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viernes, 8 de octubre de 2010

El tango de la irresponsabilidad, por Roberto Ampuero.


El tango de la irresponsabilidad,

por Roberto Ampuero.

Nos dolió el bofetón que nos propinó el gobierno de Argentina al otorgar asilo a, desconocer nuestro Estado de Derecho y ridiculizar a un senador de la República. Nos dolió porque somos un país serio en su institucionalidad y manejo de relaciones exteriores, algo escaso en la región. La postura de la Casa Rosada es un balde de agua fría para quienes creen en el discurso “fraternal” y “latinoamericanista”, y obliga a actuar con realismo, es decir, a buscar la integración vecinal, pero apoyados en una respetable fuerza de disuasión. Éste es un continente donde la irresponsabilidad política es un Leitmotiv.



Lo acaecido puede entenderse también en el marco de la ingenuidad chilena frente a la región. Aún no nos convencemos de que aquí todo es posible y mucho funciona bajo cuerda a pesar de que al mismo tiempo te palmotean la espalda. Nuestros análisis refuerzan lo que afirmo: muchos ubican los motivos de la señora K en aspectos secundarios: una supuesta falta de respeto hacia Chile, la ideologización de la Mandataria, una prepotencia heredada por los vecinos de su pasado dorado.



Sin embargo, la pregunta que sigue pendiente, y a la cual el gobierno argentino debe responder al menos frente a su población, es una sola: ¿Por qué hoy le es más importante la protección de Apablaza que las relaciones con Chile? Lo dramático es que ante esa pregunta cabe sólo una respuesta pública posible: afirmar que en Chile, país que exige la cláusula democrática para Unasur, no hay Estado de Derecho. Ni siquiera el argumento de las próximas elecciones trasandinas puede justificar a la señora K, pues la mayoría de los argentinos no lo comparte.



Entenderíamos mejor a la Mandataria si traigo a colación una cena que tuvo hace años con Fidel Castro, en La Habana, Juan Pablo Moreno, sobrino del senador Jaime Guzmán, asesinado por el Frente Manuel Rodríguez, que integró Apablaza. Frente a otros chilenos, Moreno le solicitó al dictador permitir que los asesinos de su familiar, presumiblemente en la isla, fuesen entregados al Chile democrático para ser juzgados. Castro le respondió: “Yo no entrego a mi gente”.



Estamos hoy ante redes de protección internacionales semejantes. Por eso buscaremos en vano la lógica. Ciertos mandatarios —lo sabemos por experiencia propia— no entregan a “su” gente. Ésta se halla por sobre la ley y goza de impunidad porque ha sido fiel y sabe mucho de sus protectores. Indicios sugieren que Apablaza tiene lazos históricos con el kirchnerismo e identifica las redes internacionales de protección como para ser extraditado. Castro fue más sincero con Moreno que la Mandataria argentina con el Presidente chileno.



Pero hay otro asunto inquietante detrás de esto: la incapacidad del Chile democrático para proyectar su imagen internacional. Afuera estamos subvalorados. Desde afuera, muchos reconocen nuestro avance económico, pero aún nos ven bajo los efectos de la dictadura y por eso resulta fácil sembrar dudas en torno a esta democracia, como si ella no fuese hoy una de las más sólidas del continente y la con el menor índice de corrupción de la región.



Y algo más: en este período tenso con la Casa Rosada es conveniente celebrar el inmenso y exquisito aporte de los argentinos a la cultura nuestra y mundial, destacar nuestra admiración por su gran país y sus logros, y subrayar nuestro interés por estrechar lazos. Por fortuna, para bailar el tango de la irresponsabilidad hacen falta dos. Y la señora K no encontrará comparsa en La Moneda.