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sábado, 29 de octubre de 2011

Inician proceso contra Garzón.


Inician proceso contra Garzón.





Creemos que entre las noticias importantes de la jornada, de las que hay muchas, está la que informa que el Juez español Baltasar Garzón deberá responder ante los Tribunales por las escuchas telefónicas ilegales que ordenó en el ejercicio de la Magistratura.



No es este el inicio proceso que afecta al otrora Juez estrella de España, pues, aunque no se ha fijado fecha para el procesamiento del sujeto, tiene otra querella por prevaricación, el delito más fuerte de que se puede acusar a una persona encargada de impartir Justicia.



Este mediático Magistrado se hizo famoso en el bullado proceso que intentó, a nuestro juicio de manera ilegítima, de incoar contra el ex Presidente y Senador Chileno Augusto Pinochet Ugarte, el que fue detenido en Gran Bretaña por una orden de detención emitida por Garzón.



Creemos que en este caso se está haciendo carne en el Juececillo hispano esa sentencia bíblica que señala que el que a hierro mata, a hierro muere, pues ahora, en otrora poderoso magistrado socialista debe enfrentar a las Cortes para responder de sus propias inequidades.



Esperamos que este pretencioso personajillo, que tantas veces abusó del poder que se le confirió, sea sancionado con el máximo rigor que las Leyes permitan y que termine sus días en esas prisiones a las que intentó mandar a inocentes para satisfacer sus afanes de publicidad.


viernes, 28 de octubre de 2011

La clave es la actitud Por Sergio Melnick.


La clave es la actitud

Por Sergio Melnick.





La polarización crece y crece, y el pronóstico es cada vez más sombrío. ¿Se estarán dando cuenta nuestros políticos? La violencia en cualquiera de sus manifestaciones es la antítesis de la democracia y de la educación. En Chile ya podríamos hablar casi de tendencia, cuando los tres últimos ministros de Educación han sido agredidos: Mónica Jiménez, Joaquín Lavín y ahora Felipe Bulnes. La Cámara debe ser desalojada, porque donde se debe dialogar llevan público que vocifera e insulta. El Senado es invadido y paralizado. Los encapuchados se toman la ciudad y ya van 600 o más carabineros heridos. Hay saqueos y destrozos de la vía pública. La líder de los estudiantes universitarios —que no representa a los más vulnerables, que van a las universidades privadas y centros técnicos— dice que a Chile lo gobiernan los saqueadores. Los políticos simplemente ya no se escuchan entre sí. El tono sube, y las palabras sacan palabras.



Si les creemos a las encuestas, la ciudadanía ya no respeta a su clase política. El presidente del Senado, más que currículo, pareciera tener un prontuario: escándalo de facturas falsas, intento de manipulación de la justicia, abuso de autoridad por excesos de velocidad, pronósticos sombríos de epidemias, abuso del envío de cartas a través del Congreso, validación de la violencia en la toma del Senado y ahora, además, un fuerte llamado al orden por el Colegio Médico. Según Tomás Mosciatti, administra además una máquina de favores a través del partido, el tipo de política que agotó a la población y le hizo perder las elecciones a la Concertación. Y es la segunda autoridad del país. Quizás a él se refería la líder estudiantil.



Por su parte, los adultos renuncian a su responsabilidad esencial y no les ponen límites básicos a los niños y adolescentes. Los adultos, básicamente, no estamos “educando” a nuestros jóvenes. Los rectores de las universidades públicas salen a protestar con sus alumnos, y por cierto ahora no son capaces de iniciar las clases: perdieron su autoridad y sus estudiantes no les tienen respeto. El Colegio de Profesores tiene un presidente con arranques racistas, que ha perdido también toda autoridad. Cuando los encapuchados se refugian en los campus y desde ahí lanzan bombas incendiarias, los rectores no hacen nada ni permiten que la fuerza pública entre a buscar a esos delincuentes. En fin, los jóvenes están todavía en formación, tienen aún poco conocimiento, casi sin experiencia de la vida, y creen saber más que sus padres y profesores. Simplifican la escurridiza realidad precisamente porque son jóvenes y eso está bien, pero ¿qué hacen los adultos?



La sabiduría es naturalmente escasa en la juventud, y es justo la clave de las sociedades evolucionadas. Por ello no las dirigen los más jóvenes. De hecho, en nuestra Constitución se requiere tener al menos 40 años para postular a la Presidencia. Detrás de eso hay una razón poderosa: hay ciertos tipos de conocimiento que requieren de la experiencia, aunque los jóvenes ciertamente rechazan esa premisa, porque son jóvenes como todos lo hemos sido y lo hemos pensado así.



Los estudiantes quieren educación pública y gratuita. Es legítimo pero debatible en sus múltiples complejidades y por cierto en la esencia. Hay opiniones diversas, y para eso está el Congreso. Los estudiantes quieren que los colegios fiscales dependan del Ministerio de Educación. Legítimo, pero podrían estar equivocados ¿o no? Quieren el fin al lucro, confundiéndolo con la codicia. Legítimo, pero hay opiniones muy diversas al respecto. Los estudiantes simplifican todo en blanco y negro, porque no tienen información ni experiencia para ver las tonalidades y sus complejidades. Quieren nacionalizar los recursos naturales. De nuevo, legítimo, pero hay muchas opiniones igualmente válidas. Creen que todas las respuestas son sí o no, y que se zanjan en plebiscitos. En fin, son aún estudiantes. Son los adultos los que fallamos, y en particular los líderes del país.



El camino hacia el éxito de nuestra sociedad pasa por un cambio de actitud de todos. No se trata de ver las cosas como esto versus lo otro, sino esto y lo otro. La inclusión y la tolerancia son la clave, no la polarización. En lo que está pasando, todos llevamos una cuota de responsabilidad, pero obviamente la tienen un poco más los líderes, que simplemente no están dando el ancho, no nos están proporcionando gobernabilidad.



La actitud y el respeto no dependen de nadie más que de nosotros mismos. Por eso son la gran clave para partir.

jueves, 27 de octubre de 2011

Vuelve la no-violencia activa, por Gonzalo Rojas Sánchez.


Vuelve la no-violencia activa, por Gonzalo Rojas Sánchez.



En su blog, Luis Mariano Rendón se define a sí mismo como activista de la Tierra. Y en su última actuación -opacada por las filigranas de Girardi sobre la prudencia y el diálogo-, Rendón ha encabezado al grupo que invadió la sede senatorial. Sin arrugarse, definió la correría de adultos y adolescentes que culminó en escalamiento de mesa, escupitajos y gritos desaforados, como un acto de no-violencia, de desobediencia civil. Afirmó textualmente: "Lo que realizamos fue un acto no violento, pero un acto enérgico contra la clase política".



Es el sofisma perfecto; es la publicidad engañosa; es lo que Jorge Millas llamó, con fina claridad, una "máscara de la violencia". Y, además, es cuento viejo, porque los partidarios de la no violencia han fallado siempre al tratar de exponer en qué se diferencian sus procedimientos de los violentos. Se trata -nos dicen- simplemente de no usar la violencia en la vida social. Suena bien, obvio y grato, pero bajo mirada escrutadora, es simplemente falso.



Primero, conceptualmente. La expresión no-violencia activa -o no-violencia enérgica, si queremos seguir a Rendón- tiene toda su fuerza en el adjetivo "activa", el que, agregado a la dupla de palabras original, no modifica precisamente el sentido de la expresión "violencia", sino que más bien se contrapone con el vocablo "no". A ambos lados de la palabra "violencia" han quedado un "no" y un "activa" que se equilibran entre sí, simplemente para hacer más atractiva la no-violencia a "los activos".



Pero el problema se aclara mucho más en el plano de los hechos.



Porque negar la violencia, usar la no-violencia, debería consistir en la renuncia a todo método que ejerza una presión sobre la voluntad ajena, se exprese físicamente o no, la apliquen directamente los individuos o se valgan de estructuras e instituciones para hacerlo.



Entonces, en la práctica, ¿es la no-violencia una renuncia a toda forma de presión sobre la voluntad ajena? La respuesta viene justamente de los actos, de lo activo, de lo "enérgico" en palabras de Rendón. Porque esos actos debieran consistir -si de alejarse de la violencia se tratara- en una intensificación del diálogo, en un mayor grado de participación inteligente, en una más profunda dinámica racional. Tendrían que ver en la posición ajena siempre una razón y una voluntad con las que relacionar la propia.



Pero no fue así en la invasión del inmueble y en la interrupción de la sesión. Hubo, por el contrario, un evidente desprecio por la posición ajena, a la que se consideró una barrera que era necesario derribar; no se usó la razón, no se dialogó, no se confrontó la propia postura con la del ministro, con la de los parlamentarios, con la de los rectores. Todos, unos más, otros menos, eran simplemente el obstáculo.



Un rector en general complaciente con las movilizaciones y en particular pasivo frente a la agresión de que eran objeto todos los reunidos, tuvo al menos la percepción clara de lo por venir: "Ministro, abandone la sala o lo pueden agredir", fue el consejo que no le gustó dar, pero que lo salvó tanto de la complicidad como de la eventual solidaridad.



Se comprobó así una vez más que existe una sucesión casi inevitable -incluso a veces una simultaneidad- entre los actos supuestamente no-violentos y los más propia y definitivamente constitutivos de violencia física.



Cuando a ambos lados de la palabra violencia se tachan el "no" y el "activa", aquélla queda desnuda en su maldad. Se descubre que pretendía presentarse con los falsos ropajes del pacifismo; que pretendía golpear, pero acusando al agredido de haberse provocado su propio daño, por intruso, por entrometido.



De ahí al fusil, hay poco tiempo.

miércoles, 26 de octubre de 2011

¿Derrota definitiva de ETA?


¿Derrota definitiva de ETA?



De no haber mediado la muerte de Jaddafi, habría tenido una resonancia aún mayor el anuncio de la organización terrorista ETA (Euskadi Ta Askatasuna, Patria Vasca y Libertad) sobre el "cese definitivo de la actividad armada". Si las palabras se ven confirmadas por los hechos, se está ante un punto de inflexión aparentemente irreversible, tanto en la carrera violentista de esa entidad, jalonada de cruentísimos crímenes, como para la historia de España.



El balance de su sangrienta trayectoria a lo largo de 43 años es de 829 muertos, víctimas de un fanatismo separatista que nació en 1959, con la fundación de ETA, que abrazó la vía armada a partir de 1968, con su primer atentado. Desde entonces, la violencia y la muerte pasaron a formar parte de la vida diaria de los españoles.



Aunque en el pasado ETA ofreció treguas que rápidamente sus propios miembros se encargaron de romper, el reciente anuncio parece dar más garantías. No sólo habla de un "cese definitivo" de la violencia terrorista en forma incondicional, sino que también solicita "un diálogo directo" con el gobierno para resolver las "consecuencias del conflicto". En otras palabras, esto significa revisar la situación de los presos y de los etarras en la clandestinidad.



Desde su surgimiento, este grupo terrorista buscó en el franquismo una justificación para sus actos. Sin embargo, la llegada de la democracia a España no significó un cambio en sus métodos. Sus intentos de transformarse de grupo terrorista en una guerrilla al estilo latinoamericano jamás pudieron concretarse, por obvia incongruencia con la realidad europea.



Pero, más allá de la extremosidad o irrealismo de sus aspiraciones -aunque la aspiración a un País Vasco independiente sigue viva en grupos que pueden convocar a manifestaciones numerosas-, lo determinante en su fracaso fue la energía con que los sucesivos gobiernos españoles de todos los signos políticos la enfrentaron, sin vacilar ante el reproche ocasional de algunos respecto de esa firmeza. La galvanización del espectro político español contra la violencia aisló a dicho movimiento, y el trabajo de inteligencia e infiltración de la policía, dentro de los marcos de un Estado de Derecho, acabó desarticulando las células más peligrosas. También fue decisiva la cooperación entre las autoridades de España y Francia, que impidió que ETA siguiera utilizando el territorio galo como refugio, como ocurrió en etapas iniciales.



En una Europa en que grupos terroristas como las Brigadas Rojas, la banda Baader-Meinhof o el IRA ya son historia, ETA es un fósil muy debilitado, pero que se niega a desaparecer. Por eso, es imprescindible que las autoridades mantengan su firmeza. ETA ha ofrecido poner fin a sus atentados, pero no ha planteado su disolución ni mecanismos que garanticen su desarme. Y está la arista pendiente del derecho a la justicia de las víctimas y sus familias.



El gobierno que sea elegido dentro de un mes deberá llevar adelante esta tarea con especial cuidado. La paz parece más que nunca al alcance de la mano, pero aún no ha sido ganada.



(Tomado de Diario El Mercurio de Santiago)

martes, 25 de octubre de 2011

Binominal, por Adolfo Ibáñez.


Binominal,

por Adolfo Ibáñez.





El binominal la lleva. Todos los políticos lo denuncian. ¡Cómo no! ¡Si es el culpable de todos los males del país! Nuevamente un asunto complejo ha sido transformado en consigna. Con el agravante de que hoy todos lo culpan de males tan monstruosos como vagos.



Un poco de historia. El sistema fue delineado durante el gobierno militar, ¡la horrenda dictadura!, para no recaer en la irresponsabilidad anterior que había llevado al país de tumbo en tumbo. Se buscó el equilibrio entre mayorías y minorías para asegurar la estabilidad e impedir los quiebres con cada nuevo gobierno.



Los senadores institucionales fueron su complemento. Mientras existieron, se debió recurrir a los consensos. Su supresión fue el primer zarpazo para volver al monopolio de los políticos. El segundo lo constituyó el reemplazo de las vacantes en el Congreso: una oscura e inconfesable reforma que impuso la dictadura de los partidos.



El binominal obliga a un número pequeño de candidatos. Hace 20 años provocó escozor porque complicó la confección de las plantillas electorales. Luego, los que conquistaron plazas parlamentarias se acomodaron y se acabó el tema. Hoy se necesitan más candidatos y más parlamentarios para cumplir con los oscuros compromisos partidistas que comprometen a todos por igual. Tampoco interesa mantener la numerosa representación regional, porque en la política el centralismo ha llegado a los peores extremos.



Desaparecieron los institucionales y comenzó el fraccionamiento de los partidos. Cuando desaparezca el binominal regresará la inestabilidad de las coaliciones, seguida del triunfo de las posturas extremas que ya se dejan ver. Los nada edificantes espectáculos que ofrecen la Alianza y la Concertación actualmente están acotados aún por el marco de disciplina que impone el sistema actual.



Entretanto, hay millones de jóvenes (y no tan jóvenes) que no se han inscrito, dejando congelado y envejecido al registro electoral. Y los políticos no paran de sacar cuentas de si les conviene o no la inscripción automática. El sistema está enfermo no por sus mecánicas, sino porque la política sigue enredada en añejeces y no logra plantear ideas audaces pero realizables, con miras a superar abstracciones como "masas" y "estructuras" que cierran las posibilidades para la responsabilidad y los compromisos de las personas. Se necesita activar las potencialidades de cada uno, para descubrir que el camino del futuro radica en la fortaleza de la relación con los demás.

lunes, 24 de octubre de 2011

Potenciar Arica sin ceder soberanía, por Hernán Felipe Errázuriz.


Potenciar Arica sin ceder soberanía,

por Hernán Felipe Errázuriz.



Hace un año, junto al Consejo Chileno para las Relaciones Internacionales, encabezado por don Gabriel Valdés en su última intervención en asuntos públicos, viajamos a Arica para impulsar planes para el desarrollo de esa Región. Incluíamos en ellos medidas más ambiciosas, como la exención total de impuestos, al igual como rige en la Isla de Pascua; mayores presupuestos de los ministerios sectoriales, y revivir una instancia formal de coordinación interministerial para esa zona.



El abandono de Arica ha llegado a índices dramáticos de despoblamiento, criminalidad y pobreza, y a situaciones vergonzosas: sus límites terrestres, precisados en la ley que la creó, fueron finalmente eliminados por el Tribunal Constitucional, pensando ingenuamente que con ello se evitaría la demanda peruana; contingentes de soldados peruanos y bolivianos han ingresado sin ser detectados; decenas de pasos fronterizos están descontrolados; centenares de vehículos robados terminan contrabandeados a Bolivia, y anualmente ingresan miles de indocumentados, muchos involucrados en narcotráfico, provenientes de los países vecinos. Al otro lado de la frontera, Tacna florece y se puebla mediante sustanciales estímulos tributarios.



Arica podría transformarse en un polo de integración vecinal y aprovechar su potencial agrícola, minero, industrial, turístico y arqueológico. Diversas medidas buscan fortalecer la soberanía y desarrollo de la XV Región, la de mayor importancia geoestratégica, cuyos límites marítimos defendemos en La Haya.



Para revertir el abandono de Arica, el Gobierno está empeñado en un programa de inversiones y en el mejoramiento de las franquicias fiscales. A la vez, está en marcha un plan de control fronterizo que aumenta las dotaciones policiales y consulta la coordinación con las Fuerzas Armadas y la Intendencia.



Mientras tanto, en vez de apoyar las nuevas medidas para fortalecer Arica, algunos políticos vuelven a plantear negociaciones para ceder parte de sus territorios a Bolivia. Recurren a fórmulas válidas para otra época, menospreciando a la modernidad que permite integraciones vecinales y usos multinacionales de puertos, como Rotterdam, sin entregar territorios. Crean incertidumbres y falsas expectativas que ignoran que el país se encuentra comprometido a defender la soberanía de cada metro de Arica, sea en La Haya o desde el mismo morro. Eluden que las pretensiones bolivianas, según su Constitución, son reivindicatorias de amplios territorios, que no se satisfacen con la aspiración de salida soberana al mar, instrumento político insaciable de Evo Morales y otros gobernantes bolivianos.



Los legisladores y el Gobierno tienen la oportunidad de dejar su sello de compromiso con la defensa de la soberanía nacional, invirtiendo, dando seguridad y legislando estímulos al desarrollo de regiones extremas que, por miopía o desinterés, se han abandonado.

sábado, 22 de octubre de 2011

A 42 años del tacnazo....



A 42 años del tacnazo....



Ayer se conmemoró un nuevo aniversario del tacnazo, movimiento reivindicativo del Ejército, que encabezó el General Roberto Viaux Marambio, en protesta por las bajas remuneraciones de nuestros soldados y de la falta de equipamiento con que contaban las Fuerzas Armadas en momentos difíciles con nuestros vecinos del norte.


El Gobierno de Eduardo Frei Montalva, padre de homónimo actual Senador, se aprovecho de las circunstancias para usar este movimiento falseando sus objetivos dándoles una connotación de Golpe de Estado que nunca estuvo en la cabeza de quienes lo dirigieron ni en la de quienes actuaron en esta manifestación de descontento.


Dentro de la gravedad de la situación, un grupo de oficiales y soldados que reclamaban por sus exiguos salarios y porque se les proveyera de municiones para enfrentar un posible conflicto, no dejaron de haber situaciones graciosas, como la determinación de un Alcalde de sacar los camiones recolectores de basura para enfrentar los tanques “subversivos”.


El día fue tenso, las emisoras de radio y la TV informaban que tropas leales al Gobierno Constitucional rodeaban a los sublevados, el Gobierno armó un gigantesco operativo comunicacional para victimizarse y desnaturalizar el movimiento con fines politiqueros, engañando miserablemente a la población con un golpe que solo estaba en la afiebrada imaginación del Gobierno.


El General Viaux abandonó el Regimiento Tacna luego de firmarse un acta que establecía la renuncia del Ministro de Defensa, el compromiso Gubernamental de solucionar el problema económico de la Fuerzas Armadas y un reconocimiento a la colaboración del General Viaux a solucionar el problema existente.


El General Roberto Viaux Marambio, como buen hombre que era, asumió toda la responsabilidad por el acuartelamiento del Regimiento Tacna, siendo condenado en un proceso bastante amañado, al que respondió con una publicación de prensa en la que decía “prefiero ser integro en la cárcel antes que Cobarde en libertad”.


Viaux fue un gran hombre, un excelente soldado, un patriota ejemplar que entregó su carrera militar, que era brillante, por la necesidad de equipar a las Fuerzas Armadas de manera que pudieran cumplir sus obligaciones de defensa de la nación y por terminar con el absurdo de soldados haciendo otros trabajos en sus horas de descanso para alimentar a sus familias.


El General (r) Roberto Viaux Marambio falleció el 5 de septiembre de 2005 sin haber recibido de Chile el reconocimiento que merecía y sin que su nombre fuese rehabilitado, después de una grotesca campaña en su contra realizada por las izquierdas nacionales e internacionales, lo que hubiese sido de la más elemental justicia.




viernes, 21 de octubre de 2011

De la indignación al proyecto de nación, por Roberto Ampuero.


De la indignación al proyecto de nación,

por Roberto Ampuero.





Estamos ante una generación mundial de jóvenes indignados. Indignados por todo lo que es real, el mundo que heredan, el papel que se les asigna, lo que se espera de ellos. Conciben el mundo como una estafa y quieren cambiarlo, aunque no saben bien en qué dirección ni con qué respaldo social, pues su gran fragilidad estriba precisamente en la heterogeneidad y amplitud de sus demandas. El desafío mayor está en articularlas en un cuerpo coherente que pase de la crítica social a una propuesta social viable. Como toda generación, la actual supone que debe romper drásticamente con la anterior y que sabe cómo se hace. Los políticos, por su lado, aún ignoran cómo actuar ante la insatisfacción. ¿Rechazarla, cooptarla, encaramarse en la cresta de la ola? Sospecho que en los últimos 20 años la clase política chilena -concentrada en la exitosa transición democrática- no supo leer correctamente el mundo que ella misma iba creando y que termina por sobrepasarla.





Pienso en la generación hippie, que proponía un mundo de flores, hierba y amor, paralelo al dominante. Su amenaza al orden establecido consistía en que renunciaba a él. Pienso en la generación del 68, que quería construir un mundo mejor enarbolando la revolución y la utopía precisa. Pienso en la generación yuppie, jóvenes que renegaron del activismo político de sus antecesores y aprovecharon la prosperidad del capitalismo pujante, que derrotó en la Guerra Fría al comunismo. Pienso en la generación del "no estoy ni ahí", indiferente en los 90 a la política, y en los "pingüinos", defraudados por el gobierno de entonces, lo que explica en gran medida la desconfianza ante el poder político de los actuales líderes estudiantiles.





La indignación mundial surge 20 años después de la debacle del mundo comunista y cuando se suponía que el capitalismo alcanzaría su máximo despliegue. Sus demandas emergen bajo la crisis económica y gracias a la masificación de las redes sociales, pero hay más. Según los analistas Fareed Zakaria, Thomas Friedman y Michael Mandelbaum, EE.UU., vencedor de la Guerra Fría e inspirador del mundo posterior a ella, no supo leer correctamente el mundo que creó, ni aprovechar las oportunidades que éste le brindaba, ni detectar los riesgos que asomaban. De ser en 1990 la superpotencia indiscutible y admirada, portadora del modelo, hoy EE.UU. está endeudado, empantanado en guerras que no ganará, amagado económica y políticamente por China, India, Brasil, Rusia y otros países emergentes. A Europa occidental, otro triunfador de la Guerra Fría, le ocurre algo semejante.





Según Daniela Dahn, ensayista marxista alemana, tras derrotar al comunismo, Occidente perdió el competidor que lo instaba a propugnar un capitalismo eficiente pero a la vez social, una economía social de mercado que neutralizó la dimensión social del ineficiente sistema comunista. Al desaparecer la competencia, Occidente se durmió en los laureles y descuidó la dimensión social del modelo, permitiendo la primacía de intereses empresariales y bancarios, descuidando al ciudadano. El tema sería hoy: ¿Cómo recupera Occidente la competitividad y la dimensión social de su modelo? Y además -válido para Chile-: ¿Cómo se conserva la legitimidad de la representación política en una sociedad donde parte de la ciudadanía expresa su parecer sólo en coyunturas críticas y exige soluciones inmediatas? Cabe preguntarse si los indignados anhelan en verdad algo radicalmente nuevo, o sólo que acabe la crisis y el sistema sea remozado para que vuelva a generar trabajo y prosperidad. Supongo que si los indignados no logran elevar en este momento de auge una propuesta coherente y viable, que inspire a mayorías y permita cambios, el sistema los absorberá y pronto veremos a muchos -como ocurrió con generaciones anteriores- iniciando la larga marcha por las instituciones del establishment.


jueves, 20 de octubre de 2011

Alegría e indignación, por Gonzalo Rojas Sánchez.


Alegría e indignación,

por Gonzalo Rojas Sánchez.


Estuvieron a pocos metros y a pocos minutos. Los alegres por un lado, los indignados por el otro.


Ambos -no deja de ser una buena señal- caminaron hacia el poniente, hacia la línea del horizonte, aunque en Santiago no se la aprecie claramente. Podría suponerse que esa dirección común simboliza bien el anhelo profundo de unos y otros por un Chile mejor.


Sí, porque los alegres saben que en la patria hay mil motivos para la tristeza; y porque, a su vez, los indignados rebasaron las cotas del dolor, y ya no se aguantan las penas en silencio.


Pero, igualmente, no cuesta nada descubrir que detrás de unos y otros hay tan diferentes motivaciones y proyectos, que -malas noticias- no va a quedar otra que optar por la alegría o por la indignación, a no ser que se prefiera la tercera vía, la de los zombis.


Unos, los alegres, en el nombre de su fe católica, ofrecen un proyecto dos veces milenario, que ha vivido esas 20 centurias haciéndose reingeniería en lo accidental, mientras conserva una misma sustancia: un Dios para pecadores que quieran ser felices y hacer felices a los demás.


Conscientes de su propia debilidad, los alegres decidieron salir por fin a las calles a decirles a todos que tienen en oferta, a costo cero, la causa de su alegría. No se la quieren guardar, porque saben que desde Pentecostés es para el mundo entero, viva como viva el planeta: triste, belicoso, injusto, desconcertado... indignado.


Para los alegres, un indignado es siempre un desafío muy importante: ayudarle a desenredar el ovillo que ha hecho con su vida, indicarle dónde está la hebra que debe tirar primero -conversión personal la llaman los alegres-, para que los restantes problemas puedan encontrar solución, en las medidas variables en que sea posible. El alegre parte desde dentro hacia fuera, porque continuamente él mismo hace ese trabajo: desde su interior hacia su acción.


Se entiende a sí mismo, se sabe débil, pero conoce los remedios.


La proposición de los indignados es bien diferente. Su mirada está puesta en las estructuras, no en el corazón humano. Otros lo hacen todo mal, y los indignados son los únicos que creen entender cuán perversas son las políticas educacionales, medioambientales, sexuales, laborales, sanitarias, etcétera.


Alguien -muchos, quizás todos- los está agrediendo; ellos, víctimas universales, al menos creen haber logrado mantener viva la sensibilidad para explotar de indignación.


Su oferta es, por lo tanto, desde la ira, con la ira y por la ira: junten rabia ciudadanos. Pero dentro de esa coordenada única se nubla toda distinción, tienden a desaparecer los matices, sólo hay ojos para encontrar más agravios, la imaginación creativa deviene en neurótica pesquisa de nuevos males.


Para un indignado, un alegre no es un desafío: en el mejor de los casos es simplemente un obstáculo o un lastre; en el peor, uno más de los que en su alegría se burlan de las penurias ajenas. El alegre es estructuralmente un alienado, la parte más perversa del sistema de opresión, el militante de una siniestra conspiración disfrazada de felicidad.


El indignado se mueve siempre en las diversas exterioridades en que deambula día a día, pero le hace el quite a la mirada interior, a la pregunta por el sentido de su vida, porque intuye que ahí, en la búsqueda de un sobreviviente dentro de sí mismo, se pondrá de pie justo lo que él mismo rechaza: el anhelo de alegría.


El sábado pasado estuvieron a pocos minutos y a pocos metros; no se tocaron casi, pero no importa, porque van a tener la opción de vincularse ahora más claramente que nunca, en todo orden de actividades.


Y, como siempre, o triunfará la alegría o se acentuará la indignación.

miércoles, 19 de octubre de 2011

Cristina, reina de los milagros, por Joaquín Fermandois.


Cristina, reina de los milagros,

por Joaquín Fermandois.



Gloriosa y gozosa, Cristina Fernández se encamina a una victoria demoledora el próximo domingo. Tal como era hace 60 años y más, Argentina está bajo el liderazgo político de una pareja presidencial y de una fuerza política -el peronismo- que goza de excelente salud. No sólo por aquello de que "no hay muerto malo" -Evita y Néstor-, sino porque lo que se podría calificar como el "milagro argentino" se ha reproducido en la década del 2000: un crecimiento económico con vigor, en medio de políticas económicas que para muchos carecen de mayor racionalidad, pero que no obstan para alcanzar buenas tasas y beneficios sociales. Este milagro habría que extenderlo a gran parte del siglo XX, al menos a partir de 1930, con la primera intervención de los militares y, en la década siguiente, con la aparición del peronismo.





Éste surgió de un caudillo talentoso y carismático, cuyo aparato comprendía a varios sectores sociales y políticos, incluyendo una derecha y una izquierda. El general Perón, como tanto ha sucedido en la historia latinoamericana, devenido en caudillo político que nació del golpe militar de 1943, simbolizó el arquetipo del populismo criollo: retórica encendida contra un enemigo creado y criado en lo interno y externo; dádivas sociales; creación de un aparato estatal orientado al clientelismo. Había límites, y Perón -de más criterio e inteligencia que otros émulos latinoamericanos- intentó dar con una respuesta creíble, sobre todo en 1973, en su regreso triunfal y, a la vez, cargado de negros presagios. Al final fue devorado en parte por las fuerzas que él mismo había desatado.





La debilidad política ha sido crónica, en insólito contraste con un bienestar social y económico sin paralelo en América Latina, con una clase media masiva y educada, y con una atmósfera que ha hecho de su mundo urbano un verdadero ideal de convivencia y de democracia social; en otro plano, por la sutileza de su vida cultural. Poco de ello se puede decir de su política. Uno tiende a simpatizar con aquellos que fracasaron estrepitosamente, como el Presidente Arturo Illia y el cuatro veces candidato Ricardo Balbín, que entre otras cosas eran "caballeros de clase media" -en nuestra América, un producto tan argentino.





Pero la política de este país no ha constituido un punto de fuga para los latinoamericanos, al menos no en relación con lo que ha sido la sociedad argentina, su gente, la vivacidad de su arte y cultura. La crisis política se revela no sólo en sus líderes, sino en el lenguaje común de la gente, que sostiene que "todos son ladrones" (no puede ser para tanto) y que la situación "no puede ser peor" (si lo escucho desde hace 50 años, quiere decir que en lo económico entonces estaban muy, pero muy bien).





Cierto, a pesar de sus repetidas crisis, Argentina no llegó al fin de su historia. Pero lo que no ha sucedido es que este país -que hacia 1920 tenía el mismo nivel económico y quizás social de Australia o Canadá- llegara a constituir una economía desarrollada. Aquel fue el verdadero "milagro argentino", producto del vigor de su población y de la apertura al dinamismo externo en los siglos XVIII y XIX. Eso sería lo que se sacrificó con tanta crisis política y tanto tremendismo retórico, arrojando una cuota de incertidumbre no sólo para Argentina: uno se pregunta en qué medida esta frustración refleja una rémora en el inconsciente colectivo de América Latina. Brasil se encamina a transformarse en gran potencia, pero está muy en lontananza su arribo a esa categoría de la civilización moderna que llamamos desarrollo, lo que no es un puro tema económico. Argentina podía serlo y no lo fue. Más que por Evita, es por esto que deberíamos llorar.

martes, 18 de octubre de 2011

«Renovación» concertacionista: ¡La derecha tiene la culpa!, por Eugenio Guzmán.


«Renovación» concertacionista:

¡La derecha tiene la culpa!,

por Eugenio Guzmán.



Renovarse en política no es asunto fácil. Aunque se diga que allí no existen los muertos y que siempre hay modo de resucitar, lo cierto es que cualquier proceso de conversión o transformación no es trivial. De allí que, a pesar de que las derrotas electorales, cuando son dramáticas, tienden a afectar profundamente a los partidos y bloques, los políticos traten por todos los medios de evitar cambios muy drásticos, puesto que ello puede acelerar el deterioro y descomposición internos. Dicho de otro modo, los políticos intuyen que el exceso de dramatismo a raíz de una derrota puede acelerar una crisis; vale decir, es importante evitar que cunda el pánico.



En el caso del proceso político que ha experimentado la Concertación después de su derrota en 2009 no ha estado exento de propuestas tendientes a refundarla... desgraciadamente echando mano a nombres muy poco “imaginativos”, por decir lo menos. Lo concreto es que sus niveles de popularidad paupérrimos (no supera el 17% de aprobación) no hacen más que recordarle mes a mes al conglomerado que las cosas no andan bien y que lo desarrollado hasta ahora es insuficiente o al menos no ha tenido los efectos esperados. Incluso, respecto del movimiento estudiantil, que podría haber sido una tabla de salvación, en los hechos el rechazo de los propios estudiantes ha venido a agravar aún más las cosas.



Así, la Concertación ha experimentado con distintas fórmulas, algunas más exitosas que otras, pero ninguna ha redituado en mayor popularidad; más bien, podría decirse que han tenido un efecto potente en desacreditar al Gobierno, pero en modo alguno en mejorar la imagen pública del bloque. A modo de ejemplo, la tesis de la “letra chica” ha tenido una profunda repercusión sobre la desconfianza en la labor legislativa del Ejecutivo, pero no ha sido capitalizada. Asimismo, los intentos de apropiación de temas tales como el lucro (donde incluso algunos parlamentarios de derecha han tratado de subirse al carro) tampoco parecen haber surtido efecto. Por su parte, las críticas al no cumplimiento de las promesas de campaña de la Alianza no cabe duda que impactaron en el Gobierno, llevándolo a presentar o simplemente anunciar proyectos de ley de manera precipitada e incluso imprudente; no obstante, tampoco han mejorado la imagen de la Concertación. Por último, el intento de algunos sectores de “negarle la sal y el agua” al Ejecutivo, en una lógica de oposición absoluta, tampoco parece romper el dique de la indiferencia de los encuestados.



Ahora, al parecer, la nueva fórmula renovadora se encuentra en un planteamiento recurrente: ¡La derecha tiene la culpa! En efecto, en el intento de subirse al carro del malestar, surge una pregunta crítica después de los 20 años en que dicha coalición estuvo en el poder: ¿Por qué no se abordaron muchos de los temas que hoy aparecen en la agenda? La respuesta es ingeniosa: ¡La derecha no dejó gobernar! ¡La derecha no quiso hacer esto ni aquello! ¡No pudimos porque no nos dejaron hacer las cosas!



En política los argumentos deben ser simples para que tengan efecto, y éste lo es, puesto que requiere del imputado, en este caso la derecha, una explicación, la que por lo general es más compleja que la acusación. Así, a través de esta fórmula, es posible delinear un «monstruo», la derecha, y desembarazarse de toda responsabilidad. El problema es que ello no siempre funciona. A veces, los hechos valen más que los argumentos y su contraste con lo que hoy se dice impide usar tan indiscriminadamente la estrategia de culpar a la derecha. Por ejemplo, el acuerdo educacional celebrado por la Presidenta Bachelet con todos los presidentes de partido, incluidos por cierto los de la Alianza, contradice notoriamente el discurso de que la derecha no dejaba gobernar. La firma de Ricardo Lagos en las reformas a la Constitución en 2005, que lo llevaron a plantear que ella ahora expresaba “la unidad de todos los chilenos”, es otra muestra de lo mismo. Y en cuanto a los intentos de reforma electoral que no resultaron en acuerdos son otro ejemplo que requiere una explicación más profunda.



Es probable que la agenda opositora se mueva en la dirección de satanizar el pasado, atribuyendo los resultados a las fuerzas del mal (la derecha). No obstante, tendremos que esperar para ver si ello tiene efecto en la aprobación del sector o simplemente se trata de otra estrategia fallida.

lunes, 17 de octubre de 2011

Educación: ¿Quién paga el daño? por Axel Buchheister.


Educación: ¿Quién paga el daño?

por Axel Buchheister.



Compete a las fuerzas políticas poner fin a esta sangría con acuerdos realistas. La cuenta, entérese, la está pagando usted.



El movimiento estudiantil por una mejor educación se ha hecho mediante la toma de establecimientos y marchas en la calle. Ya son más de cinco meses sin clases en muchos establecimientos escolares y universitarios. También van decenas de convocatorias a tomarse los espacios públicos, que siempre terminan en violencia y destrucción.



Todo esto ha tenido un costo, que muchos identifican solamente con la destrucción que se ha visto en instalaciones públicas y privadas durante las marchas, que por cierto suman millones. Pero es mucho más. Durante la semana nos enteramos de que la rectoría de la Universidad Católica de Valparaíso decidió, finalmente, desalojar a los apenas 60 alumnos que tenían paralizadas las actividades de miles, encontrándose con graves daños en la infraestructura y en el equipamiento, amén de la simple desaparición de valiosas especies. No sólo ha quedado de manifiesto la poca civilización de quienes se supone son lo mejor de nuestra juventud, sino también pérdidas por cantidades millonarias.



El costo económico no queda ahí, porque el gobierno maneja cifras de que los destrozos en colegios y liceos a través del país ascendían a comienzos de septiembre a la no despreciable suma de $ 3.800 millones. Por otra parte, cerca de 50.000 jóvenes no se inscribieron en el plan para salvar el año y van a repetir. Felices ellos con su decisión, que sería el costo personal de mantener la lucha, pero eso obliga a tener salas y profesores para dictarles clases, afectando -al menos- la calidad de la educación de los alumnos de cursos inferiores que deberán compartirlas con ellos, que estarán más congestionadas que lo habitual. ¿Cómo se enfrentará esta sobrepoblación estudiantil en ciertos años? Eso, sin mencionar el bajo nivel de conocimiento que todos sabemos exhibirán quienes pasen clases con dicho plan.



Pero hay más, en ámbitos no imaginados: el número de voluntarios para el servicio militar este año no pasó del 70% del requerimiento, cuando en años recientes había sido el 100%. El faltante tiene que llenarse con un sorteo. El director de Movilización explicó que al estar cerrados los colegios, no hubo opción de promover la modalidad voluntaria. Una vuelta atrás en el proceso y un daño para los que no se enteraron y no se inscribieron como voluntarios (hacer el servicio tiene beneficios e incentivos que son significativos para un segmento de la población), y para los que tengan que concurrir obligadamente, lo que no estaba en sus cálculos.



El reclamo en torno a la calidad de la educación tiene base y la ciudadanía le ha dado amplio apoyo, pero llevarlo al límite y mantenerlo en forma contumaz, con pretensiones ideologizadas y extremas, no ha sido gratis. ¿Quién paga por todo el daño? A los que protestan no les importa y no tienen cómo hacerlo. Llegó el tiempo de poner fin a esta sangría con acuerdos realistas y eso compete a las fuerzas políticas. Si la misma ciudadanía que apoya el reclamo admite que se eludan responsabilidades, incluso con explicaciones olímpicas, como aquella de que durante 20 años trataron de solucionar el asunto y la derecha no lo permitió, la cuenta va a seguir acumulándose. Y entérese: la está pagando usted.

sábado, 15 de octubre de 2011

La Concertación discute su futuro.


La Concertación discute su futuro


La derrota del candidato de la Concertación en la elección presidencial de 2010 abrió en su interior un natural debate sobre las causas que la provocaron y la manera en que ese conglomerado debe enfrentar el futuro. Hasta ahora, la ausencia de un diagnóstico compartido ha conducido a una desordenada discusión sobre su composición partidista, su orientación política e, incomprensiblemente, incluso su nombre.


La distracción política provocada por ese debate y la baja aceptación que esa coalición crecientemente ha encontrado en la ciudadanía según las encuestas -ambos hechos no son independientes y se refuerzan mutuamente- hicieron que el movimiento estudiantil la tomara por sorpresa y aumentara su desconcierto interno. Carolina Tohá, presidenta del PPD, decidió condicionar su vocería rotativa del conglomerado a la constitución de un nuevo referente más amplio, que incluyese a otros partidos y movimientos políticos. Eso fue interpretado por la DC como una manera de aislarla y quitarle identidad, pues la ampliación se haría básicamente hacia la izquierda, lo que no sería bien comprendido por la base de apoyo natural a aquélla. Su presidente insistió en que la Concertación se fundó en torno al acuerdo básico entre la DC y el PS, incluso a riesgo de que los otros partidos siguieran un camino distinto.


En ese cuadro, se acordó que el 5 de octubre -fecha que conmemora el triunfo del "No" en el plebiscito de 1988, que la Concertación se atribuye como símbolo de su actuación política en los siguientes 20 años- se definiría su posición mediante un documento que contendría su compromiso ante la ciudadanía. Finalmente, éste apuntó a establecer "un relato de proyecto país" sobre la base de una "reafirmación de compromisos" del bloque, con una fuerte autocrítica a las tareas pendientes del conglomerado, pero con un espacio de ambigüedad respecto de su composición partidista, al indicar que se pretende concretar "una gran mayoría social y política" mediante una "articulación amplia de la oposición", en la que ese conglomerado profundice el debate de renovación sustentado en "ideas de futuro". En otras palabras, no hubo refundación ni incorporación de nuevos actores, sino una continuación crítica de su acción actual. Eso no satisfizo a Carolina Tohá y sus seguidores. Ella insistió en que la vía para reentusiasmar a la ciudadanía debería ser la construcción de un referente en cierto modo distinto del actual, que incorpore las voces disonantes o díscolas que han aparecido en los últimos años y que se constituya en un mejor intérprete de las inquietudes sociales.


Observado desde afuera, todo este debate tiene un sabor altamente artificial, ya que no se entiende por qué un conglomerado que ejerció exitosamente el poder durante 20 años pase de pronto a enjuiciar tan negativamente su pasado, al punto de dejarse centrar en las formalidades de su constitución casi con más fuerza que en las propuestas que ofrece a la ciudadanía. En fin, también se evidencia la dificultad que enfrenta para representar las inquietudes ciudadanas y encauzarlas adecuadamente por sus líderes.


Parte de la explicación podría estar en la excesiva esperanza que muchos dirigentes concertacionistas depositan en la ex Presidenta Bachelet como la persona que permitiría aglutinar todas las corrientes y recuperar el Poder Ejecutivo, por lo que, en última instancia, no sería tan grave enfrascarse en un debate que a muchos podría no interesar. Pero es ésta una estrategia riesgosa, en cuanto resulta extremadamente dependiente de un hecho aún incierto y de una sola figura como candidato presidencial viable. No es positiva para el país esta notoria confusión en cuanto a la constitución y las propuestas de la que aparece hoy como principal alternativa de gobierno.

(Tomado de Diario El Mercurio).