(Mario Montes, Director de Diario
Electrónico Reacción Chilena.)
Compatriotas, ejercitemos la memoria,
por Mario Montes.
Corrían los primeros
días de septiembre de 1973, los chilenos se pasaban el día haciendo oprobiosas
colas para conseguir algo con que alimentar a sus hijos, el Presidente Salvador
Allende anunciaba que solamente quedaba harina para dos días, la desesperación
tenía al país paralizado, la violencia se encontraba desatada, la Justicia era
impotente ante los embates del Gobierno que le impedía cumplir con sus
funciones.
Las instituciones
estaban dislocadas, el Congreso, la Corte Suprema y la Contraloría llamaban a
la Administración marxista a respetar la Legislación y la Constitución, los
grupos armados ilegales campeaban por sus fueros, las empresas estaban
mayoritariamente en el “área social, desde donde se fabricaba un mercado negro maneja por los
interventores y el sistema estatal de distribución que intentaban doblegar al
pueblo por el hambre.
Los chilenos,
mayoritariamente demócratas, rogaban por una salida que pusiera fin el grotesco
experimento socialista, al que el Mandatario había bautizado como con “sabor a
vino tiento y empanadas”, que era ni más ni menos que un camino diferente para
instaurar una tiranía de corte castrista, a imitación de la dictadura cubana o
del colectivismo pregonado desde la desaparecida Unión de las Repúblicas Socialistas
Soviéticas.
Las Fuerzas Armadas y
de Orden estaban tranquilas en sus cuarteles, la ciudadanía perseguía a los uniformados arrojándoles maíz, como una
manera de incentivarlos a tomar acciones que pusieran fin a la tortura que vivíamos,
los Altos Mandos de estas instituciones estaban siendo utilizadas por el
Gobierno allendista para reprimir a quienes osaban oponerse a los designios de
una revolución que calificaban de irreversible.
Allende había hecho lo más inesperado, politizando a las FFAA había convocado a
altos Jefes de las instituciones Castrenses a cargos Ministeriales intentando
neutralizar a las Fuerzas Armadas y de orden
mientras ganaba tiempo para la realización de un autogolpe que terminara
con la institucionalidad “burguesa”, terminando con las trabas que le imponía
la Carta Fundamental para concretar los siniestros planes que tenía para
nuestra Patria.
Fueron mil días de
terror e incertidumbre para millones de chilenos que eran inconsultos testigos
de la manera en que se degradaban nuestras libertades y se instauraba un
sistema totalitario, que a fuerza de amenazas, violencia e ilegalidades tomaba
forma según dictaban los “asesores” cubanos y soviéticos que se encontraban
tras todas las determinaciones que se tomaban en La Moneda destinadas a
subyugar a los chilenos.
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