: Piñera tiene al final de la gestión Vidal un respaldo más amplio y sólido que aquel que tenía el día que asumió el ahora ex vocero.
No hay duda de que el equipo comunicacional de La Moneda hará un enorme esfuerzo por demostrar lo contrario. Pero será como arar en el mar. Nadie creerá que a un ministro lo cambian por hacerlo bien.
La salida de Foxley es harina de otro costal. Sus diferencias con la Presidenta Bachelet eran cada vez más insalvables. Y si alguna duda podía subsistir, ella quedó despejada para siempre después del viaje presidencial a Cuba. El cambio de Foxley —cuya seriedad, competencia y prestigio personal nadie cuestiona— es muy inoportuno, ya que se produce justo en momentos cuando la situación vecinal con Perú y Bolivia es compleja. Nadie con un mínimo de sagacidad política podía dejar de advertir que el ex canciller venía siendo objeto de fuego cruzado por sectores peruanos que demuestran inexplicable hostilidad hacia Chile. Pues bien, tales sectores han visto en su salunfo de envergadura y ello sentará un muy mal precedente, ya que incentivará conductas similares en el futuro.
Hay un último aspecto a considerar: El ajuste ministerial de ayer ha terminado por pulverizar las promesas de la Presidenta Bachelet en cuanto a que en su gobierno “nadie se repetiría el plato” y habría “caras nuevas”.
Esa promesa electoral se la llevó el viento. Una vez más la ley de hierro del cuoteo político, que es marca registrada de la Concertación, se mantuvo a firme: ministro del PDC es reemplazado por un PDC; ministro del PPD es reemplazado por un PPD. Y no sólo eso: salvo Foxley, lo hayan hecho bien o mal, nadie se va para su casa. Los que salen de un ministerio saltan a embajadas…o a otro ministerio, los ex embajadores asumen secretarías de Estado y así suma y sigue. ¿Quién puede extrañarse, entonces, de que la ex ministra de Salud, cuya gestión fue un desastre, hoy vuelva a ser contratada en el sector público? ¿O que haya autoridades que en todos los años de gobierno de la Concertación no hayan dejado de estar un solo día en cargos públicos? ¿O que la mayoría de los parlamentarios de la Concertación que son derrotados en las elecciones tengan asegurado el aterrizaje en el Estado?
El resultado neto para el Gobierno es claro: se va uno de los ministros que lo hacían mejor y se queda uno de los que lo hacían peor.
NOTA DE LA REDACCIÓN:
Hemos reemplazado el comentario de nuestro Director, Mario Montes, por la reproducción de este comentario del Senador Allamand, publicado por Diario La Segunda, por considerar que es una perfecta radiografía del actuar de los actuales ocupantes de La Moneda, en el que combinan la incapacidad, la ineptitud y la improvisación.