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lunes, 2 de enero de 2012

Merkel: protagonista por su liderazgo benevolente en Europa, por Karin Ebensperger.



El mundo la observa. Siempre serena, en medio de la tempestad. Es una líder atípica. Se hace querer, dentro y fuera de Alemania, no es populista, es científica experta en física cuántica... todo eso es singular, pero lo es mucho más el que Alemania sea hoy la locomotora de Europa. Con justa razón el Grupo de Diarios América, del cual hace parte "El Mercurio", eligió a la Canciller Angela Merkel la personalidad internacional del año.


Cuando uno piensa en el año 1945, en la destrucción de la guerra, la división Este-Oeste, y ve ahora el progreso logrado, se respeta a los actuales europeos, a pesar de la crisis financiera que viven. Recién en 1989 cayó el Muro de Berlín, y hasta 1991 existía la Unión Soviética apuntándolos con misiles nucleares. Hoy, casi toda Europa disfruta de paz y respeto a los derechos de las personas.


Esa historia reciente no puede soslayarse cuando se analiza la Unión Europea (UE), creación única de la modernidad, integrada por gobiernos constitucionales, liberales y democráticos. Es clave para el equilibrio mundial que logre superar su actual debilidad y endeudamiento.


Alemania se lleva el gran peso, por su posición central, tanto física -impuesta por la geografía- como económica, lograda con esfuerzo. A diferencia de Gran Bretaña que por ser isla puede abstraerse de las contingencias europeas, Alemania está en medio de ese continente tan chico, tan potente, tan dividido en numerosos Estados nacionales. Al centro de los más de 40 países que hoy conforman Europa, Alemania siempre ha sido protagonista de esa historia, con sus guerras pero también sus progresos enormes para la humanidad en ciencia, arte, tecnología, filosofía.


Hoy Alemania vuelve a desempeñar un liderazgo, no buscado, que debe administrar sin provocar recelos entre sus vecinos. Y Angela Merkel es la personalidad adecuada. La Unión Europea, sostiene, debe ser defendida con solidaridad y visión, porque es garantía de paz. Las dudas de Margaret Thatcher o François Mitterrand en 1989, cuando Alemania se reunificó, han sido superadas. Hoy Berlín es símbolo de unión y apoyo a los más débiles de la UE.


A mediados del siglo XXI, la población mundial será de 9 mil millones, y los europeos representarán sólo el 7% (hasta 1950, y por varios siglos, Europa tenía más del 20% de la población mundial). Sólo unida Europa podría seguir influyendo. Es de interés estratégico la existencia de la UE; de lo contrario, la voz de la civilización europea sería irrelevante: una pérdida para los valores que nacieron ahí, como los derechos de todos los seres humanos y su dignidad.


Muchos, incluido EE.UU., exigen a Alemania un liderazgo europeo que, sabiamente, Angela Merkel no ha querido asumir. Está muy clara que la batalla debe ser mancomunada: "La fortaleza de la Unión Europea estriba en que asumimos nuestros retos juntos", afirma en la entrevista publicada en este diario. Junto al Presidente francés, Nicolas Sarkozy, ha aceptado un rol conductor, pero no se ha arrogado una supremacía. No por pusilánime, sino por inteligencia política y prudencia.


Contra las recomendaciones del lobby bancario globalizado y sus presiones para "paquetes de rescate", la señora Merkel prefiere buscar proyectos que fomenten el crecimiento, que no atiendan sólo intereses financieros. Ningún Estado puede mejorar su economía sin crecimiento, ha dicho. Crear puestos de trabajo es su norte. Eligió la solidaridad, pero con firmeza pide reformas para salvar el Euro. La cooperación es su leitmotiv, y es también el nuevo zeitgeist, o espíritu de los tiempos.

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