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viernes, 12 de febrero de 2010

La selección de Piñera, por Leonidas Montes.


La selección de Piñera, por Leonidas Montes.

El lugar elegido transpiraba toda una carga histórica. Finalmente el calor y el nerviosismo dieron paso a una ceremonia plena de significados. La presentación de cada ministro fue breve y precisa. Pero también contundente. Uno a uno desfilaron para recibir el abrazo del Presidente, quien les colgaba un pen drive y les entregaba la Constitución y la carpeta Tantauco. Durante el desfile de ministros se respiraba excelencia académica (13 con postgrados, 6 con PhD y tres decanos), cierta diversidad, presencia de regiones, innegable mérito, exitosa experiencia en el mundo privado, juventud y, sobre todo, muchas ganas. No hubo ministros sacados del Congreso. Y el promedio de edad, tal como había prometido Piñera, fue menos de 50 años. La sonrisa plena y radiante del futuro ministro secretario general de la Presidencia lo decía todo.

La sorpresa política fue la designación del ministro Ravinet. Chile necesita este tipo de gestos. Pero inmediatamente fuimos testigos de la reacción destemplada del presidente (s) de la DC, Renán Fuentealba. Rayando en el insulto, calificó su gesto como un “pésimo ejemplo para la juventud... por un mendrugo de pan cambia”. Después de escucharlo uno queda con la sensación de que, pese a todo, algunos aún no perciben lo que quiere la ciudadanía. El presidente de la DC, Juan Carlos Latorre, no fue tan lejos: Ravinet sería sólo una “oveja negra” cuya decisión le pareció “un poquito vergonzosa”. Fue virtualmente obligado a renunciar al partido en el que militó por casi 50 años. La mayoría de los ciudadanos valora la actitud de Ravinet. Y el odioso sectarismo partidario está en retirada.

La verdad es que ha sido un gran acierto político hablar del retorno a la democracia de los acuerdos. Cristián Larroulet ya había adelantado que el gobierno de Piñera sería como el de Aylwin. No en vano el Presidente Piñera hizo suyas las palabras del ex mandatario: “No partimos de cero, pero queda mucho camino por recorrer”. Ante todo esto, algunos sectores de la futura oposición permanecen descolocados, mordiéndose los labios en las trincheras. Como el Congreso y los partidos tienen mucho que recuperar en términos de prestigio, negar la sal y el agua parece imposible. Y oponerse sin fundamentos serios a futuras iniciativas sólo agudizaría el rechazo ciudadano. Esta realidad representa un auspicioso comienzo para el nuevo gobierno.

Como el éxito ajeno a algunos les parece intolerable, surgirán diversas críticas. Pero lo cierto es que debemos agradecer y celebrar a los miembros del gabinete, que han dejado atrás una exitosa carrera profesional para jugárselas por esta nueva transición. Sobre los hombros de Piñera hay 22 casos notables. Hinzpeter, el cerebro detrás de la campaña, tenía una promisoria carrera de abogado. Pero su lealtad e inteligencia lo llevaron a asumir como ministro de Interior. Cristián Larroulet, el Boeninger de la Coalición por el Cambio, ha trabajado de manera silenciosa durante toda su vida por Chile. Nadie conoce mejor nuestro contexto legislativo y sus actores. Alfredo Moreno pudo seguir cómodamente en algunos directorios, pero decidió aceptar una gran responsabilidad. Algo similar ocurre con Laurence Golborne o la dupla dorada de nuestros insignes economistas, Felipe Larraín y Juan Andrés Fontaine. Ena von Baer, con sólo 35 años, es una profesional que combina inteligencia y fortaleza. Y si no fue la senadora más joven, ahora tiene una gran oportunidad. Felipe Bulnes, uno de los mejores abogados del país, dejó su exitosa carrera profesional para asumir en Justicia. Felipe Kast, el benjamín del gabinete, es un destacado economista que pudo emprender una exitosa carrera académica donde hubiera querido. Pero fue llamado a seguir el inolvidable ejemplo de su padre. Y así podemos seguir con todos los que dejaron algo importante y decidieron jugar por Chile.

Para nuestra equilibrada selección nacional, con el simbólico pen drive al cuello, el mensaje del DT fue claro: no hay un minuto que perder y mucho que hacer. Al ritmo de Piñera, será un partido movido.