Hasta las elecciones Presidenciales y
parlamentarias la nueva mayoría actuó casi monolíticamente, eran otros tiempos,
hoy se conducen como una montonera en la que abundan las puñaladas por la
espalda y las descalificaciones son permanentes.
LA
NUEVA PILLERÍA: VERDADERA MONTONERA…
Hace
solo unos meses, hasta la llegada de Bachelet a La Moneda, en la política
chilena era posible ver una nueva mayoría (conocida nacionalmente como nueva
pillería e internacionalmente como nueva mediocridad) que actuaba de manera
monolítica y a una oposición total y absolutamente dividida y hasta cierto
punto atomizada.
Hoy
las cosas han cambiado, la nueva mayoría no solo dejó de ser un bloque cohesionado,
es ya normal y corriente ver a sus personeros peleándose por la prensa y
comienzan a aparecer fisuras ideológicas con los malos proyectos de cambios que
está presentando el Ejecutivo, que son claramente estatistas y liberticidas.
La
reforma tributaria lograron aprobarla con “fórceps”, presionando a quienes
consideraban, y el tiempo les ha dado la razón, que el proyecto era malo, que
frenaría las inversiones, que paralizaría la economía y que aumentaría de
manera drástica la cesantía, produciendo un desmoronamiento de las expectativas
de los chilenos.
Algunos
se preguntarán ¿Qué pasó si todo estaba en el programa? el programa fue hábilmente
construido en base a consignas y vaguedades, al llevar a proyectos de Ley las
materias debieron ser aterrizadas, demostrando que sin lugar a dudas sus autores,
básicamente Arenas y Eyzaguirre, más la Presidente, eran una pandilla de
improvisadores.
Sin
lugar a dudas la guinda de la torta la ha puesto el sectario partido comunista,
que no ha dudado en atacar con fiereza a sus socios, provocando problemas de
Gobernabilidad al Gobierno de Bachelet. Es lo mismo que hicieron en el Gobierno
de Gabriel González Videla, que los puso fuera de la Ley y en el de Allende, al
que llevaron al desastre.
El arcoíris
que tenía como logotipo la concertación se está desvaneciendo por los “vientos
de guerra” que ha desatado la colectividad de la hoz y el martillo, la que, a
pesar de hacer gárgaras afirmando que son democráticos, muestra con una
inaudita fuerza sus afanes totalitarios y no duda en morder las manos que le
han llevado a situaciones de poder.
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