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viernes, 30 de marzo de 2012

Analfabetos “funcionales”.






Analfabetos “funcionales”,
por Margarita María Errázuriz.


Es realmente sorprendente que en pleno siglo XXI una sociedad como la nuestra, que se precia por estar en las puertas del desarrollo, no haya sido capaz de impulsar oportunamente los cambios que el país requiere. Ahora éstos están siendo exigidos por los sectores afectados y ello tiene costos más allá de satisfacer a sus demandas. Ninguno de nosotros —sea gobernante, representante del pueblo, líder de opinión o simple ciudadano— puede decir que no estaba al tanto de las puntas de iceberg que aparecían por todos lados mostrando serias falencias.


Mirando hacia atrás, cuesta entender que no nos hayamos inmutado ante la pérdida de confianza en la autoridad y en las instituciones; la demanda por una mayor participación en la toma de decisiones; el ahogo de los padres por las deudas contraídas para pagar la educación de sus hijos; la necesidad de recursos en las regiones. Todos estos problemas no fueron considerados, a pesar de que la falta de confianza y el reclamo por la poca participación en la toma de decisiones afectan a la democracia, y que tanto la educación como un desarrollo equilibrado del territorio nacional son ejes críticos para nuestro crecimiento. A estas alturas, es válido preguntarse qué nos pasó como país.


A muchos extraña que haya descontento si hay grandes logros económicos y si, en general, cada uno de nosotros está mejor que años atrás. A mi parecer, hemos estado tan preocupados por crear una plataforma económica personal y a nivel de país para poder despegar, que no hemos pensado en nada más. Esa mejor vida que hemos logrado, para sostenerla y ampliarla, exigía un desarrollo social equivalente. Creemos que preocupándonos de las políticas sociales, teniendo un sistema de protección social, vamos por el camino correcto para alcanzarlo. No es así. Estas medidas constituyen sólo una de sus dimensiones —la más evidente— porque incorpora a los servicios sociales a la plataforma que hemos estado preocupados de crear. Eran del todo necesarias, pero la columna vertebral del desarrollo social es su cultura democrática y cívica. Sin ésta, la economía y los beneficios sociales no tienen una base sólida sobre la cual asentarse. Y en este campo somos prácticamente analfabetos funcionales. Lo aprendido no sabemos practicarlo y, lo que es peor, creemos que carece de importancia. Es más, a veces tenemos actitudes que no contribuyen a consolidar dicha cultura. Un buen ejemplo son las sonrisas de muchos cuando los estudiantes saltaban sobre la mesa de una de las comisiones del Congreso. Fue considerado un episodio divertido, sin reparar en que se socavaban los valores y la convivencia democrática.


Hasta ahora en nuestro país el desarrollo social ha sido el pariente pobre. Días atrás, conversando con un amigo sobre la falta de apoyo a la investigación social, el menor interés relativo por formarse en ciencias sociales y la escasa valoración de estas disciplinas, me decía que la razón era simple: si no contamos con esos esfuerzos, sin esos profesionales y su aporte, no pasa nada, la vida sigue igual. Para mí hoy está a la vista que es justo al revés: la causa de los problemas y de las movilizaciones actuales es que hemos postergado el desarrollo social. Por ejemplo, no contamos con un desarrollo institucional que permita solucionar los conflictos al margen de tribunales y fórmulas legalistas para resolver litigios. Necesitamos crear canales de conversación ciudadana institucionales; incorporar una visión cívica a nuestra convivencia y asumirla con responsabilidad; hace falta la tan mentada y poco comprendida amistad cívica. Contar con estos recursos cambia el fondo y la forma de los problemas.


Con esta reflexión me gustaría abrir un intercambio de ideas, una conversación sobre el desarrollo social y nuestra cultura cívica. Nos hace falta debatir y aportar formas de abordar este tema y ponerlo en la agenda de nuestros intereses y preocupaciones.


jueves, 29 de marzo de 2012

Carrera docente y sector particular subvencionado.




Carrera docente y sector particular subvencionado,
por María Paz Arzola.


Se envió el proyecto de ley que establece una carrera docente y mayor autonomía para el sector municipal, junto con más exigencias para ingresar a la profesión en todo el sector subvencionado. Se busca alinear responsabilidades y atribuciones, pues el actual Estatuto Docente centraliza las decisiones de contratación, despido y remuneración de profesores, aunque son los sostenedores y directores los que pueden hacer el mejor diagnóstico y evaluación, y los que deben responder por los resultados de los establecimientos. Como consecuencia. los docentes no son hoy recompensados por su buen desempeño en el aula, ni tampoco se incentivan las buenas prácticas. La institucionalidad de la educación municipal es la que se rige por el Estatuto Docente, y es por lo tanto la que se ve afectada por la problemática recién descrita.


Los colegios particulares subvencionados, por su parte, no enfrentan este problema, pues tienen un dueño que debe responder por los resultados y que a su vez tiene las atribuciones para gestionar sus recursos económicos y humanos. Esta autonomía y la debida rendición de cuentas han permitido que en promedio obtengan mejores resultados que el sector municipal. Además, no están protegidos de la fuga de alumnos en caso de malos resultados, y si fracasan, deben cerrar. Más aún con la implementación de la Agencia de Calidad, encargada de velar por el cumplimiento de estándares , y la Superintendencia, que fiscalizará el uso de los recursos públicos. No es por tanto necesario imponer a sostenedores privados un sistema de evaluación y remuneración centralizado: ya hay incentivos para que se tomen voluntariamente medidas para contar con buenos profesores.


En segundo lugar, si las remuneraciones del sector municipal suben, el sector particular subvencionado, que debe al menos adoptar el sueldo mínimo del nivel de desarrollo inicial, de todas formas tendrá que ir más allá si quiere competir por buenos profesores; de lo contrario, los mejores se irán al sector municipal. De esta forma, el aumento de la subvención previsto para financiar las mayores remuneraciones se justifica para ambos sectores.


Sin duda las modificaciones propuestas apuntan en la dirección correcta, pues permiten llevar a cabo una descentralización pendiente y, lo más importante, permiten que los profesores sean recompensados de acuerdo a su verdadero aporte. Si bien persisten aspectos centralizados, se entiende que éste es un proceso gradual hacia la completa autonomía. La idea de incluir al sector particular subvencionado en la nueva carrera docente en nada ayudaría, sino todo lo contrario: quitaría libertades a esos colegios y pondría más rigideces justamente donde lo que se busca es flexibilidad.



viernes, 23 de marzo de 2012

A mitad de camino...


A mitad de camino,
por  David Gallagher.


Hace un par de semanas, el Gobierno llegaba a la mitad de su mandato. No me detuve en el hecho, porque quería escribir sobre el homenaje que le preparábamos en el CEP a Jorge Edwards, con la participación, entre otros, de Mario Vargas Llosa. En realidad, al estar con Edwards y Vargas Llosa en el CEP, me di cuenta de que su presencia juntos en el país era un buen punto de partida para analizar los primeros dos años de Sebastián Piñera. Porque ambos lo apoyaron mucho.


De hecho, en enero de 2010, a días de la segunda vuelta, los dos participaron, con Piñera, en un acto en la Biblioteca Nacional. Recuerdo haber pensado entonces que ningún otro candidato de derecha podría haber suscitado el apoyo de estos dos prestigiosos escritores. Y allí surge una clave para reflexionar en lo que ha significado Piñera como Presidente hasta ahora: él es distinto a cualquier otra alternativa que pudo haber tenido la derecha, al extremo de ser el único candidato de gusto suficientemente universal para haber llegado a la Presidencia. Acostumbrada a operar en un sistema electoral en que un candidato puede llegar al Congreso con sólo un cuarto de los votos, la derecha no estaba equipada para obtener una mayoría absoluta. La visión de Piñera hizo la diferencia. Visión que comprendía ser más abierto de mente en temas "valóricos", y más preocupado de complementar el desarrollo económico con medidas sociales. Dirán algunos que eso no es ser "de derecha" (aunque lo sea en casi cualquier otro país), pero sólo una centroderecha como la de Piñera, con su énfasis más en "centro" que en "derecha", podría haber ganado.


Esa derecha más universal la ha ido consolidando Piñera desde La Moneda, con una secuencia de iniciativas concretas, como la del acuerdo de vida en pareja o la del ingreso ético familiar, tomadas sin sacrificar logros más tradicionales para el sector, como el de un crecimiento económico sólido y un aumento sustantivo en el empleo. Desde luego el bienio no ha sido perfecto, pero el saldo es positivo. Las comunicaciones del Gobierno son deficientes y se han cometido errores políticos, pero ha habido avances sociales y económicos contundentes, que con el tiempo se van a notar y apreciar más. Por otro lado, el Gobierno, siempre pragmático, ha sido sólido y sabio en materia de política internacional.


¿Y las protestas?


Pareciera que en un país en el estado de desarrollo en que está Chile, cada logro abre nuevos apetitos. La gente quiere más, y la que tiene más, descubre que no es tan feliz como se imaginaba. De allí la bronca de tantos chilenos ahora. Por otro lado, en Chile la gente era demasiado sumisa antes. Ahora se ha ido al otro extremo: siente rabia no sólo contra cualquier autoridad, sino hasta contra sí misma, por haber sido tan obsecuente alguna vez. Es un proceso profundo que se está dando en el país, uno que a la larga puede ser muy sano, si bien no hay duda de que es muy difícil para un gobernante.


¿De verdad alguien cree que este proceso se habría congelado con Frei? ¿Que los problemas de Piñera con los estudiantes o con Aysén se deben a que la gente le tiene tirria a la derecha y añora a la Concertación? Hay quienes albergan ese mito, pero lo desmiente la votación que tuvo Piñera, y la escuálida tasa de aprobación de la oposición.


La verdad es que a Piñera le favorece toda comparación con la oposición, que no sólo es odiosa con el Gobierno: reniega de su propio pasado. Cree que para reconquistar el poder se tiene que izquierdizar, a pesar de que los votantes en Chile gravitan hacia el centro. Mientras Piñera se acerca a ese centro, la Concertación se aleja de él. Es la receta para que se reelija la centroderecha. Eso sí que coronaría con éxito un segundo bienio que promete ser auspicioso.


Tomado de Diario El Mercurio de Santiago.

jueves, 22 de marzo de 2012

La hora ha llegado: Biopolítica y aborto.




La hora ha llegado: Biopolítica y aborto
Por Cristián Vargas,

Director Instituto Superior de Bioética
U.Católica de la Santísima Concepción

Una reciente publicación en el Journal of Medical Ethics (JME) ponía en alerta a la comunidad científica internacional al plantear la tesis de que el infanticidio y el aborto se justificarían éticamente por la misma razón, incluido el caso de recién nacidos sin enfermedad, debido a que tanto los no nacidos como los recién nacidos no compartirían el mismo estatus moral de alguien como Ud. o como yo, que puede leer esta columna. Otro artículo, publicado en el British Journal of Psychiatry (BJP) en octubre de 2011 y titulado Aborto y salud Mental: síntesis y análisis cuantitativos de las investigaciones publicadas durante 1995-2000, concluía lo siguiente: "Las mujeres que se habían sometido a un aborto experimentaron 81% de mayor riesgo de presentar problemas de salud mental, estimándose que cerca del 10% de la incidencia de estos problemas de salud mental pueden ser atribuibles al aborto. Las estimaciones de riesgo más fuertes ocurrieron cuando se comparó aborto con embarazo llevado a término y cuando los desenlaces se relacionaron con abuso de sustancias y comportamiento suicida".


El debate actual sobre el llamado "aborto terapéutico" en el Parlamento no obedece, en términos generales, a una situación de necesidad, como los datos epidemiológicos nos lo señalan -Chile tiene la segunda mortalidad materna más baja de toda América-, sino más bien al interés ideológico de llevar adelante una agenda moral fundada en el materialismo práctico, que no reconoce a todo ser humano -como en el artículo del JME-, independiente de su condición de salud o de edad, como un fin en sí mismo.


La tragedia del aborto y sus consecuencias no pueden dejar indiferente a nadie en nuestra sociedad -la evidencia de que un aborto no es inocuo para la mujer está señalada en el artículo del BJP-. Por ello, las propuestas en el ámbito legislativo que buscan dar reconocimiento al aborto incorporarían por vía jurídica a nuestro ethos social elementos ajenos al sentido común, a los conceptos de no dañar y no matar, sin reconocer el valor de la vida humana de la madre y del hijo, generando un manto de duda aún mayor en la creciente desconfianza entre médicos y pacientes, y tensionando gravemente también el rol garante del Estado en salvaguardar la vida de todo ser humano.



miércoles, 21 de marzo de 2012

Reforma tributaria y principios, por Germán Concha Zavala.




Reforma tributaria y principios,
por Germán Concha Zavala.


En la discusión que se ha venido dando en las últimas semanas sobre una reforma tributaria, algunos han planteado la necesidad de prestar especial atención a los principios involucrados en esta clase de materias. En ese contexto, parece apropiado tener en cuenta las consideraciones siguientes:


En primer lugar cabe preguntarse a quién se reconoce primacía: ¿a la persona o al Estado? Si se estima, tal como lo hacen las bases fundamentales que configuran nuestro ordenamiento institucional, que el rol fundamental en el desarrollo les cabe a las personas, entonces no parece lógico que la primera reacción sea demandar más recursos para que el Estado intervenga. En décadas pasadas, Chile fue pionero en la búsqueda de soluciones privadas para los problemas públicos. No se ve por qué haya que abandonar ahora esa lógica. De ahí la importancia de que la obligación de probar recaiga en quien propone la intervención estatal, de manera que ésta sólo se admita cuando se haya demostrado, previamente, que ella resulta indispensable.


No hay que olvidar que, al aumentar los tributos para financiar una mayor intervención del Estado, se está afectando a las personas doblemente: por una parte, se les priva de recursos que podrían haber usado libremente, y, por otra, se restringe su campo de acción al aumentar el del Estado.


En segundo lugar, es necesario dimensionar el impacto que la carga tributaria tiene en la propiedad privada, cuya protección es uno de los elementos centrales de nuestro ordenamiento institucional. Desde antiguo se ha reconocido el grave poder que representa la denominada potestad tributaria. Es por ello que se la ha sometido, también desde antiguo, a controles.


En este contexto, no parece argumento suficiente para justificar el alza de un tributo el que se afirme que quienes se verán obligados a pagarlo cuentan con los recursos suficientes para hacerlo. Primero, porque sería absurdo (además de contrario a derecho) establecer un tributo que no se pueda pagar. Segundo, porque tal argumento parece implicar la muy peligrosa lógica de que el derecho de propiedad sólo ha de ser respetado respecto de quienes no superan un cierto nivel de patrimonio (la historia de Chile muestra cuán graves pueden ser las injusticias que se cometen cuando se sigue por ese camino). Y, tercero, porque ese argumento favorece que operen los incentivos perversos que aparecen en general cuando algunos (en este caso, quienes fijan un tributo) resuelven sobre el destino de los recursos de otros (en este caso, quienes lo pagan).


En tercer lugar, hay que revisar cómo se compatibilizan las alzas tributarias con el respeto a la libertad individual. Cabe preguntarse si puede el Estado privar a una persona de lo que ha obtenido con su esfuerzo personal, pretextando que con dicha privación se hace posible redistribuir los bienes de manera que ellos queden repartidos conforme a un esquema que ha sido predefinido por el propio Estado. ¿Hasta qué punto puede hacerse tal cosa sin desconocer la libertad de las personas? 


Resulta muy importante tener en cuenta que el peso de los tributos golpea de manera más fuerte precisamente a aquellos que están tratando de reunir un patrimonio suficiente para ser económicamente independientes del Estado (lo que no deja de ser esclarecedor cuando se revisa qué líneas de pensamiento tienden a ser más proclives a las alzas de tributos). Es por ello que, precisamente para proteger principios, parece apropiado comenzar una discusión acerca de una reforma tributaria preguntando cuáles son los tributos que se van a reducir.



martes, 20 de marzo de 2012

Dios no está de más.




Dios no está de más,
por Luis Eugenio Silva.





Los últimos papas y pensadores de muy diversas tendencias vienen afirmando que el fondo de la crisis de Europa y Occidente es valórico. Se vive una especie de guerra de culturas que tienen antagónicos conceptos del hombre. Las respuestas a las preguntas de qué es el ser humano y cómo ha de vivir van desde el materialismo más puro hasta, aunque minoritariamente, el espiritualismo. Y la fuerza del Evangelio se enfrenta con una corriente que ha dejado a Dios de lado, y así, como decía San Agustín, al no conocer a Dios, no se conoce al hombre, y podemos hacer de él lo que se quiera.


En el siglo XIX, grandes figuras antiteístas (Feuerbach, Marx, Nietzsche, entre otros) buscaron desenmascarar las razones, raíces y génesis de la idea de Dios, ubicándola en una conciencia, para ellos, equivocada o absurda. Pensaron que así Dios saldría de la cultura y las religiones sucumbirían; también pensó algo así Comte antes que ellos: la ciencia lo explicaría todo. En el siglo XX, estas ideas pasaron a ser generales. Se fue pasando de una cultura de la fe a la de la increencia o indiferencia; de un mundo tenido como creación divina, a uno hecho por la mano humana y la ciencia. Así se habría cumplido el «Dios ha muerto». ¿Pero ha sido todo así? No lo parece. Las religiones continúan y el cristianismo, a pesar de sus crisis, está vivo y operando, si bien es cierto que parte del mundo vive como si Dios no existiera.


Durante enero y febrero he releído el enjundioso tratado de Olegario González de Cardedal, eminente teólogo español. Su título es «Dios», y estudia las consecuencias de no haber hablado rectamente del insondable misterio divino, que para la Iglesia tiene rostro en Jesucristo. Siendo graves los escándalos sexuales o los administrativos, y fundamental superarlos, los grandes desafíos que ha de enfrentar la Iglesia son tres: a) se ha terminado con la última utopía, el marxismo; b) la información está llevando a una universalización y transformación de las conciencias humanas, y c) el desencadenamiento de las diversas formas de violencia como método para la solución de los conflictos.


Hoy, cuando la crisis económica mundial pretende ser corregida por mandatos económicos de los poderosos, es cuando la Iglesia, con un lenguaje fiel a Cristo, pero moderno y que interprete la situación, ha de reencantar al mundo con su doctrina del ser humano, valioso en sí y no por lo que pueda crear o producir. Este lenguaje aún no lo tiene y debe buscarlo, pues es su hora, la de presentar las raíces de la crisis humana: el egoísmo y la avaricia, y sus efectos en la economía.


Se constata que es una realidad la universalización y transformación de la conciencia por los sistemas de comunicación rápidos y cambiantes. Esto es valioso pero puede causar daño. Véase la propaganda o las insinuaciones que se originan en las masas cuando son ambivalentes. Así, la comunicación, en sí valiosísima, ha permitido el reino del subjetivismo absoluto. La opinión personal autónoma es la regla. Las encuestas pasan a ser lo normativo, y se transforman en esquemas de códigos morales. Aquí la Iglesia, en vez de rechazar y condenar, en primer lugar debe ver el lado positivo de lo realmente subjetivo y, desde el corazón mismo de la comunicación, los auténticos valores que han de conformar los juicios de conciencia. ¿Es la nueva Evangelización el camino? Esperemos que sí. Cuando la doctrina eclesiástica se abrió al aristotelismo, en el siglo XIII, fue algo difícil y no fueron pocos los que lo rechazaban. Ahora estamos en una situación semejante ante la cultura del la conciencia subjetiva absoluta. No se debe mostrar temor, sino más bien precaver lo que puede ser negativo; es decir, una denuncia positiva. La Iglesia es depositaria del Verbo, palabra creadora, y debe usarlas con audacia y fe.


También hoy asistimos a una escalada de violencias, en los fundamentalismos religiosos y en las conciencias. Se debe condenar desde las más burdas hasta las más sutiles formas en que esa violencia se manifiesta, pero la Iglesia es siempre optimista ya que sabe y cree que un espíritu superior la guía, a pesar de la fragilidad humana. Von Balthazar, uno de los más grandes teólogos del siglo XX, amigo de Juan Pablo II y de Benedicto XVI ha dicho algo profético: “Nada ha dado fruto jamás en la Iglesia sin haber nacido de la tiniebla de un largo período de soledad, para salir a la luz de la comunidad”.



domingo, 11 de marzo de 2012

NanaLandia, Nanny State, por Hernán Felipe Errázuriz.



NanaLandia, Nanny State,
por Hernán Felipe Errázuriz.


Los sajones motejan como “Nanny State” al Estado que pretende controlar a los adultos como si fueran menores de edad, como si estuvieran en una guardería infantil. Sus promotores son partidarios de prohibiciones absurdas respecto de decisiones tan personales como la alimentación.


Probablemente, “nana” es una traducción del inglés nanny: las encargadas de alimentar y disciplinar a niños y niñas británicos, equivalentes a las abnegadas empleadas de casa particular de nuestra legislación laboral. Algunos legisladores quieren ser y tratarnos como si fueran nanas o nannies. Para eso no fueron elegidos, y estamos más que maduros como para aceptarlo.


Un senador quiere presidir y transformar a Chile en un Nanny State. Podría ser la primera nana del país, al menos en materia de comidas: pretende imponer por ley que las cartas de los restoranes detallen sus platos con la cantidad y porcentaje de calorías, grasas, azúcares y sodio. Poco más y nos enviarán inspectores para fiscalizar lo que cocinamos en nuestras casas. De otros partidos y ministerios lo apoyan en su cometido no tan light. Intrusos, estatistas y populistas los hay en todas partes. Sus sueños serían dietas y cartas acordes con los gustos oficiales, ojalá a precio único, fijados por la autoridad. Difícilmente con los porcentajes de grasa impresos en los menús se erradicarán la obesidad, la diabetes y otras enfermedades no transmisibles.

Hay políticas sanitarias más racionales que esas y más respetuosas del derecho de los adultos a elegir libremente sus comidas.


Perjudicados serán los pequeños y medianos empresarios gastronómicos, que deberán someterse a la fiscalización, las multas y el costo de dudosas certificaciones de los componentes de los alimentos. Para sortear las aberrantes regulaciones, muchos podrían reducir las porciones, repetirse y dividir sus ofertas en varios platos separados: el bistec a lo pobre podría separarse en la carne, las papas y el huevo frito para cumplir con las calorías aceptables para el servicio de salud. ¿Se salvaría el pequén, chilenísima empanada de cebolla sola? En vez de menús, tendremos recetarios interminables. Sólo a los que les gusta ejercer su derecho a la comida sabrosa y abundante les compete decidir y asumir las consecuencias.


Antes de obligar a detallar las calorías, grasas y sodio de los insumos de cada plato ofrecido por los restoranes, imagine exigir a los parlamentarios y colegisladores que patrocinen iniciativas semejantes que acompañen certificados de salud física y mental. Semejante información ayudaría a la transparencia y la sanidad nacional más que un menú con los porcentajes calóricos.

jueves, 8 de marzo de 2012

27F: Bachelet se equivocó antes, durante y después, por Sergio Melnick.




27F: Bachelet se equivocó antes, durante y después,
por Sergio Melnick.



La exhibición de los videos de la noche del terremoto ha causado una triste sensación pública. Finalmente murieron 525 chilenos más 25 desaparecidos, y quizás algunos o muchos podrían haber vivido. Hay varios altos funcionarios públicos procesados por la justicia, que demuestran que el manejo no fue apropiado, quizás negligente, al menos cuestionable. Para mí simple y claro: fue incompetente. La responsabilidad política final de tanto desacierto es sin duda de Bachelet, la entonces Jefe de Gobierno. La tremenda comedia de equivocaciones e incompetencia que ocurrió en esa oportunidad fue encabezada por Bachelet, como todos ya lo apreciamos en el video.



La Concertación, de manera airada, trata infructuosamente de defender lo indefendible de la ex Presidenta, como si ésta hubiese hecho una actuación impecable. Sostienen que se trata de una orquestada "maniobra" política para demoler la imagen de Bachelet. Pero lo claro es que lo hizo muy mal, tal como fue el caso del Transantiago, Sename, EFE, ENAP, la economía, la inversión, y tantas otras cosas que no vale la pena reiterar ahora. Ya habrá tiempo.



En el caso del terremoto, Bachelet se equivocó antes, durante y después.



Se equivocó antes, porque la ONEMI básicamente no estaba preparada para lo que debía haberlo estado, en un país que sufre recurrentemente de terremotos. El aparato estatal de emergencia, simplemente no funcionó como se requería, y esa era parte de su responsabilidad como Jefe de Gobierno. Es su trabajo, esa era su administración. La ONEMI estaba dirigida por una persona nombrada por Bachelet, que, en lo más elemental, no tenía las competencias necesarias para la función. Su especialidad eran las comunicaciones y no administrar las emergencias. Nadie entiende con qué criterio se la designó. Aun así, ahora sabemos que ella, con antelación, había mandado mails, solicitando financiamiento necesario para la ONEMI, al asesor más directo y personal de Bachelet, los que no tuvieron eco alguno. Bachelet -o el asesor- no entendía que el financiamiento de los equipos tecnológicos, sin recursos para instalarlos y operarlos, era exactamente lo mismo que no tenerlos. Bachelet, además, le echó la culpa del problema a la Universidad de Chile. Para la Concertación ella nunca es responsable de ninguno de los estropicios que generó, pero toda la evidencia de su mala gestión es elocuente.



También se equivocó durante el episodio, lo que en parte lo hemos apreciado en el video que muestra lastimosamente a la ex Presidenta mascando chicle, absolutamente desorientada, sin atinar a nada, y sin dejar tampoco que otros pudieran atinar, ya que de hecho el Presidente se transforma en el jefe del lugar una vez que aparece ahí. Lo que más le interesaba, al parecer, era un helicóptero para ir con periodistas al lugar, lo que era absolutamente inútil. Era sólo vistoso. Bachelet estuvo paralizada y simplemente frente a las dudas, no tomó la decisión evidente de decretar la evacuación, para lo cual, aunque fuese sólo como precaución, estaba ampliamente justificada por la magnitud del terremoto. Hoy, además, sabemos que la alerta de tsunami sí estuvo vigente por casi una hora. Pero nadie supo interpretar la información, nadie supo qué hacer, nadie supo qué preguntar, nadie hizo nada en definitiva antes de que fuese demasiado tarde.



Finalmente, Bachelet se equivocó después, ya que la experiencia señala que frente a esas tragedias las dos primeras grandes prioridades son tratar de garantizar el abastecimiento y la seguridad pública. Pero la ex Presidenta, por razones ideológicas añejas e inaceptables, simplemente no tomó las decisiones necesarias para garantizar la seguridad y todos fuimos testigos de los saqueos y otras graves situaciones en la zona, por un tiempo demasiado largo. Fue una vergüenza. Finalmente hizo lo obvio, que era acudir a la ayuda de los militares.



Hasta la fecha, Bachelet aún no habla de sus desaciertos en el terremoto. Tampoco ha respondido por la educación, y tantos otros malos manejos de su gobierno. Incluso en el tema del Transantiago trató de esbozar una justificación, planteando que su intuición le decía que la cosa iba mal, pero igual no tomó decisiones adecuadas. Ricardo Lagos dijo, asombrosa y cobardemente, que había sido perfectamente bien diseñado pero mal implementado. En fin. Nadie en la Concertación defiende a Lagos porque no es carta presidencial. Pero Bachelet sí lo es. Para mí, ojalá lo sea para que empiece alguna vez a dar las explicaciones públicas que necesitamos. La lista es muy larga.


 
Bachelet efectivamente tiene mucha popularidad, aunque ésta baja lentamente. Pero ahora ya sabemos que popularidad no es sinónimo de buen gobierno, y también ocurre al revés.