El festejo de Obama, y Evo tiró el mantel,
por Hernán Felipe Errázuriz.
La visita del Presidente Obama resultó impecable y mostró a Chile en el centro del escenario internacional, sin las tragedias del terremoto ni las angustias de los mineros.
EE.UU. ha cambiado, no tiene los medios para financiar programas paternalistas. Su Presidente decidió abandonar las irritantes políticas de intromisión en los asuntos internos de otros estados y postula relaciones más igualitarias. Habrá que cobrarle la palabra a Obama, valorar su visita en días críticos de su Presidencia, celebrar su paciencia para asistir a comidas y oír discursos interminables, y realizar proyectos conjuntos en tantas áreas en que estamos atrasados, en vez de sentirnos campeones mundiales.
Pocos días después, Evo nos amenazó con recurrir a los tribunales y organismos internacionales para forzarnos a entregar territorio. Tiró el mantel y despejó la mesa. Era predecible que pateara el tablero después de la abrupta caída en su popularidad y del convencimiento de que el grueso de la población chilena no está de acuerdo con los pocos que ofrecen enclaves, comodatos o cesiones del territorio nacional, como si fueran sus dueños y por temor a las críticas internacionales.
Ahora Chile puede sentarse a una mesa despejada y buscar lo mejor para ambos países, dentro de lo que es posible. No será fácil. Evo, amigo de Jaddafi -ha viajado por años a Trípoli a recibir premios y platas del libio-, tiene algunas de sus patologías: amenaza, miente y crea expectativas imposibles a su pueblo; le soplan desde el Caribe, culpa de sus desventuras al empedrado extranjero, se da increíbles volteretas (propone cese del fuego, por debajo dispara, y no transa ni una molécula). Su bipolaridad lo lleva a pensar que puede demandar y negociar a la vez. Tendrá que escoger.
Debemos informar al mundo de las facilidades gratuitas excepcionales que se otorgan a Bolivia para salir al mar, que apreciarían los 30 y tantos países sin costa. La cualidad marítima no es garantía ni obstáculo significativo para el desarrollo. Lo saben los haitianos, que tienen mar, y también los suizos, austríacos y tantos otros que no lo tienen; unos pobres y otros muy ricos.
Es importante seguir abiertos a cooperar generosamente con los vecinos bajo nuevas fórmulas, y dejar en claro que, como las demás naciones, no estamos dispuestos a entregar territorio. Ningún país lo ha hecho desde mediados del siglo pasado: revisar las fronteras desencadenaría toda clase de conflictos y guerras.
Más de algún gobierno solidarizará con Evo. Así ha sido siempre y no hay que temer cuando se defiende la integridad territorial. La estamos defendiendo unidos en La Haya. Es bueno que estemos juntos, sin distinciones partidistas, sea cuando viene Obama como cuando Evo tira el mantel.