A pesar de que Chile tiene todos los argumentos
legales e históricos a su favor, Bolivia ha explotado magistralmente las
comunicaciones y el uso de argumentos “sensibleros” para convencer a muchos de
su alegato.
Chile debe
mejorar su Diplomacia pública,
por Karin Ebensperger
Ahrens.
Chile ha tenido una política exterior seria a
través de su historia, de respeto al derecho internacional, y un comportamiento
comercial reconocido. Pero hoy en día eso no basta para una defensa eficiente
de la soberanía y del interés nacional. Se requiere una estrategia
político-comunicacional, porque los enormes cambios tecnológicos han hecho
surgir un nuevo fenómeno en las relaciones internacionales: el concepto de
opinión pública mundial, que influye fuertemente en la percepción que se tiene
de un país. Chile no ha sido eficiente en eso.
Observemos el caso de Bolivia: a pesar de que
Chile tiene todos los argumentos jurídicos a su favor, La Paz ha ido
introduciendo en la opinión pública (prensa, ONG, algunos organismos
multinacionales, personeros internacionales, etcétera) la idea de que tiene
"derechos y reclamaciones legítimos", que ahora incluso llama
"expectaticios". Y se presenta como un David oprimido por un Goliat:
Chile.
No se conocen en igual medida los múltiples
ofrecimientos de Chile, ni la negativa peruana, ni se explica que el Tratado de
1904 fue ratificado por el Congreso boliviano sin presiones más de dos décadas
después de terminada la guerra de 1879, ni los pagos y concesiones que Chile
hizo en esa época, ni los aportes que sigue haciendo en los puertos que Bolivia
usa en Chile.
En el mundo es cada vez más gravitante el soft
power. Se trata de convencer audiencias más que de imponer una política. Por
eso la llamada Diplomacia pública ( public Diplomacy ) gana espacios en las Cancillerías
modernas. Chile debe mejorar ese aspecto. La política exterior no solo debe
hacer bien la tarea, sino que además debe saber presentarla ante la opinión
pública. Una política exterior exitosa hoy es la que logra imprimir en el
público una cierta percepción.
De ahí que este fenómeno debe ser incluido como
prioritario en la Cancillería, porque aun el mejor trabajo de política exterior
puede ser alterado si la percepción de la opinión pública mundial es
desfavorable a Chile.
Bolivia, sin presencia internacional mayor
-pero con una política exterior majadera, que hay que reconocer ha sido
coherente en su propósito-, ha logrado unir a ese país tras una sola meta: el
mar. Incluso a costa de empobrecer a su pueblo, al negarle por décadas la
posibilidad de acuerdos modernos de intercambio, que habrían beneficiado a
ambas naciones.
Para lograr esa percepción internacional,
primero hay que tener una coherencia interna en Chile: contactar a personas
claves, líderes de opinión en sus respectivas áreas, para que conozcan la
memoria histórica de la Cancillería. Se trata de crear conciencia sobre los
intereses permanentes del país y su percepción externa con parlamentarios,
periodistas, académicos, profesores, exportadores, entre otros; explicarles la
necesidad de esa política de Estado y realmente creer en ella. Hay que
convencer a las respectivas audiencias. Por ejemplo, los empresarios que
exportan podrían ser parte activa en esta percepción. Todas las personas que
estén en los cargos estratégicos deberían ser informadas de las políticas
permanentes del país. Es más: en cada Ministerio debería haber alguien en
contacto constante con la Cancillería, como parte de un trabajo sistémico, que
involucra a todos.
Recordemos: en cada caja de manzanas o de vinos
exportada, en cada tonelada de cobre que sale al exterior, se refleja todo el
"sistema Chile": la calidad de sus trabajadores, empresarios,
carreteras, policías, puertos, etcétera. Y sobre todo se refleja la seguridad
política con que Chile se desenvuelve en el mundo, de ahí la importancia
transversal de la Cancillería.
La mejor política exterior es la que logra
apoyar el interés nacional en el mundo. Hoy implica imprimir en las audiencias,
en la llamada opinión pública mundial, una cierta percepción favorable al país.
Sobre todo en los asuntos limítrofes que se exponen ante Tribunales
internacionales. Esa percepción pesa mucho, además de los tratados firmados y
los acuerdos comerciales. La soberanía nacional depende cada vez más de una Diplomacia
pública eficiente.
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