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martes, 16 de febrero de 2010

Autopistas, por Adolfo Ibáñez.

Autopistas, por Adolfo Ibáñez.

El país se retrata en la autopista vertebral que une Puerto Montt con La Serena. Fue construida hace 10 años para que nuestra infraestructura se adecuara a la competencia internacional y disminuyera las distancias entre las principales regiones. Hoy se la ve tempranamente decrépita, completamente sobrepasada por el tráfico que la recorre y carente de todas las normas de seguridad que se esperaban de ella para cumplir cabalmente con su cometido. Incluso, en muchas partes ni siquiera supera al camino anterior, el mismo que se buscaba cambiar para bien de la nación. Su estado actual revela la premura y liviandad con que fue concebida y los favoritismos que acompañaron su construcción, para lo cual se creó una enorme y carísima repartición llamada Coordinadora de Concesiones.

Esto no es todo. Luego de amplio y publicitado debate, se instauró el pacto ciudadano por el cual se establecieron los peajes a cambio de una velocidad máxima de 120 km/h, considerada entonces como lo adecuado para que cumpliera con el estatus que se le exigía. Actualmente, transitar por ella es meterse en un laberinto sin fin a causa de la intromisión indebida de numerosos funcionarios públicos anónimos, que la han llenado de restricciones y de indicaciones insólitas, imbéciles y hasta criminales por las distracciones que generan.

Las interferencias han llegado a tal extremo, que a ratos es imposible saber a qué velocidad se debe conducir. La colusión de alcaldes, carabineros, jueces y funcionarios de Obras Públicas ha festinado el pacto ciudadano mencionado con grave detrimento para los usuarios, tanto por las multas que imponen como por el desprecio que manifiestan del derecho que todos tenemos a circular con expedición por ella, ya que para eso fue construida, y pagamos los peajes además de todos los otros impuestos.

Pasa lo mismo con el país, lleno de restricciones. Ellas matan las oportunidades para imprimirle la alta y segura velocidad que podemos lograr. Al revés, debemos contentarnos con un paisucho de tercera, cortado a la medida del ejército de funcionarios pequeños y anónimos, que se han apoderado de nuestro destino para ponernos a tono con su menguada estatura.

El nuevo gobierno debe poner especial atención frente a esta grave anomalía que puede truncar los mejores objetivos. No se requieren grandes leyes ni declaraciones rimbombantes, sino decisión y sagacidad para penetrar en el laberinto de estos funcionarios, de modo de abrir paso al dinamismo de que somos capaces.


Nota de la Redacción:

Desde el momento que aceptamos impávidamente que nos expropiaran los caminos, las troncales, las avenidas los puertos y los aeropuertos, que habíamos pagado con nuestros impuestos, aceptamos que los burócratas y las concesionarias se transformaran en dueños del país, asunto que solo se logró gracias a Gobiernos socialistas que nos han llevado a un capitalismo incontrolado.


Por decir lo menos nos parece curioso que los privatizadores a ultranza ahora se presenten como Estatistas por oportunismo, pues, creemos que la economía, que es uno de los factores importantes para nuestro desarrollo no es un juego y que se debe mantener políticas de largo plazo, pero siempre con los ojos puestos en no desmejorar la situación de un pueblo al que estresan innecesariamente.

La exacerbación del capitalismo que busca el socialismo tiene por objetivo provocar la crisis del sistema para, por ese camino, presentarse ellos como única alternativa al sistema imperante, manejado por ellos y enriqueciéndose con ello, en desmedro de la ciudadanía a la que han esquilmado con impuestos abusivos que solo han llevado e dar mayor poder al monstruo de 7 cabezas que es el Estado.


(Articulo central de Adorfo Ibañez tomado de Diario El Mercurio por considerar que este es uno de los temas importantes que nos está siendo escamoteado por el brutal contubernio formado por los Gobiernos de la concertación y medios de difución que les han sido absolutamente obsecuentes.)