Síndrome 1969,
por Joaquín Fermandois
Una
mayoría repetía ese año que "Jorge Alessandri será el próximo Presidente
de Chile". Las encuestas lo aseguraban, aunque eran menos confiables que
cuanto llegaron a serlo después. La certeza de que volvería a ser Presidente
estaba en el aire. Para el público estaba la duda: ¿aceptaría Jorge Alessandri
ser candidato?
El
silencio lo fortalecía. Quizás, porque despuntaba la politización de los
militares a raíz del "Tacnazo" en octubre de 1969, don Jorge adelantó
el anuncio de su candidatura. De inmediato comenzaron las dificultades. Por una
parte aparecieron los rivales, Radomiro Tomic y Salvador Allende, que de manera
concertada se unieron para demoler al candidato de derecha. Comenzó la cuesta
abajo del "Paleta" -cuyo gobierno, en realizaciones, no estuvo por
debajo del de Frei Montalva, y fue profético sobre lo que requería el país-, y
ello no sólo por los ataques inmisericordes de rivales coludidos con la prensa
amarilla, sino también por la pésima campaña que realizó: sin dinámica,
paralizada ante las críticas, con un programa que parecía un memorando
interministerial, sin horizonte político, salvo por la afirmación de que su
candidato rescataría al país.
La
derecha no podía ganar con otro candidato, y con ceguera creyó que esa certeza
del corazón le tenía asegurado el triunfo. Ello no sólo afectó la eficacia de
la campaña -"Si el triunfo es seguro"-, sino que además la derecha no
se esforzó por tener un cuadro de mensaje político que hiciera sentido. Nada de
extraño en un sector reacio a pensar en ideas, pero más grave desde una
posición de debilidad por las derrotas de 1964 y 1965, y por el ambiente
cargado de pulsiones de crisis. Todas las cartas se pusieron no en un proyecto,
sino en una persona que salvaría al país. Por eso las cabezas de la derecha se
derrumbaron en lo más íntimo de su ser en la noche del 4 de septiembre de 1970,
a pesar de que se perdió por muy poco.
Paradojas
de la vida. Algo similar le está sucediendo a la Concertación en estos años.
Pone todos los huevos en una canasta, la de la ex Presidenta Bachelet, que por
cierto tiene muchas probabilidades de ganar las próximas elecciones
presidenciales. En lo demás, en la Concertación reina el mayor desconcierto. Es
verdad que en Chile la izquierda tiene más lenguaje político que la derecha, y
por eso es menor el riesgo que presenta de hundirse en la confusión total, como
la derecha en 1970. Pero, ¡cuánto se ha descendido desde el aplomo de los años
de Ricardo Lagos! No es asunto de personalidad política, sino de la imagen y de
la palabra acerca de qué se quiere de Chile. También, es más que ingenuo pensar
que la candidata debe estar por sobre toda crítica, y que no se plantee en la
campaña su reacción la madrugada del 27-F. Una multa de tránsito a un camión de
la Papelera, de la que era presidente, bastaba para que a don Jorge se le
armara un escándalo.
En
la Concertación, junto a la incomodidad por haber desarrollado la estrategia
económica y política a partir de 1990 que continuó un diseño ya existente, se
suman tentaciones semiconfesadas por avanzar a posturas más audaces, o que se
tienen por tales: forzar la igualdad teórica y finalmente falsa; extremar los
cambios legales en los debates de valores, en vez de alcanzar posturas
razonables; creer que ya existe una "energía limpia"; fe en el
"milagro económico" de multiplicar los panes; un temor casi reverencial
a no ser vetados por el exiguo Partido Comunista. En parte, aquí se revela la
dificultad que existe para definir lo que es ser de izquierda hoy, y lo cómodo
de escuchar cantos de sirena de otros ejemplos latinoamericanos, que nadie
seriamente puede considerar que tengan una respuesta para el mundo de hoy.
Tomado de Diario El Mercurio del martes 12 de junio de 2012.
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