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viernes, 27 de noviembre de 2009

Comentario punzante de Sergio Melnick.



Se medirá la real popularidad de Bachelet,

por Sergio Melnick.


Me llama la atención la poca influencia que han tenido en esta elección tanto la “franja” como los debates presidenciales. También me llama la atención la poca propaganda en las calles, comparado a otras elecciones. Hay poca pasión en las personas. Es decir, esta contienda no se aprecia muy competitiva, al menos en primera vuelta. Mi lectura es que la gente ya ha internalizado el resultado final. Largamente más de la mitad de la población cree que Piñera será el próximo Presidente, un 54% sostiene decididamente que no votaría por Frei y casi nadie cree que ME-O pueda llegar a La Moneda. Salvo la élite de la Concertación, que sí tiene demasiado que perder, el resto de la población da la impresión de que no está ni ahí. Recordemos que todos los esfuerzos por inscribir más personas no resultaron.

Los últimos estertores de esa élite a la que ha fustigado ME-O son el odioso discurso de que “hay que evitar a toda costa que la derecha llegue al poder”, como si fuera un pecado capital o una lepra. Latorre llegó a decir, febrilmente, que esta elección era entre democracia y autoritarismo. Esto significa, además de mentir y faltar el respeto a la población, no entrar al debate de las ideas, sino a la descalificación abierta. Si es que hay que “evitar” por todos los medios una opción, es que ésta, para ellos, representa el mal. La ecuación que tratan de imponer es derecha=empresarios=mal. Cuando se califica al adversario de malvado, no hay espacio posible al debate y se acaba la democracia. La Coalición por el Cambio sostiene que las ideas de la Concertación tuvieron su tiempo, pero ya están obsoletas, agotadas y se necesita un cambio. Ahí hay un debate posible, de esas ideas, en el que cualquiera podría ganar. ¿Pero qué se puede debatir cuando un oponente dice del otro, literalmente, que es el mal? Esa es la postura de la mayor parte de la Concertación, particularmente de la izquierda, que cuando no puede por las ideas, recurre a la fuerza o la mentira. Esa postura es el primer paso a las guerras. Por eso se ha desprestigiado la política.

La Concertación parece creer que tiene alguna forma de superioridad moral, y que nadie salvo ellos pudieran gobernar, lo que es francamente muy poco democrático. Cuando Valdés osó decir que Piñera haría un buen gobierno fue literalmente descalificado como senil. ¿Es eso democrático? Obvio que no. Bueno, su propia historia los traiciona. Arrate, que ahora promueve un pacto, al mismo tiempo defiende a Cuba como democracia, lo que sólo origina risas. También apoyaron las peores dictaduras de la historia, vivieron en ellas y aún no muestran signos de arrepentimiento. El comunismo le costó al mundo decenas de millones de muertos. Es curioso que también avalen eso hasta el presente, y sean parte del pacto.

No sólo la historia los acusa, sino también lo más actual. La corrupción ha crecido sistemáticamente en estos 4 años de Bachelet, y han caído la productividad y la inversión. El aparato público tiene una altísima ausencia laboral. La delincuencia atemoriza a la población. En fin, para qué seguir con la “lista de lavandería”, que es muy larga.

Después de 20 años en el poder, el gobernar se ha transformado en un estilo de vida, como en las monarquías. La autocomplacencia es la norma y, tal como las monarquías, creen que el poder es un derecho, son infalibles y piensan que les hacen un favor a los súbditos. Pero la “corte” es cada vez más cara y exigente. Nos hemos inundado de empleados públicos poco productivos, de pitutos y de abusos del poder. Inéditamente se ha removido a dos intendentes porque se han creído dueños del aparato público. La Conadi sigue haciendo escándalos. Los casos Mirage y tanques se dilatan y nadie los quiere aclarar, porque las sorpresas serían mayores. La ministra de Cultura se manda una fiestecita de casi $10 millones para celebrar el ser empleados públicos. En suma, el Gobierno empieza a manejar los recursos como si fueran de ellos, no del Estado. Los errores gruesos, como Transantiago o el de Enap, se tapan con recursos. Después de 20 años es bueno un cambio de mano.

Por eso caló tan profundo la candidatura de ME-O, quien denunció la captura del poder por élites apernadas e improductivas, y fue ninguneado por éstas.

Dado el descarado uso del aparato público, la incorporación de la madre y el hijo de la Presidenta, la votación de Frei en diciembre será la medida real de la popularidad y liderazgo de Bachelet. Ella así lo ha propuesto.