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sábado, 2 de octubre de 2010

El despilfarro fue del tamaño del terremoto. Por Sergio Melnick.




El despilfarro fue del tamaño del terremoto,

por Sergio Melnick.


A raíz del presupuesto 2011, el ministro Larraín, tratando de empezar a ordenar el exceso y mala calidad del gasto público heredados de Velasco, ha señalado que se terminó el tiempo del despilfarro. Eso causó airadas respuestas de algunos parlamentarios de oposición. Pero la pregunta relevante es si hubo o no tal despilfarro en los gobiernos de la Concertación. La respuesta es sí y con ganas.


La práctica política concertacionista fue siempre apuntar al aumento del gasto como eje de sus políticas, y no a los resultados que se esperaban de tales gastos. Nunca hubo accountability, la verdadera clave para estimar la calidad del gasto. Así, éste aumentó radicalmente en educación, salud, burocracia, antidelincuencia y otros, pero con resultados que generosamente podríamos llamar apenas magros.

Ahora, con respecto al despilfarro, hay muchos ejemplos que recordar, partiendo por los simbólicos $ 40 millones al mes en flores para La Moneda (80 mediaguas/mes), o la flota de autos innecesarios que se remataron. Eso, hasta el límite de llegar a perder la friolera de US$ 1.000 millones en Enap en 2008, sin que siquiera cambiaran al directorio. ¡Para qué hablamos del despilfarro del Transantiago, que llega a varios miles de millones de dólares, y seguirán muchos más! De igual manera, podemos mencionar programas como Comuna Segura, cerrados por inútiles. O quizás las enormes cantidades de recursos despilfarrados en cárceles mal licitadas. O en el formidable edificio del Poder Judicial, que no se puede usar. Ahí están también los suplementos abultados de contratos de obras públicas, nunca demasiado claros.


¡Para qué hablamos del despilfarro en el manejo de Chiledeportes, o las platas de la intendencia de la V Región, o las del empleo desviadas a campañas políticas!


Ya nadie se acuerda de que la Presidencia tiene tres aviones. Uno de ellos, de más de US$ 30 millones, fue simplemente mal comprado: muy luego se dieron cuenta de que no servía a sus propósitos. ¿Usted cree que se vendió? No, simplemente se compró otro, ahora de US$ 60 millones.


Los escándalos de la Cenabast, en esta escala, llegan a ser menores. Y para qué nos vamos a acordar del gastadero de EFE, donde se despilfarraron varios miles de millones de dólares, y la pérdida anual que sigue de arrastre, amén de una deuda que no puede pagar. Podemos agregar las casas chubi, las vacas arriba de los edificios y tantas otras cosas .


Es necesario destacar los cientos de personas innecesarias que trabajaban en La Moneda, o los miles de miles de empleados públicos que eran parte del clientelismo, amén de las centenas de operadores políticos. Las platas sociales se quedaban en el camino, en la burocracia. Los recientes ajustes del Ministerio de Educación fueron elocuentes como ejemplo.


Lo que estamos viviendo con el tema mapuche es quizás otra manifestación. Los manejos de la Conadi fueron oscuros y quizás en el límite de la corrupción, y claramente sin resultados. Para qué recordar los episodios del MOP-GATE. A propósito, ¿se acuerdan de la carretera que terminaba abruptamente y no se pudo usar por años? Eso es otra forma de despilfarro. También está el manejo de recursos políticos en entidades públicas, como en la agricultura. Nadie se acuerda de los problemas del Sename, donde se gastó con pocos resultados. Todo eso es despilfarro, como también se nos olvida el reciente tema del Estadio Nacional y las platas del bicentenario. No es difícil tampoco ver que en las becas hubo otros tantos despilfarros, desorden y pésima gestión, y la lista es simplemente interminable.


Ahora está quedando en evidencia que muchos de los programas sociales no eran evaluados en sus resultados, y que por ende también hubo mucho despilfarro. El ministro Kast ha sido elocuente.


Haciendo raya para la suma, el gobierno de Bachelet entrega el país con más pobreza que con la que asumió, y eso no se explica sólo por la crisis del último año, que sin duda aportó algo, porque ocurrió junto a una sistemática caída de la productividad en los últimos 4 años, que hipoteca el futuro.


Entonces, si se consideran todos los despilfarros por ahora conocidos de la Concertación, no es difícil concluir que suman más que el costo directo del terremoto. Hubo simplemente por mala gestión y ciertamente un buen componente de corrupción, cuyo índice de percepción también subió año tras año durante el último gobierno. El ministro Larraín, con sus dichos, sí tiene razón.