Votar o no votar, esa es la cuestión,
por
Mario Montes.
Las frustraciones y
desengaños que la clase política le ocasiona a la ciudadanía, además de la
corruptela electoralista, pueden llevar a muchos a abdicar de su derecho a
elegir a las Autoridades, dejando el poder en manos de los peores elementos de
los que pululan en la actividad pública.
Creemos que todo
ciudadano consciente de tener derechos y deberes no debe emplear la realidad de
nuestra desprestigiada política para no ejercitar uno de los deberes claves de
la democracia, el derecho a seleccionar a las Autoridades para que actúen
utilizando nuestra porción de la soberanía popular.
En esta clase
política que se auto denigra por las acciones de algunos de aquellos que
participan en ella, hay amigos, con los que uno tiene mayor cercanía
ideológica, adversarios y/o enemigos, que están en las antípodas de nuestra
visión de país, al no ejercer nuestro sufragio, sencillamente estamos
favoreciendo a los contrarios.
El acto de votar, es
decir, de elegir a los que consideramos,
más idóneos y que cooperarán al desarrollo del país, capacitados para
representar nuestros pensamientos, es un derecho, pero a la vez es un deber,
que todo ciudadano responsable debe ejercer y por esta vía hacerse responsable
de los destinos del país.
Al elegir a la
Primera Autoridad de la República, al Alcalde de una Comuna o a un Legislador
le damos a este nuestra representación, lo que hace necesario que nos
informemos de sus capacidades, valores y principios antes de darle ese poder,
pero también nos obliga a pedirle cuentas y a sancionarle en los próximos
procesos si no cumple.
Es cierto que la
democracia tiene muchos defectos, sobre todo el de dar cabida a personajes
faranduleros, populistas, demagogos y da
protagonismo a elementos de poca monta, pero, la responsabilidad de las malas
elecciones sigue siendo nuestra, sea por la acción de apoyarlos o por la
omisión de abstenernos de participar.
Peligroso es caer en
los cánticos de sirena de algunas muy bien aceitadas máquinas electorales que
seguramente nos van a frustrar al no cumplir sus promesas o al asumir
posiciones para las que no los hemos mandatado, pero, no olvidemos que la
responsabilidad de que estén donde están es absolutamente nuestra.
Si no estamos de
acuerdo con la forma en que ejercen el poder que les hemos dado, debemos
movilizarnos para hacer realidad la herramienta de los procesos revocatorios
para que podamos, aunque sea de una manera muy reglamentada el derecho de
caducar la representación que obtuvieron con las malas artes del engaño.
Meditemos un poco, en
las próximas elecciones elegiremos Alcaldes, los verdaderos Presidentes de una
Comuna, pero, junto a ellos debemos elegir a los Concejales, un Edil que no
cuente con el apoyo del Consejo Municipal es una Autoridad decorativa, puesto
que no podrá hacer nada de lo que nosotros mismos les encargamos.
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