Mario Montes, Director de Diario
electrónico Reacción Chilena.
¿Es mala nuestra educación?
¿Por qué?
por Mario Montes.
Decirlo
puede parecer un lugar común, pero nuestra educación es mala porque los
institutos encargados de la formación de los profesores, esos personajes a los
que antes de daba llamaba maestros, han abandonado su obligación de formas
docentes de calidad.
Ese
es sin duda alguna uno de los factores a tomar en cuenta, pero, no debemos
olvidar que el Ministerio de Educación abdicó, durante al menos 20 años, sus
funciones de establecer currículos educacionales acordes con la época y
abandonó sus funciones fiscalizadoras.
La
educación pública ha languidecido durante un largo periodo por falta de
infraestructura docente y recreativa, por falta de incentivo para los buenos
estudiantes y para aquellos docentes que con esfuerzo se han mantenido al día,
quemándose las pestañas para preparar sus clases.
Un
golpe demoledor contra la calidad de la educación lo dio el ex Presidente Lagos
cuándo era Ministro de este ramo al establecer el Estatuto Docente que quitó
toda Autoridad a los Directores de los liceos y escuelas, estableciendo, de
facto, la propiedad e inamovilidad de los cargos para los profesores.
El
estatuto docente, que quita toda autoridad al maestro en las aulas, ha sido devastador
en la disciplina de los estudiantes como en los hábitos de estudio, pues
fomenta la flojera al inhibir a las Autoridades del establecimiento a tomar
medidas contra los alumnos de mala conducta o de bajo rendimiento.
Lamentablemente
el incentivo establecido por el sistema es a la mediocridad, pues castiga a los
buenos maestros, que se esfuerzan, estudian y preparan sus materias, a ganar lo
mismo que aquellos que con una exquisita holgazanería se limitan a asistir al
trabajo y a no enseñar lo necesario.
Recién
el año pasado la Administración de Piñera, un Gobierno de derecha, ha
establecido incentivos para que a las carreras pedagógicas entren mejores
elementos, más preparados, y este año se está dando un salto gigantesco con la
reforma educacional, esa de la que hay que hablar menos y hacer más.
No
hay duda alguna que hay que dignificar a los formadores de nuestra juventud con
salarios y un trato digno, pero, este derecho, como todos debe tener como
contrapartida un comportamiento profesional, medible y pedagógico que ligue los
ingresos de los profesores con los resultados de sus educandos.
No
se saca nada con hacer lo que hizo la concertación, destinar ingentes
cantidades de recursos al sistema, pero sin ninguna fiscalización, lo que
implicó tirar por la cañería del desagüe cantidades astronómicas de dinero del
que no se obtuvo mejoría alguna, ni avance de ninguna especie.
La
educación, en cuanto condiciona el futuro de los estudiantes y determina el
porvenir del país, debe ser tratado como un tema de Estado, lo más alejado
posible de la contingencia político partidista, y tratado como un tema
absolutamente técnico si es que queremos llegar a las grandes ligas del
desarrollo.
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