Lavín está obligado a hacerlo muy bien, es su última oportunidad. Talento le sobra. Pero cuatro años es poco y la mediocridad en el sistema es mucha. Aquí van seis claves para su éxito.
Primero, desde un punto de vista doctrinal, debe convencer al país que el compromiso del Estado es con la educación per se, con el alumno, no si esta es pública o privada, o con instituciones específicas.
Lo segundo, es entender que los grandes cambios en educación parten por arriba, no por abajo, es decir en la educación superior, donde llora una gran reforma. Si se mueve la meta, se mueve automáticamente todo lo de abajo. Ahí las claves son simples, aunque no triviales: necesitamos más universidades e institutos técnicos, yo diría unas 20 universidades y 50 institutos más. Aquí se juega su primer conflicto de interés, ya que las universidades existentes obviamente no quieren más competencia. Van muchos años en que no aparecen nuevas universidades, porque la concertación dirigista en educación, quería menos. Gran error. También necesitamos mucha, pero mucha más investigación, y definitivamente cambiar la lógica actual de que el primer grado universitario sea profesional, en vez de académico. Estamos obligando a los niños a especializarse a los 15 años, lo que es casi equivalente a mutilarlos intelectualmente. Con una lógica ampliada de ”college”, además cambia el sistema de admisión que está demasiado mal diseñado. Así podríamos llegar a tener un millón y medio de estudiantes universitarios en 5 a 8 años. Ese sería un gran triunfo nacional, ya que eso genera no sólo enorme desarrollo por la vía del capital humano, sino que es una escalera social magnífica. Sería ideal que Lavín facilitara la llegada de grandes universidades mundiales. En 4 años demás se puede reabrir el bloqueo estatal a las nuevas universidades, y podríamos tener unas 6 o 7 iniciándose.
El tercer punto son los 50 liceos de excelencia que propuso Piñera. En eso Lavín se va a lucir porque es un hacedor nato. Pero, para que resulte, debe hacerlo fuera del horror del estatuto docente, y debe poder pagar de manera excelente a los directores, que es la gran clave. Chile 2020 ha propuesto una escuela de directores de excelencia, que Lavín debe financiar de inmediato. Las 50 escuelas no pueden ser municipales, ni deben ser centralizadas, y por ello quizás requiera alguna nueva legislación. Si se va por el camino de hacerlas directamente por el ministerio, se va a empantanar hasta morir.
El cuarto punto, es negociar de inmediato la famosa deuda histórica, a una cifra razonable, yo estimo de unos U$250 millones, pagadero en 4 o 5 años. Esa negociación, debe ir acompañada con la jubilación de 30.000 de los profesores más mediocres, con jubilaciones dignas. Con esto Lavín entraría con el pie derecho, y los profesores estarían receptivos al cambio.
El quinto punto, el más difícil, es re-hacer casi de cero el ministerio de educación, que se ha transformado en un monstruo de mil cabezas. Abunda la paja más que el trigo, y todo se obstruye.
El sexto punto es la innovación. No puede hacer sólo más de lo mismo. La pista ahí va por la bercha digital, que es un serio impedimento a nuestro desarrollo. Esto es especialmente relevante frente al advenimiento de la web 2.0, que será el equivalente a una mente tecnológica colectiva. Todo esto tiene que ver con la gestión del conocimiento, no su acumulación. Hay que abandonar la idea, hoy absurda, de los contenidos mínimos y tantas otras antiguas ideas, todas apernadas en la LGE más otros serios errores heredados de Lagos y Bachelet. El mundo se mueve hoy a la velocidad de internet no del libro. Estamos a segundos históricos de que los libros estén todos digitados y sean parte de una “nube computacional” en la web, y se transformen de hecho en un solo gran libro digital interactivo, como ha señalado K. Kelly, editor de Wire.
En esa dirección, Lavín debe de inmediato construir un colegio virtual aun más excelente que los 50, y hacerlo accesible a todo el país, como soporte, especialmente a todas las escuelas más débiles. Para eso, además del colegio propiamente tal, sólo necesita la banda ancha, un computador y un proyector en cada una de las salas de clase, lo que es perfectamente financiable para Chile hoy. Ese meta-liceo, realmente público, puede cambiar la historia educacional.
El fin último de la educación es la autodidaxia, y eso no debe olvidarse. El gran desafío del siglo 21 es la “sociedad educante”, que va mucho más allá que los colegios y universidades, como fue hasta el siglo 20. Estamos en una realidad en que los niños les enseñan cosas a sus padres, lo que es una paradoja. La educación dejó ya de ser patrimonio de los profesores. Hoy existe lo que se llama reciprocidad dinámica: todos aprenden de todos, en potencia. Eso pasa por la tecnología, los medios de comunicación e internet, las empresas, y todas las instituciones. Lavín tiene la palabra, y creo que lo hará muy bien.