Popularidad no es sinónimo de buen gobierno,
por Sergio Melnick.
Así lo he sostenido en relación a los pobres resultados del gobierno Bachelet, y así lo sostengo con relación a la situación actual del gobierno. La popularidad del gobierno baja a su récord y la desaprobación a su peak, superando a la aprobación. Pero qué significa esto realmente, esa es la clave.
Es curioso, al decir lo menos, si miramos las cosas más objetivas: un terremoto que cambia el escenario y en el que se reacciona de manera ejemplar. Aun están las imágenes vivas del gobierno anterior des-concertado en la Onemi mascando chicle y preguntando dónde está el piloto. La habilitación de colegios, camas de hospital, y conectividad fue impresionante. Más de 100 mil subsidios fueron entregados en menos de 10 meses. Igual, en marzo se dio el bono, se hizo una reforma tributaria para la reconstrucción, se hizo la rebaja de impuesto de timbres y estampillas de manera permanente. Fue un gran éxito la aprobación del royalty.
Más notable aun fueron los resultados económicos. La economía creció de modo vigoroso y se generaron 400.000 empleos, cifra récord en nuestra historia. Es ley el incentivo al precontrato y la capacitación, y avanza el proyecto que permite el trabajo a distancia.
Se realizó de manera muy exitosa la celebración republicana y unitaria del Bicentenario. El rescate minero fue simplemente increíble con una proyección mundial inédita para nuestro país. Si lo anterior no fuese suficiente, se logró una reforma educacional consensuada con la oposición. También se lograron por primera vez en muchos años mejoras significativas en el tema de seguridad y delincuencia. De hecho, según cifras de Paz Ciudadana, los delitos por robo y el temor alcanzaron su índice más bajo de la última década.
Pero hay aun más. Se aumentaron las plantas de Carabineros y la PDI y se analiza en el Congreso la creación del registro de prófugos y del brazalete electrónico. Todo esto ocurrió en conjunto con decenas de viajes al exterior y en Chile. También de manera inédita se hicieron informes públicos de gestión de cada ministro. Y se avanzó en la portabilidad numérica, y el proyecto que crea los Tribunales Ambientales, con una eficacia de agenda legislativa que supera los últimos cuatro gobiernos.
Todo lo anterior es objetivo, medible, concreto. ¿Entonces, por qué cae la popularidad? Simplemente por la forma, no por el contenido. Exactamente lo opuesto a Bachelet: pura forma, poco contenido.
Piñera falla en sólo dos atributos en la encuesta Adimark: credibilidad, y confianza. El Presidente retruca y solicita que se le mida por los resultados, que es su fortaleza, y que son los datos. Pero nuestra cultura desprecia los datos y nos movemos con puras opiniones y emociones. Sin embargo, mayoritariamente la gente cree que cuenta con capacidad de enfrentar las crisis, que es energético y activo, que cuenta con autoridad, liderazgo, respeto. En suma, los datos no son coherentes con las opiniones. Es la discrepancia entre el contenido y la forma. A la forma por cierto des-ayuda el tema del fútbol, Magallanes y el helicóptero. Pero los logros están ahí y todos los pueden medir.
Entonces la pregunta es, ¿si tuviésemos que elegir, entendiendo que ambos son ideales, preferimos más contenido o más forma? Yo prefiero contenido, logros, resultados concretos que pura parafernalia. Prefiero buen gobierno y poca popularidad a la Piñera, que mal gobierno y mucha popularidad a lo Bachelet.
No hay comentarios:
Publicar un comentario