Despejándole
el Camino a la UP II,
por Hermógenes Pérez de Arce.
Todo se está dando para la reedición de la
Unidad Popular. Salvador Allende advertía, en su primer Mensaje al Congreso
Pleno, que si sus reformas revolucionarias no eran aprobadas, podría sobrevenir
la violencia. Michelle Bachelet, creyendo seguro su triunfo, hace lo mismo al
advertir entre líneas que si sus propuestas no son acogidas, el trastorno será
inevitable.
A Allende lo conocíamos, o debíamos conocerlo,
porque por una parte hablaba de democracia y por otra declaraba públicamente
(en su entrevista a Regis Debray), "nuestro objetivo es el socialismo,
marxista, científico, total", es decir, todo lo contrario de la democracia
que prometía de la boca para afuera. Si se lee la biografía de Michelle
Bachelet, de Andrea Insunza y Javier Ortega, se comprobará que ella pertenece a
la extrema izquierda, como que colaboró con el MIR y tuvo proximidad máxima con
el FPMR, aparte de haber militado en el PAIS, formado alrededor del comunismo y
que estaba a la izquierda de la Concertación, en las elecciones de 1989.
Pero sabiendo o debiendo saber todo eso, el
país entero tiende la alfombra roja para la llegada de la segunda UP, presidida
por ella. En la primera UP lideraban socialistas y comunistas y en la segunda
también, aunque parte de los socialistas han cambiado de nombre. La estrategia
del Gobierno también se ha prestado para la reedición de la UP. Pues el régimen
propuso unas primarias que no cumplían ninguna función útil salvo la de poner
al país sobreaviso del cataclismo que se viene: la Nueva Mayoría o UP II obtuvo
el 71 por ciento de los votos y acreditó que, dentro de ella, el único partido
con credenciales democráticas admisibles, la DC, camina hacia la
insignificancia, con apenas un 8 por ciento. Mientras tanto, la Alianza obtenía
un 28 por ciento de los votos, lo cual no sólo constituye un anticipo de
"muerte anunciada" en la contienda presidencial, que así se
resolvería en primera vuelta, sino una "muerte presunta" en el nivel
parlamentario, pues para evitar los doblajes y la aplanadora unipopulista en
ambas cámaras se requeriría más del 33 por ciento.
Es verdad que de un total de 13 millones de
electores potenciales sólo votaron tres millones, pero lo único que cabe
presumir de los demás es que siguen la misma tendencia de la muestra recogida
el 30 de junio. Esos diez millones de chilenos que miran todo esto con
indiferencia, seguramente sienten que no tienen nada qué perder y lo único seguro
es que sus cerebros han sido metódicamenete lavados durante veinte años por la
izquierda, con la complicidad de la derecha, preparándolos así para favorecer a
aquélla y no a ésta.
Los que confían en que Michelle Bachelet es una
candidata moderada supongo que habrán dejado de hacerlo ante la imposibilidad
de lograr que ella siquiera se pronuncie contra la moción más radical, la
"madre de todas las trampas" --surgida de entre sus propios
asesores-- de dar vuelta el tablero y convocar por decreto a una asamblea
constituyente, lo cual es inconstitucional. Ella declara que no está a favor de
la asamblea constituyente, pero que tampoco la rechaza. Es decir, otro
"paso". No está a favor ni en contra, de modo que es lícito concluir
que nada hará por impedirla.
En el orden tributario ha anunciado un aumento
de la carga tributaria de 8.200 millones de dólares, 3 por ciento del PIB, que
pasarán de manos de los particulares a las de la burocracia. Y no es cierto que
eso vaya a mejorar la educación. Los recursos estatales para ésta se han
cuadruplicado en estos siete años y su mala calidad sigue siendo la excusa para
que la gente se vuelque a las calles a subvertir el orden. Eso no va cambiar.
La revolución seguirá su curso. Sólo habrá más dinero para la burocracia proveniente
de mayores impuestos pagados por las pymes, que perderán regímenes especiales;
por los agricultores y transportistas, que dejarán de beneficiarse de la renta
presunta; por los compradores de viviendas, a quienes se subirá el IVA; por los
accionistas de sociedades anónimas, tenedores de fondos mutuos accionarios y
trabajadores afiliados a las AFPs, que verán disminuido su patrimonio por el
aumento del impuesto a las empresas; por los deudores, que deberán pagar más
impuesto de timbres; por los dueños de vehículos diésel, que pagarán más por el
combustible, lo mismo que las industrias que lo utilizan; y hasta por los
consumidores de pisco y vino, que sufrirán el aumento del impuesto a los
alcoholes; pero, y lo más importante, la plata vendrá de la captura del FUT, el
ahorro privado de las empresas, que suma un PIB completo y que es una de las
bases del crecimiento chileno de las últimas décadas. Ése sí que será un
torpedo bajo la línea de flotación de la economía de mercado. El
contador-auditor Francisco Donoso Aracena escribe hoy en "La
Segunda", sobre la propuesta de liquidar el FUT: "en todos los
análisis hechos públicos, se ha planteado sólo teoría legal y estadística y no
se ha explicado nada acerca de la forma práctica cómo se pretende llevar a cabo
una reforma tributaria de esta índole. Allí estará el quid del asunto".
Pero yo ya sé cuál será el quid: plata sustraida al ahorro privado para ir a
manos de los funcionarios de la UP II.
Y la Alianza no va a se capaz de defender al
país de todo eso, porque está dividida, trizada. Hoy mismo Andrés Allamand puso
su interés electoral personal por sobre el de apoyar al triunfador de las
primarias, para mejorar sus exiguas posibilidades frente a la candidata de la
UP II. Él y sus ad láteres habían prometido que no se presentaría como
candidato a senador. Tenía el compromiso de trabajar por el triunfo de
Longueira. Pero cambió de parecer y se ha presentado como candidato a senador,
sin siquiera hacerlo donde habría sido mejor para la Alianza (una zona en riesgo
de doblaje) sino precisamente donde este riesgo no existe. Lo único que le ha
importado es posicionarse para 2018. Él, como todos los que ambicionan la
Presidencia más que ninguna otra cosa en la vida, ha aprendido que en Chile los
que insisten en presentarse para alcanzarla terminan haciéndose de ella.
Salvador Allende, tres veces derrotado, bromeaba acerca de su epitafio:
"Salvador Allende, futuro Presidente de la República". Sebastián
Piñera la persiguió a principios de los '90, pero fue sorprenido en una
"piñericosa" que frustró sus expectativas. Intentó en la elección
siguiente, pero Lavín le resultó demasiado rival y se alejó de la campaña.
Luego volvió a tratar en 2006 y fue derrotado en segunda vuelta. En 2010 la
cuarta fue la vencida. Entonces Allamand cree que la porfía al final da su
fruto. Puede que tenga razón, pero este año esa ambición suya resulta fatal
para su sector.
Así, todos parecen trabajar para el
advenimiento de la UP II. Entonces, no nos quejemos después, cuando ella ya
esté en el poder.
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