Una manada de candidatos presidenciales,
por Sergio Melnick.
He conversado en privado con varios postulantes a La Moneda. A todos les hago la misma pregunta: ¿Por qué alguien voluntariamente querría ir al infierno? Esa historia de la vocación de servicio público no la trago muy bien. Si es una vocación, es su propia vocación, y en eso hay también una forma de egoísmo, que se paga con recursos fiscales. Además, todos los políticos como que sienten tener una especie de ética superior al resto, por esa mentada "vocación", y nos sugieren estar agradecidos por su magnífica entrega al prójimo. Pero ninguno se parece a la Madre Teresa que yo vea. A todos les gusta vivir muy bien y ganar más, como al resto de la ciudadanía. Al final del día, yo creo que es todo parte del juego del poder, de los egos personales, del deseo de reconocimiento, fama y -no las menos veces- riqueza. Nada de eso es malo, pero es mejor sincerarlo.
¿Qué será lo que mueve a una persona normal a tener ese tan enorme deseo de poder y fama? En todos hay, sin duda, un cierto mesianismo, al pensar que ellos pueden cambiar la historia y el futuro. Lo cierto es que un país se cambia entre todos, salvo que alguno de ellos fuese profeta o iluminado. Y por lo que se ve hasta aquí, no lo son aún.
A dos años de la elección ya hay una veintena de precandidatos. Están corriendo, directa o indirectamente, Jocelyn-Holt, Bachelet, Lagos Weber, Claudio Orrego, Gómez, Ignacio Walker, ME-O, Arrate, Ximena Rincón, Allamand, Ricardo Lagos Escobar, Andrés Velasco, Golborne, Matthei, Longueira, Lavín y Franco Parisi. Hay algunos que siempre tienen ganas, como Hernán Larraín, Frei, que no se resigna, Carolina Tohá, Bitar, Insulza, Lorenzini, Escalona, Girardi, Foxley, Navarro, Espina, Ossandón y Pizarro. De todos éstos, como es obvio, la gran mayoría simplemente no tiene posibilidad alguna, y sus candidaturas eventuales son básicamente, creo yo, posiciones de negociación política, como es el ya recurrente caso emblemático de Gómez.
Velasco, Parisi, y Rincón son muy talentosos, pero es una especie de buena humorada. Velasco no tiene apoyo alguno en la Concertación; probablemente él tendría incluso más respaldo en la derecha.
Yo creo que se está generando un re-baraje del naipe. La DC ya no tiene nada que hacer en la Concertación, que le ha costado más de un millón de votos en la aventura. La Concertación sin DC no tiene mucha opción de volver al poder, y las peleas internas de la izquierda serán fenomenales. Lagos y Girardi (curiosa dupla) van por un nuevo frente unido de izquierda. RN y la UDI simplemente no se quieren. En ese sentido, el acuerdo RN-DC es una ventana interesante. En primer lugar, levanta luz roja a la izquierda que ha maltratado sistemáticamente a la DC. Por otro, alerta al Gobierno de que debe gobernar con sus partidos.
Lo cierto, entre tanta ambición personal, es que tenemos nuevos problemas nacionales que para los partidos, o no existen, o no saben qué hacer: la globalización, que opera 7x24x365; internet 3.0; el gap digital; la ciencia y tecnología para el siglo 21; los nuevos roles de poder de la mujer; la nueva clase media emergente; el problema ecológico global; el cambio del modelo tradicional de familia; el tercer género; la necesidad de nuevas universidades y centros técnicos; el cambio de grados académicos superiores y la eliminación de la PSU; la congestión urbana; la nueva matriz energética nuclear; la descentralización; avances significativos en el mercado de capitales; modernización del Estado; urgente necesidad de mayor capital social; la confusión entre cultura y arte, y tantos otros problemas que languidecen por décadas.
Entre tanto, nuestra clase política, particularmente la izquierda, sigue pegada en las ideas del siglo 20. Al final, me da la impresión de que toditos juntos se van a poner de acuerdo en aumentar unos 30 cupos más de diputados y unos 12 más de senadores, y todo el resto seguirá igual. La del gatopardo.
Entre tanto, nos vamos a farrear una vez más la posibilidad de llegar al desarrollo integral. Los pilares de esa aventura, son, partiendo por una mayor unidad, el crecimiento con conocimientos y no sólo con recursos naturales; la gran revolución educacional; el avance en ciencia y tecnología; la cultura verdadera como constructo colectivo, no sólo el arte; la descentralización, la marcha a la nueva frontera digital, las nuevas infraestructuras del siglo 21; el capital social; el medio ambiente; la movilidad social real; la colaboración público-privada, etc.
Viendo los discursos, da la impresión de que seguiremos esperando eternamente a una nueva clase política que esté a la altura de este siglo.
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