Los primeros meses,
por Marily Lüders.
Basta ver a una mamá con su recién nacido en brazos para darse cuenta de lo indispensable que es que una madre esté junto a su hijo sus primeros meses de vida. Cuando nacen, uno queda en un estado parecido al enamoramiento: los trámites cotidianos pasan por el lado, mientras uno está con la guagua en brazos, desubicada del entorno. Son semanas de mucha dulzura (y cansancio), un estado especial que uno recuerda con nostalgia cuando crecen.
Por las mamás que aprenden a conocer a sus hijos en esos primeros días y por los niños, que tendrán ese capital de cariño para toda la vida, es muy bueno el consenso social que se ha alcanzado en torno a la necesidad de alargar el tiempo que pasa la madre con el recién nacido. Pero hay que estar alerta, porque una cosa es poner en el centro el cuidado tras el nacimiento y otra, muy diferente, es diseñar con buenas intenciones políticas públicas que terminen dañando a los hogares.
Estas últimas semanas, parlamentarios de todas las colectividades han insistido en exigir al Gobierno un posnatal de seis meses "íntegro", concepto que han acuñado en contraposición a la idea de uno por el mismo período, pero flexible. Cuesta entender la dureza de esta posición.
Primero, porque no considera el impacto que tendrá en las mujeres que trabajan. Si estamos fuera de nuestros puestos más de medio año (al posnatal hay que sumarle algunas semanas de prenatal), lo que se viene son menores sueldos, en el mejor escenario, y menos contrataciones, en el peor. A los empleadores se les puede pedir que cumplan las leyes, pero no que contraten mujeres en edad fértil.
Y, segundo, porque parecen olvidar que después de este período de dedicación absoluta de la madre al niño por seis meses, esa mamá deberá volver a trabajar de golpe jornada completa. Todos los que tenemos hijos sabemos que en la niñez lo paulatino es infinitamente mejor que los cambios bruscos.
Más aún, con una mirada de largo plazo, hay que pensar que el escenario de un posnatal flexible puede ser la puerta de entrada a una nueva realidad laboral para las familias. Si en el interior de las empresas funciona bien la implementación de un posnatal flexible -que, como se ha mencionado, incluya opciones de jornadas parciales o que el padre se tome parte del permiso-, se estará preparando el camino hacia fórmulas menos rígidas de trabajo, que les permitan a las madres no sólo estar ahí los primeros meses de vida, sino también durante el resto de la niñez.
La meta debe ir más allá de la lactancia y empezar a pensar en un escenario donde los padres puedan ordenar sus vidas laborales para potenciar su vida familiar.