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martes, 26 de octubre de 2010

Inhumanidad, por Adolfo Ibáñez.


Inhumanidad,

por Adolfo Ibáñez.



El Presidente Piñera anunció que no se seguirán aceptando las condiciones de inhumanidad que habrían prevalecido en la explotación de la mina San José. Ellas habrían causado la catástrofe que tan buen final tuvo merced a la diligente eficiencia del Gobierno y de su ministro de Minería. Dada nuestra realidad como país, es preciso ser cauto y evitar estas declaraciones cuando se trata de este sector de la economía.


Saquemos cuentas. Los pirquineros son contumaces y laboran desconociendo seguridades y prevenciones. Con herramientas rudimentarias y carretillas pueden extraer semanalmente 300 kilos de fino. Multiplicado por ocho dólares cada uno, obtienen un millón 200 mil pesos a la semana. Descontemos algunos gastos. ¿Cree el Presidente que hay condiciones inhumanas que detengan a la gente frente a estas expectativas? Paralizar la mina San José, cuyo potencial es conocido por todos, es exponerla a su desguace sistemático por parte de este tipo de laboreo.


Acto segundo. ¿Por qué funciona la pequeña minería en condiciones tan inhumanas? Porque a través de las décadas la Enami ha sentido que su misión propia es ser "el padre y la madre de los mineros" contra viento y marea. De aquí que acepte renegociar eternamente los créditos con los empresarios, con tal de evitar que desaparezca alguna faena. La Sonami aplaude en silencio esta política y las autoridades regionales siempre la aprueban, porque es el camino fácil para evitar la cesantía.


Nadie pregunta por la seguridad ni por las innovaciones tecnológicas: son asuntos caros que complican la vida y, por lo mismo, arriesgan la continuidad de las faenas. Los trabajadores aceptan el costo de estos riesgos recibiendo los salarios que se les pagan; si estos últimos son considerados bajos a pesar de su alto monto relativo, el problema radica en el nivel de ingresos del país y en la falta de mayores oportunidades. La conclusión es obvia: la pequeña minería chilena ha vivido por décadas en un congelamiento empresarial, tecnológico y laboral porque tiene asegurada su subsistencia, sin importar la competencia ni los precios internacionales.


Frente a estas realidades, hablar de condiciones inhumanas es inadecuado. Hay que plantear la subsistencia de la Enami, o redefinirla separando sus múltiples negocios para desligarlos del dinero fácil de los impuestos. Objetivos y responsabilidades claros en organismos del Estado constituyen una mejor prevención para evitar accidentes desgraciados como el de San José.