Como en el chiste de don Otto estamos pensando
en vender el sofá...
Modelo
chileno y chiste alemán.
por Gerardo Varela.
Steve Jobs decía que para entender la vida
había que unir los puntos. Con la historia pasa igual.
El libro "Los Descubridores", de D.
Boorstin, enseña cómo pequeños avances tecnológicos tuvieron efectos
gigantescos sobre la historia del hombre, desde la brújula hasta el telescopio.
El 2013 se cumplen 40 años del Golpe, pero también 100 años desde que el
químico alemán Fritz Haber inventó el proceso de fabricación del salitre
sintético.
El invento de Fritz tuvo efectos devastadores
sobre la economía chilena, que vivía del salitre y que incluso había peleado
una guerra por él.
A partir de la masificación de ese invento, el
consenso económico chileno en torno al liberalismo, que impregnaba desde el
Código Civil hasta la función del Estado, desapareció. El golpe de gracia a ese
consenso se lo dio la crisis del 29, que hizo dudar al mundo entero respecto
del capitalismo. Todos los países empezaron a experimentar con modelos
alternativos a la democracia capitalista y conocimos la expansión del fascismo,
del comunismo y sus derivados, con sus secuelas de odio, opresión y violencia.
Nuestro nuevo consenso fue darle al Estado el
rol de motor del desarrollo. Así el Estado llegó a tener desde hoteles hasta
empresas azucareras, lo que representaba más del 50% de la economía. Para
financiarse, el Estado se endeudó hasta que no le prestaron más; se gastó la
plata de las pensiones hasta que no quedó nada; emitió dinero hasta que la
inflación se hizo insoportable. Los empresarios competían por los favores del
Estado, y no por los de los consumidores. La calidad y el precio de un producto
o servicio no eran el origen de la riqueza, sino que conseguir del Estado una
protección arancelaria, un subsidio o una fijación de precio conveniente. Del
mismo modo, los sindicatos consiguieron desde los carnés portuarios hasta la
propina legal.
Ese modelo de Estado y economía entró en
decadencia sin alcanzar la gloria y colapsó con Allende, que con su delirio
aceleró lo que era inevitable: su derrumbamiento. Las crisis económicas siempre
generan crisis políticas y esta no fue la excepción.
Nuestro modelo pre-73 terminó con la pérdida de
fe de todos los actores en nuestra democracia, porque no fue capaz de generar
prosperidad, convivencia civilizada y protección de derechos. Todos los
chilenos eran demócratas, pero a nadie le gustaba la democracia que tenían, y
por eso la violencia invadió las calles. Llegamos a ese punto por un consenso
económico errado y por una izquierda desilusionada de la democracia, de la
economía privada, y que trató de armar una revolución a la cubana, en medio de
la Guerra Fría, en el patio trasero de EE.UU.
Desatada la violencia, todos se armaron, y por
eso en 1973 a nuestro modelo político y económico lo mataron entre varios. Unos
por demasiado revolucionario; otros, por demasiado burgués. Los militares solo
le extendieron el certificado de defunción. Después devino la tragedia, porque
si los goles de la U se gritan en la reja de la Garra Blanca, el resultado de
la violencia es tan previsible como reprochable.
Desde el año 1990 consensuamos otro
"modelo", al que se acusa de estar en crisis. La verdad es que los
chilenos debemos estar orgullosos del modelo de economía privada que tenemos,
que ha sacado a millones de la pobreza, generando empleo, prosperidad y estabilidad
a nuestra democracia. Si no queremos vivir crisis políticas y económicas de
verdad, no inventemos una crisis de mentira del "modelo".
El modelo en crisis es el de la gestión del
Estado en seguridad, salud y educación pública. Eso reclaman los chilenos en la
encuesta CEP, y en eso tenemos que trabajar soluciones inteligentes. Si
queremos solucionar la calidad universitaria regalándola; mejorar los colegios
públicos desfinanciando a los subvencionados; arreglar la salud pública
gastando más en un hoyo negro; garantizar la seguridad debilitando el orden
público y el rigor de la ley, nuestros problemas de los últimos cien años
habrán empezado con el invento de Fritz y finalizado con la solución de don
Otto, que para terminar con la infidelidad de su señora vendió el sofá donde la
consumaba.
2 comentarios:
Con la salvedad de que Don Otto, constató la infidelidad de su esposa; en nuestro caso nos cuesta muchísimo reconocer el que estamos inmersos en un sistema consumista y que nuestra identidad nacional es prioritariamente "aparentadora" por lo que nos obligamos nosotros mismos a participar de la vorágine del consumismo, cayendo redonditos en las trampas que el modelo nos coloca como cebos atractivos pero que no nos reporta nada a nuestra vida.
Esto del chiste de don Otto y la columna son el fiel reflejo de nuestro actuar. cada vez que se comete un error, se termina embarrandola mas.
a modo de ejemplo, Allende, al ver que la inflación subia desmedidamente, creyó solucionarla "lanzando más circulante a las calles" pero ese circulante, sin oro que lo respalde, no logró solucionar el desabastecimiento y menos bajar la inflacion, la empeoró y con ello el Escudo se devaluó hasta no valer ni siquiera el papel en el que estaba impreso.
El capitalismo ha sido, con sus virtudes, defectos, y crisis uno de los sistemas económicos más estables y perdurables en el tiempo.
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