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martes, 13 de enero de 2015

El Burro hablando de orejas.

Asnos, nobles animales, pero porfiados. Nuestros políticos son unos burros chapuceros, ineptos y poco honestos.





El Burro hablando de orejas.


Escuchar el Senador Jaime Quintana, o al Vocero Álvaro Elizalde, al Ministro Rodrigo Peñailillo, a Ricardo Lagos, al Senador Guido Girardi o al Representante Alejandro Navarro, entre otros, o a la mismísima Michelle Bachelet hablando de credibilidad o de transparencia nos recuerda esa frase del “burro hablando de orejas”, que implica que ellos quieren transferir a otros las características o defectos que tan característicos son en ellos.


Es absolutamente cierto que la clase política está muy mal evaluada por la ciudadanía, lo que es razonable por sus actuares, pero, la solución para prestigiar a esta necesaria actividad no pasa por achacar a otros los defectos propios, sino que por Legislaciones que terminen con la impunidad ante la Ley que tiene esta clase dorada y por la aplicación de sanciones fortísimas para aquellos que se aparten de la Ley, la ética y las buenas costumbres.


Consideramos que para dignificar la labor pública es preciso iniciar los cambios por establecer delitos electorales punibles, sean estos el financiamiento ilegal de las postulaciones o alcanzar cargos de elección popular por medio de la demagogia, entendiendo como tal promesas incumplibles o que no hay interés en cumplir, transgresiones que simplemente deben ser sancionadas con la revocación de los mandatos.


Como en todos los trabajos los Representantes del pueblo, partiendo por el Presidente de la Republica, pasando por los Congresistas, Ediles, Concejales o Cores, deben tener funciones precisas, asistencia obligatoria a las sesiones que les corresponda, y tener actividades que puedan ser evaluables claramente, con una productividad importante, acorde a sus remuneraciones, y sanciones ejemplares al no cumplimiento de sus deberes legales y ciudadanos.


La dignificación del Servicio Público, si con mayúscula, debe congregar a los mejores y a los más capacitados, cerrándose la puertas a aquellos que a pesar de tener una verba atractiva no tienen las capacidades intelectuales, los valores necesarios ni los conocimientos requeridos para funciones tan delicadas como las de fiscalizar los actos de la administración o hacer y aprobar las Leyes que afectarán o beneficiarán a una importante parte de nuestros connacionales.