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jueves, 24 de marzo de 2011

Para los EE.UU., con respeto, por Gonzalo Rojas Sánchez.


Para los EE.UU., con respeto,

por Gonzalo Rojas Sánchez.





Criado desde los cinco años en un ambiente en que había que aprender pronto a hablar inglés ( A merican , por cierto) y celebrar el 4 de julio cantando " Oh, say can you see... ", asumo el sesgo, pero agradezco esa formación.



Treinta y cinco años después de egresar del Saint George's College, llegó la posibilidad de enseñar Historia de los Estados Unidos de América en un cuarto año de Licenciatura. A estudiar mucho; no quedaba otra. Manuales, monografías, clásicos, papers de última generación; facts, facts . Pero al mismo tiempo que armaba el aparato de datos, comenzaron a aflorar las coordenadas fundamentales de la historia estadounidense, como si los 12 años de básica y media, en bloque, se posaran bajo el profesor.



¿Qué apareció entonces? ¿Qué enseño hoy? Ante todo, que los Estados Unidos son un proyecto de salvación propia que está preñado de un sentido misional: " In God we trust" es la divisa que mueve a los primeros peregrinos y que -aunque mil veces afirmada y unas cuantas decenas de veces también traicionada- sirve como referente para su actuar hacia el mundo entero.



Pocas naciones -¿existe otra?- se atreven a medirse y ser juzgadas por esa vara, nada menos que la del Creador. Las demás creaturas podemos calificar el intento como hipócrita, pero quienes lo sostienen, conscientes de esa crítica, merecen el respeto que se dispensa al valiente.



Está también su portentosa aventura de la libertad, del emprendimiento y de la creatividad. Es el american dream que cautiva y acoge a millones desde comienzos del siglo XVII, pero que también los ha devorado con un pragmatismo y un individualismo que no se ha compadecido con los sujetos de color rojo (nativos) o de color negro (esclavos) o incoloros (los aún no nacidos y abortados). Para muchos de ellos, y por mucho tiempo, los sueños han sido interrumpidos. No han tenido ni paz ni vida.



Un tercer elemento es la conciencia de su grandeza nacional. Cantábamos de niños: " America, America, God shed his grace on thee". De océano a océano, su destino manifiesto ha sido expandirse en todas las direcciones que el territorio permitía. Lo conquistaron, lo poblaron, lo desarrollaron. Pero está pendiente todavía que lo humanicen plenamente.



Para intentarlo, iniciaron un experimento republicano, bastante receloso de la democracia popular, que poco a poco, sensatamente, fueron transformando en una práctica de amplia participación. " We the people of the United States", declararon originalmente, pero les ha costado mucho hacer realidad esa premisa. Y, por eso mismo, nada de mal estaría que, con toda sinceridad, reconocieran ante la historia comparada en cuántas cosas han ido ganando terreno gracias a los ejemplos ajenos.



¿Son efectivamente un crisol de razas, de mentalidades y de sectores sociales como para autodeclararse la melting pot por excelencia? Depende. Qué duda cabe de que ninguna dimensión de lo humano les es ajena, que born in the USA es un sello que garantiza enormes posibilidades hacia adelante, por esa misteriosa igualdad en el punto de partida. Pero, por otra, es indudable también que todavía, incluso post Obama, importan, y mucho, el acento y el color de la piel.



No puede terminar el curso sin una referencia al afán bélico de los Estados Unidos. Hace ya casi 250 años que, en el mundo entero, han sido una maquinaria estratégica de influencias diplomáticas y de guerra. " Semper fidelis " es el lema de sus marines , de los que desembarcan en todas las tierras para hacer la guerra, para llevar la paz.



Gracias, muy noble. Pero no esperen que evitemos preguntarnos si lo hicieron bien, si nos fueron fieles, también a nosotros. En la diplomacia en Chile; en la guerra en Libia.