Asnos, nobles animales, pero porfiados. Nuestros políticos son unos burros chapuceros, ineptos y poco honestos. |
El Burro
hablando de orejas.
Escuchar el Senador Jaime Quintana, o al Vocero
Álvaro Elizalde, al Ministro Rodrigo Peñailillo, a Ricardo Lagos, al Senador
Guido Girardi o al Representante Alejandro Navarro, entre otros, o a la mismísima
Michelle Bachelet hablando de credibilidad o de transparencia nos recuerda esa
frase del “burro hablando de orejas”, que implica que ellos quieren transferir
a otros las características o defectos que tan característicos son en ellos.
Es absolutamente cierto que la clase política está
muy mal evaluada por la ciudadanía, lo que es razonable por sus actuares, pero,
la solución para prestigiar a esta necesaria actividad no pasa por achacar a
otros los defectos propios, sino que por Legislaciones que terminen con la
impunidad ante la Ley que tiene esta clase dorada y por la aplicación de
sanciones fortísimas para aquellos que se aparten de la Ley, la ética y las
buenas costumbres.
Consideramos que para dignificar la labor
pública es preciso iniciar los cambios por establecer delitos electorales
punibles, sean estos el financiamiento ilegal de las postulaciones o alcanzar
cargos de elección popular por medio de la demagogia, entendiendo como tal
promesas incumplibles o que no hay interés en cumplir, transgresiones que
simplemente deben ser sancionadas con la revocación de los mandatos.
Como en todos los trabajos los Representantes
del pueblo, partiendo por el Presidente de la Republica, pasando por los
Congresistas, Ediles, Concejales o Cores, deben tener funciones precisas,
asistencia obligatoria a las sesiones que les corresponda, y tener actividades
que puedan ser evaluables claramente, con una productividad importante, acorde
a sus remuneraciones, y sanciones ejemplares al no cumplimiento de sus deberes
legales y ciudadanos.
La dignificación del Servicio Público, si con mayúscula,
debe congregar a los mejores y a los más capacitados, cerrándose la puertas a
aquellos que a pesar de tener una verba atractiva no tienen las capacidades
intelectuales, los valores necesarios ni los conocimientos requeridos para
funciones tan delicadas como las de fiscalizar los actos de la administración o
hacer y aprobar las Leyes que afectarán o beneficiarán a una importante parte
de nuestros connacionales.
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