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miércoles, 27 de octubre de 2010

El teatro del absurdo, por María Cecilia Cifuentes.


El teatro del absurdo,

por María Cecilia Cifuentes.


En el debate sobre el presupuesto 2011 se vive el mundo al revés: el gobierno trata de gastar menos y la oposición cuestiona cualquier recorte.

LA DISCUSION de las primeras partidas del presupuesto 2011 deja una impresión curiosa, ya que el principal argumento de la oposición para rechazar los planteamientos del Gobierno es normalmente que el gasto "crece poco". De esta forma, se objeta abiertamente que por el término de algunos programas, que tenían desde el principio un plazo definido o estén definitivamente mal evaluados, "queden trabajadores cesantes", a pesar de que es evidente que cuando alguien es contratado por un tema específico, una vez finalizado el tema, el trabajo llega a su término. Pareciera ser que lo único que importa para hacer un buen gobierno es el tamaño del gasto, más que el destino. Así, mientras más crece el gasto de un ministerio o un programa, más fácil es aprobar su presupuesto, contrario a lo que se observa normalmente en la discusión presupuestaria de una organización, con o sin fines de lucro, en que el objetivo central es lograr objetivos con el mínimo presupuesto posible. Es el mundo al revés: el gobierno tratando de gastar menos y la oposición cuestionando cualquier recorte. Esto, a pesar de que los parlamentarios deberían tener claro que en el contexto actual de la economía mundial cualquier gasto extra es financiando finalmente por los exportadores y sustituidores de importaciones, a través de un tipo de cambio más bajo. Los parlamentarios de las zonas agrícolas deberían ser los más preocupados de los niveles de gasto fiscal, si realmente estuvieran preocupados del futuro productivo de sus zonas.



Si consideramos que entre 2006 y 2010 el gasto público acumuló un crecimiento de 55% real, es evidente que lo que corresponde ahora es hacer más eficiente ese enorme crecimiento del presupuesto público, lo que va a significar, a veces, reducciones de personal. El país tiene un problema serio de productividad de factores. Ese problema no puede solucionarse si los factores no se asignan a los sectores donde son más productivos. Si se mantienen programas ineficientes, los trabajadores involucrados en ellos no están maximizando su productividad y es en bien de la sociedad que deben destinarse a otra función. El rol del Estado no es ayudar a los trabajadores por la vía de mantener empleos ineficientes, sino permitir e incentivar la capacitación de esos trabajadores. Hacer más eficiente el gasto público pasa necesariamente por readecuaciones de empleados públicos. Si el Estatuto Administrativo no lo permite, se debe modificar ese estatuto.



En la actualidad, cuando la competitividad del sector transable se está viendo seriamente amenazada por la caída del tipo de cambio real, el enfoque correcto de la discusión presupuestaria debería ser tratar de gastar lo menos posible para lograr el máximo de objetivos. En el largo plazo, la política fiscal, y no la monetaria, es la principal herramienta de la competitividad externa. Esto, por dos vías; un nivel de gasto moderado que no presione el tipo de cambio real a la baja, y una focalización del gasto hacia proyectos y programas que aumenten la productividad de los factores. Estos dos criterios deberían estar en el centro de la aprobación o rechazo del presupuesto público y, en la práctica, se ven bastante ausentes.



María Cecilia Cifuentes, Investigadora del Programa Económico de Libertad y Desarrollo.

Tomado de Diario La Tercera.