Conversaciones con un chofer del Transantiago,
por Felipe Cubillos.
La Teletón es de esas instituciones de la cual todos los chilenos sentimos un profundo orgullo, no sólo por lo que hace sino sobre todo por cómo lo hace. Y quizás lo más lindo, lo hace con el aporte generoso de millones de chilenos. En la última Teletón se recaudaron del orden de los US$ 38 millones.
Por otra parte, leo que las pérdidas del Transantiago en el año 2010 son de US$ 700 millones y que en los últimos tres años se han perdido más de US$ 1.400 millones. O sea, para decirlo en términos simples, nos estamos perdiendo 1,5 Teletón al mes con la “genialidad” del Transantiago!!!!!!!!!!
Y como soy de esos chilenos que no me gusta que los gobiernos boten nuestra plata, sobre todo con las enormes necesidades sociales que tenemos, trato de entender el problema. Decidí ir a conversar con los choferes del Transantiago para que me contaran cómo ellos veían la situación.
Los expertos criticarán mi modelo ya que seguramente no cumple con la rigurosidad técnica ni estadística que exige un tema tan trascendente; pero debo confesarles que cada vez que me ha ido bien en algo es cuando le pregunto a la gente.
Era viernes, estaba oscureciendo y estaba en la esquina de Tobalaba con Providencia y me iba a subir a cualquier bus que pasara, daba lo mismo; el primero que pasó era un bus oruga de la línea 503; pago mi pasaje y me siento en la mitad del bus. Iba prácticamente vacío. Cuando ya subía por Colón hacia Vital Apoquindo me llama la atención que van 4, sí 4 buses iguales en un espacio de dos cuadras. Ahí decidí acercarme a conversar con el chofer, perdón hoy se llaman operadores (esa cultura tan chilena que todavía cree que por el solo hecho de cambiar el nombre de las cosas ellas van a cambiar).
Juan es un chofer del Transantiago que antes trabajaba en los buses amarillos, sabe de su oficio, quiere a su familia y me confiesa que hoy la empresa le paga bien y le impone por la totalidad de sus ingresos. Mientras me explica que ninguno de ellos entiende por qué tienen que ir 4 buses uno al lado del otro cuando todos van vacíos, me dice que es porque el ministerio así lo dispone. Juan tiene conciencia ecológica, y mientras no más del 50% de sus pasajeros sube pagando el pasaje, me dice que no le hace mucho sentido que estos buses vacíos anden usando la calle y contaminando. Antes, me expresa, el empresario de los buses amarillos sabía cuándo salir a la calle. Sabio, Juan.
Oye, Juan, ¿por qué dejas pasar a toda esa gente sin que te paguen? Le pregunto ingenuamente. Y ¿qué quieres que haga? ¿Que me haga mala leche, que me amenacen? ¿Para qué? Si me pagan lo mismo. Me da lo mismo si me pagan o no, no es mi problema. Sabio, Juan.
Ya había pasado el tiempo y ya estábamos en el terminal de Vital Apoquindo y me encontraba conversando con varios “operadores”. Me cuentan que antes, con los buses amarillos, se llevaban el 20% del ingreso por pasajes y la totalidad del ingreso por el pasaje escolar.
¿Les gustaría volver a ese sistema? Les pregunto. Sí y no me responden. Antes nos respetaban, ahora no. Antes, nadie se subía sin pagar. Ahora la gente ya perdió la cultura de pagar y para que vuelva va a costar mucho, me dicen. Para volver a hacerlo vamos a necesitar que por un tiempo nos acompañe un carabinero, hasta que todo vuelva a la normalidad. Sabios, los choferes.
Y mientras volvía a mi casa, ya muy tarde, pensé que lo que falta es que si se quiere evitar el despilfarro debemos volver a hacer socios a los choferes y a las empresas (no más ingresos fijos) y que para evitar las carreras olímpicas que se quisieron evitar con los sueldos fijos de los choferes, la solución es usar los GPS y premiar/castigar para regular el cumplimiento del trayecto (una suerte de rally de regularidad).
Reconozco que del Transantiago no sé nada; reconozco, también, que no soy un usuario de este sistema, pero eso no me inhabilita para decirles que la mayor pérdida que estamos teniendo no es esa 1,5 Teletón al mes; el problema es mucho mayor, es la degradación moral de una generación que se está acostumbrando a no pagar por un servicio, mientras los que pierden son precisamente los que pagan y que verán aumentados sus pasajes. Una sociedad que premia a los pillos y hace que el costo lo pague la gente honesta es una sociedad enferma. Eso es lo verdaderamente grave, esa es la vergüenza.