Gonzalo Rojas Sánchez. |
Sobre dictaduras y regímenes,
por Gonzalo Rojas Sánchez.
por Gonzalo Rojas Sánchez.
Se puede ser cruel de muchas formas, pero -lo dijo Chesterton con lucidez- "la crueldad intelectual es, ciertamente, el peor tipo de crueldad".
Lo que no agregó el genial ensayista es que si esa crueldad se aplica a los niños y jóvenes, su maldad aumenta.
Un profesor puede ser muy cruel, desfigurando, mintiendo. También los simples textos de estudio pueden ser, efectivamente, muy crueles: usando palabras que cierran la mente, utilizando vocablos que dan por terminada una posible discusión, contradiciendo el proceso mismo de aprendizaje en cualquier disciplina, que, por definición, consiste en el estudio de las fuentes y en la explicación racional de las conclusiones.
No resulta extraño que desde la dogmática de las izquierdas -apoyada por compañeros de ruta en las derechas- se quiera proceder cruelmente con los niños y jóvenes chilenos, cerrándoles el debate sobre el pasado reciente.
La trilogía "golpe-dictadura-genocidio" debe ser impresa en todas las mentes; la sola posibilidad de que un texto, un investigador, un profesor puedan fundamentar y concluir en contrario, resulta inaceptable, tanto para el presidente del Senado como para algunos diputados de RN y del PC.
El escándalo lo causó la incorporación en los textos de un concepto general, Régimen militar, en sustitución de uno valorativo, Dictadura.
Dictador llamaron a Portales, pero hablamos de Régimen portaliano; dictador llamaron a M. Montt, pero lo enseñamos dentro de Los decenios; dictador llamaron a Balmaceda, pero lo estudiamos en La guerra civil del 91; dictador llamaron a A. Alessandri, pero su presidencia se analiza bajo Los caudillos; dictador llamaron a Ibáñez, pero se lo estudia en La crisis del 29...
Justamente esas denominaciones generales le permiten a cada profesor asomarse a la pluralidad de fuentes, compulsarlas y concluir de modos variables, diferentes. Se minimiza así el riesgo de la crueldad, aunque siempre habrá quienes la practiquen.
¿Quiere usted llamar dictadores a Portales y a Alessandri, pero no a Montt, a Balmaceda y a Ibáñez? Ningún problema: haga Historia, dé las razones, enseñe. Se evita así la crueldad intelectual de obligar a seres pensantes a repetir consignas.
Por cierto, si usted quiere calificar al gobierno de Allende como un Proyecto totalitario -siguiendo la nomenclatura que utilizó la Cámara de diputados en 1973-, lo respetuoso es que primero se refiera a la Unidad Popular, para dar después los fundamentos -que muy abundantes hay- para usar aquella terminología valorativa. Lo mismo con Los gobiernos de la Concertación, a los que usted obviamente se referirá de ese modo inicialmente, aunque quizás después tenga buenos motivos -sólidamente apoyados en fuentes y en encuestas de opinión, por cierto- para llamarlos Los gobiernos de la corrupción.
Para la Historia universal reciente corresponde proceder del mismo modo.
¿O los profesores tendrán que sentirse obligados a explicar que los regímenes de Europa fueron verdaderamente Democracias populares, porque así las llamaban los textos oficiales de estudio, sin poder explicarlas ahora como Dictaduras comunistas? Y ¿sólo podrán enseñar lo sucedido en la isla bajo el apelativo de Revolución cubana -ya que ésa es la voz oficial del sistema-, sin que puedan calificarla como La tiranía castrista?
Bueno, argumentarán esos seres instantáneos que niegan el papel de la Historia, ¿y esto a quién le importa? A usted y a sus hijos, que un día le dirán que usted es un golpista, un dictador y un genocida...
Porque los adultos nos podemos defender de dogmatismos y condenas. Pero si no lo hacemos, los niños y jóvenes serán cruelmente amaestrados.
Lo que no agregó el genial ensayista es que si esa crueldad se aplica a los niños y jóvenes, su maldad aumenta.
Un profesor puede ser muy cruel, desfigurando, mintiendo. También los simples textos de estudio pueden ser, efectivamente, muy crueles: usando palabras que cierran la mente, utilizando vocablos que dan por terminada una posible discusión, contradiciendo el proceso mismo de aprendizaje en cualquier disciplina, que, por definición, consiste en el estudio de las fuentes y en la explicación racional de las conclusiones.
No resulta extraño que desde la dogmática de las izquierdas -apoyada por compañeros de ruta en las derechas- se quiera proceder cruelmente con los niños y jóvenes chilenos, cerrándoles el debate sobre el pasado reciente.
La trilogía "golpe-dictadura-genocidio" debe ser impresa en todas las mentes; la sola posibilidad de que un texto, un investigador, un profesor puedan fundamentar y concluir en contrario, resulta inaceptable, tanto para el presidente del Senado como para algunos diputados de RN y del PC.
El escándalo lo causó la incorporación en los textos de un concepto general, Régimen militar, en sustitución de uno valorativo, Dictadura.
Dictador llamaron a Portales, pero hablamos de Régimen portaliano; dictador llamaron a M. Montt, pero lo enseñamos dentro de Los decenios; dictador llamaron a Balmaceda, pero lo estudiamos en La guerra civil del 91; dictador llamaron a A. Alessandri, pero su presidencia se analiza bajo Los caudillos; dictador llamaron a Ibáñez, pero se lo estudia en La crisis del 29...
Justamente esas denominaciones generales le permiten a cada profesor asomarse a la pluralidad de fuentes, compulsarlas y concluir de modos variables, diferentes. Se minimiza así el riesgo de la crueldad, aunque siempre habrá quienes la practiquen.
¿Quiere usted llamar dictadores a Portales y a Alessandri, pero no a Montt, a Balmaceda y a Ibáñez? Ningún problema: haga Historia, dé las razones, enseñe. Se evita así la crueldad intelectual de obligar a seres pensantes a repetir consignas.
Por cierto, si usted quiere calificar al gobierno de Allende como un Proyecto totalitario -siguiendo la nomenclatura que utilizó la Cámara de diputados en 1973-, lo respetuoso es que primero se refiera a la Unidad Popular, para dar después los fundamentos -que muy abundantes hay- para usar aquella terminología valorativa. Lo mismo con Los gobiernos de la Concertación, a los que usted obviamente se referirá de ese modo inicialmente, aunque quizás después tenga buenos motivos -sólidamente apoyados en fuentes y en encuestas de opinión, por cierto- para llamarlos Los gobiernos de la corrupción.
Para la Historia universal reciente corresponde proceder del mismo modo.
¿O los profesores tendrán que sentirse obligados a explicar que los regímenes de Europa fueron verdaderamente Democracias populares, porque así las llamaban los textos oficiales de estudio, sin poder explicarlas ahora como Dictaduras comunistas? Y ¿sólo podrán enseñar lo sucedido en la isla bajo el apelativo de Revolución cubana -ya que ésa es la voz oficial del sistema-, sin que puedan calificarla como La tiranía castrista?
Bueno, argumentarán esos seres instantáneos que niegan el papel de la Historia, ¿y esto a quién le importa? A usted y a sus hijos, que un día le dirán que usted es un golpista, un dictador y un genocida...
Porque los adultos nos podemos defender de dogmatismos y condenas. Pero si no lo hacemos, los niños y jóvenes serán cruelmente amaestrados.
1 comentario:
La dictadura tiene una definicíón en cuanto a sistemas de gobierno, es la que debe utilizarse tanto para Pinochet, Hitler, Stalin o Castro.
Ud crítica el término dictadura para Pinochet y lo compara con colocar tiranía para Castro, el término tiranía si es subjetivo por que es una apreciación de una dictadura, usted está cayendo en juicios de valor, no así el actual término utilizado para enseñar lo que aconteció en nuestro país.
Saludos
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