A 50 años de la elección de Frei Montalva,
por Gonzalo Rojas Sánchez.
Cuando la
Democracia cristiana obtuvo el primero de sus dos más resonantes triunfos en
las urnas, la elección Presidencial de Eduardo Frei Montalva el 4 de septiembre
de 1964, (el segundo sería la tremenda votación obtenida en marzo del 65 al
pedir un Parlamento para Frei) la colectividad era un joven partido con menos
de una década de vida, aunque sus orígenes se remontaban a una indefinida fecha
de finales de los años 30.
La idea
inicial había sido noble y buena: ofrecer a los católicos una opción distinta
del Partido conservador del que provenían, rompiendo así el monopolio de
representación que parecía tener la antigua colectividad. La Falange aquella de
los 30, parecía abrir un cauce para quienes quisieran poner la doctrina social
de la Iglesia en primer lugar de los instrumentos para la construcción del bien
común.
Pero
desde la elección de Frei -con el poder en las manos, en la cabeza y en el
corazón- la DC develó sus tres defectos fundamentales, tres comportamientos que
la perjudicaron gravemente.
En primer
lugar, el clericalismo: en vez de inspirarse en la doctrina social de la
Iglesia, se tomó a su jerarquía como una especie de Gabinete en las sombras,
(pero aliado, no opositor).
En
segundo lugar, el sectarismo: el que no pensaba en demo era un católico
reprobable, no tenía el auténtico espíritu cristiano. Y si era agricultor,
estaba en pecado mortal.
Y en
tercer lugar, la indefinición. Nunca se supo qué era la propiedad comunitaria o
la cogestión, ni cómo se organizarían esos vínculos solidarios desde el Estado
que las reformas estructurales de Frei buscaron imponer.
Hoy, en
buena hora, del clericalismo, a los democratacristianos de nuevo cuño no les
queda nada. Pero el problema es que han pasado a la vereda del frente. La
mayoría son unos secularizadores entusiastas.
Hoy, en
mala hora, a los democratacristianos de nuevo cuño se les acabó el sectarismo.
Son aliados hasta de los comunistas.
Hoy, en
mala hora, la DC sigue siendo indefinida y volátil en su proyecto de sociedad.
O más bien, ¿tiene alguno?
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