¿Cómo murió Allende?,
por Gonzalo Rojas Sánchez.
Su deceso se produjo efectivamente el 11 de septiembre de 1973, pero la enfermedad que lo llevaría a la muerte era de larga data. Se llamó socialismo marxista e infectó a miles de dirigentes de las más variadas latitudes. Fue una auténtica pandemia, que causó cientos de miles de muertos por inoculación directa y otros 85 millones a causa de sus malas prácticas.
En Salvador Allende, la enfermedad presentó rasgos ya muy bien estudiados. Lo han hecho principalmente Gonzalo Vial en "El fracaso de una ilusión" y Víctor Farías en "Antisemitismo y eutanasia"; algunos aportes hemos hecho también en "La agresión del Oso".
¿Qué rasgos presentaba esa antigua enfermedad que lo llevaría a su agonía y muerte entre noviembre de 1970 y septiembre de 1973?
Por una parte, su camaradería con los comunistas, vínculo que lo ayudó a centrarse en la mirada revolucionaria, a buena distancia de todo aburguesamiento excesivo. Momento clave de los síntomas pro comunistas fue su famoso discurso del 15 de marzo de 1953, recién muerto Stalin. En esa ocasión -con tonos pastorales- les aseguró a los camaradas del PC que debían consolarse con saber "que hay hombres que no mueren; Stalin es uno de ellos". Casi 20 años después, de visita en la URSS, calificó al Estado soviético como "hermano mayor" y "pionero de la construcción de socialismo".
Los análisis de su patología arrojan también altas dosis de castrismo y de guevarismo. Miembro del Comité permanente de OLAS (Organización Latinoamericana de Solidaridad), cuyo primer congreso se celebró en La Habana en abril de 1967, Allende firmó la declaración en la que se afirmaba que el objetivo de la revolución era "la toma del poder mediante la destrucción del aparato burocrático-militar del Estado y su reemplazo por el pueblo armado; dicho objetivo sólo es alcanzable a través de la lucha armada". Y cuando en marzo de 1971 contestó la famosa entrevista de Régis Debray, calificó a la revolución cubana como portadora de "una lección extraordinaria" y al Che Guevara como ejemplo para la juventud chilena.
Una tercera anomalía se expresa en su continuo sectarismo, rasgo tan propio de la enfermedad del materialismo dialéctico: el polo revolucionario debe aniquilar al polo burgués. En tiempos de juventud se manifestó, en primer lugar, en su memoria sobre "Higiene mental y delincuencia". Ya en 1933, el doctor promovía un gravísimo antisemitismo, al sostener que los judíos presentaban una tendencia a la delincuencia, en particular a "la estafa, la falsedad, la calumnia y, sobre todo, la usura". Poco después, en noviembre de 1939, proponía, en su calidad de ministro de Salubridad del Presidente Aguirre Cerda, el proyecto de ley de esterilización de los alienados, lleno de terribles coincidencias con la espantosa ley nazi de julio de 1933.
Pero, a pesar de sus aparentes moderaciones, la tendencia sectaria volvería a aparecer como un rasgo patológico muchos años después, siendo Allende ya el "Compañero Presidente". ¿Existe alguien que no haya leído su famosa afirmación "Tampoco soy el Presidente de todos los chilenos", frase de la que se cumplen esta semana los 40 años?
En fin, otros rasgos entregan también los exámenes históricos practicados al paciente: incompetencia, intransigencia, mesianismo, todos típicos de su ideología.
Los jueces han sido convocados a realizar una tarea de investigación sobre la muerte de Salvador Allende. Tendrán que destinarle un poco de tiempo para llegar a una conclusión ya consolidada: suicidio.
Pero, por nuestra parte, los historiadores llevamos décadas, decenas de miles de horas, estudiando al personaje. Bien se puede afirmar: murió de marxismo.