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miércoles, 31 de agosto de 2011

La obra de Pinochet por Mario Montes.


La obra de Pinochet

por Mario Montes.



Si tuviésemos que elegir una obra del las múltiples realizaciones que nos dejó el Gobierno Militar, encabezado por el General Augusto Pinochet Ugarte, sin duda nos veríamos en un aprieto, pues habría que decidir entre una reconstrucción exitosa, un cambio de la mentalidad estatista a una de trabajo, la completa reforma laboral, la Constitución de 1980 o la impecable transición de los años 1989-90.





De manera arbitraria nos referiremos al trabajo más importante emprendido por la Administración Militar, que tiene un hondo sentido geopolítico y dio conectividad a parte importante de la zona sur que había sido permanentemente abandonada por la clase política, nos referimos a la magna obra que implicó la construcción de la Carretera Austral Presidente Pinochet, que unió por tierra a Chiloé continental y a Aysén.





Cabe recordar que al año 1985 los 68 mil habitantes que tenía esa Región estaban incomunicados con el resto del país, las comunicaciones en la zona también eran complicadas pues carecían de caminos entre las distintas localidades, lo que sin duda complicaba el desarrollo de esa inmenso área, aproximadamente la sexta parte del Chile continental, y dificultaba hasta la provisión de alimentos de los lugareños.





La gigantesca obra se comenzó a construir el año 1976, por orden del General Pinochet, y el trabajo estuvo a cargo del Cuerpo Militar del Trabajo (CMT) debieron enfrentar, a punta de pala, picota, dinamita y carretillas, para abrir paso a las zanjas que más tarde se transformarían en los 1.150 kilómetros de la carretera Longitudinal Austral y en los 229 kilómetros de caminos transversales.





Después de veinte años de intenso trabajo, bajo las inmisericordes condiciones climáticas de la zona y las dificultades de un terrenos casi vírgenes, y de inmensas inversiones, se puso término, en marzo de 1996, al último tramo longitudinal, que une Puerto Montt con Puerto Yungay, las ciudades extremas de esta gigantesca obra vial, la más importante de Chile en la segunda mitad del siglo veinte.





Para entender la cuantía de la obra es necesario destacar que en ella participaron 10 mil soldados, fuera de ingenieros y personal de servicios, que se construyeron más de tres kilómetros de puentes, se removieron más de 12 millones de metros cúbicos de tierra y rocas, se utilizaron más de 500 mil kilos de explosivos, se instalaron 27 campamentos con no menos de cuatro reubicaciones para cada uno de ellos.





El territorio sobre el cual se extiende abarca desde los 41,8 grados hasta los 48 grados latitud sur, comprendiendo las Provincias de Llanquihue, Chiloé y Palena, en la X Región de Los Lagos, y la totalidad de la XI Región, “General Carlos Ibáñez del Campo”, abarcando las Provincias de Aysén, General Carrera, Capitán Prat y Coihaique, incorporando el camino transversal sur desde el río Bravo hasta Villa O'Higgins, lo que abarca una superficie total de 175.000 kilómetros cuadrados.





Llegada la democracia, luego de una transición bastante poco traumática, los cuatro Gobiernos de la concertación no hicieron nada por continuar con esta obra que da conectividad al país, siendo quizás la obra cumbre de esas Administraciones borrar del nombre de esta carretera a su mentor, por cuya “porfía” se construyó este memorable aporte al país y a nuestros colonos que dejaron de estar aislados.


martes, 30 de agosto de 2011

Reforma, por Adolfo Ibáñez Santa María.

Reforma,

por Adolfo Ibáñez Santa María.





Reformar la Constitución se ha vuelto una consigna. En ella se une el grito callejero con un anhelo profundo de los políticos de todos los tiempos. La actual forma vociferante muestra la primacía de la calle y revela una carencia de mensaje a transmitir. También sirve como disfraz para aparecer promoviendo la justicia y la felicidad.





La ausencia de líderes que muestren un camino sólido y atractivo contrasta con numerosas y disímiles personas que hoy tienen el coraje de resaltar la cordura y la sensatez frente a las protestas de estos días. ¿Reformas para qué? Para cambiar el sistema injusto y opresor, afirmarán los que vocean la consigna callejera, mientras proponen una asamblea constituyente. Para perfeccionar la democracia, dicen los políticos, planteando también la necesidad de la asamblea.





Si tienen éxito, los unos se desbandarán luego de destruido el sistema vigente. Los otros lograrán hacer más duro y excluyente su monopolio en los cargos electivos, pero no así en la conducción del país, que pasará a los más audaces. A partir de entonces, la democracia servirá para sostener un ropaje desvencijado como un espantapájaros. Y el pueblo deberá bajar la cerviz y aprender a contentarse con las migajas que le entreguen los comandantes, los discurseadores, los jefes iluminados pero inútiles para alcanzar metas que nos proyecten al futuro.





Ha sido una constante postular reformas constitucionales. Entre 1860 y 1890 fueron para afianzar el parlamentarismo, lo que no evitó la revolución de 1891. A partir de 1925 se prefirió recurrir a prácticas extraconstitucionales, a leyes contraconstitucionales y estatismo creciente para acentuar el presidencialismo. En 1980 prevaleció una orientación contrapolítica para evitar los abusos anteriores de la élite rectora, la misma que ahora la ha acomodado a sus intereses: desde que se eliminaron los senadores designados y el reemplazo de los parlamentarios por el compañero de lista, desapareció la relativa moderación y comenzó el fraccionamiento de los partidos. La institucionalidad actual tiende a sustentarse en frágiles alianzas tácticas e instrumentales que facilitan el populismo.





La responsable conducta cívica de la gran mayoría ha sido la respuesta a los que vocean consignas a título de reformas urgentes. Ahora le toca al mundo político realzar las instituciones para afianzar la estabilidad del país y señalar un rumbo convincente que aliente a los chilenos.




lunes, 29 de agosto de 2011

La izquierda mostró su siniestra dentadura... por Mario Montes.

(Consideramos que este mural,fotografiado la
semana pasada nos da un indicio claro de lo que
prentenden algunos para nuestro país).


La izquierda mostró su siniestra dentadura...

por Mario Montes.




Todo Chile ha sido testigo de cómo la izquierda chilena se sacó la máscara de la renovación para mostrar su siniestra dentadura violentista y totalitaria aprovechándose de problemas de la sociedad y manipulándolos arbitrariamente para beneficio de sus ambiciones.



Al problema de los estudiantes se colgaron con los sindicatos que manejan, las CUT es propiedad del partido comunista y la ANEF del partido socialista, adoptando un mensaje reivindicatorio hicieron petitorios llenos de generalizaciones para movilizar a la gente.




El paro subversivo de los días 25 y 25, dirigido por la CUT y algunas organizaciones afines, no tenía por objeto buscar soluciones a los problemas de los trabajadores ni de los estudiantes, fue un acto revolucionario destinado a cumplir su palabra de no dejar Gobernar a Piñera.




Ellos sabían, o debían saber, que con sus odiosas consignas el llamado a la paralización y a las marchas, como hemos visto en los últimos tiempos, se sumarían los grupos extremistas, manejados en las sombras por ellos, y los anarquistas que solo quieren destruir.



No les importó, porque a nuestro criterio, lo que ellos buscaban era conseguir que hubiese victimas a las que explotar políticamente, como efectivamente sucedió, para acusar al Gobierno de Piñera de una exagerada represión y a la Policía de excesos.




No les ha importado la estela de destrucción que han dejado a su paso ni el temor que han infundido en la población, ellos están contentos porque lograron sus objetivos, cobertura internacional y motivos suficientes para hacerse las víctimas.



Han usado como liet motiv los resultados de las Administraciones de la concertación, de los que sin duda son cómplices, una mala educación, una salud mediocre, la concentración de la riqueza, los bajos salarios, etc., para presentarse con un disfraz ovejuno.




Los chilenos debemos estar atentos, estas engañifas ya las conocimos en el pasado, y ciertamente debimos pagar una abultada cuenta social, por la demagogia y el populismo de estas hordas rojas que pareciera que nunca se cansan de intentar quitarnos nuestras libertades.



Esperamos no caer nuevamente en su siniestro juego, que solo conduce por un camino totalitario y liberticida a la ruina del país, aunque se quieran presentar con una cara moderada y democrática, son los mismos y tienen las mismas intenciones que tenían antes.




No nos equivoquemos, son los mismos que adoraban al chacal caribeño, Fidel Castro, y que ahora se han igiornado rindiendo pleitesía al tirano venezolano, Hugo Chávez, y no descansarán hasta lograr un símil de estos dictadores para nuestra Patria.


sábado, 27 de agosto de 2011

Cuidemos Chile, por David Gallagher.



Cuidemos Chile,

por David Gallagher.

Los recientes disturbios en Inglaterra se detonaron cuando una inoportuna bala policial mató a Mark Duggan, un hombre de 29 años, que había sido, pero que ya no era, miembro de una pandilla de Tottenham, un suburbio al noroeste de Londres. El incidente derivó en una protesta, con algún saqueo que la policía hizo poco en prevenir. A través de los medios sociales, corrió la voz de que se podía saquear con impunidad, y la práctica se extendió a otros barrios de la ciudad, y a otras ciudades del país. La gente retiró plasmas, computadoras, ropa, hasta agua mineral, "porque podía", según dijo después, y porque "lo estaba haciendo todo el mundo", demostrando, como en Chile después del terremoto, lo fácil que es que se desmorone el orden moral, cuando se descubre que infringirlo no tiene costo. Se comprobó, además, que los endiosados medios sociales -los que tienen tan obnubilados a tantos políticos en todas partes- pueden convocar a gente a cualquier tipo de hazaña: idealista, como en la primavera árabe, o simplemente delictual, como en el caso inglés.


Los líderes británicos tenían tan poca idea de lo que iba a pasar que estaban todos de vacaciones. Pero cuando volvieron se unieron. Porque sabían que peligra la sociedad entera cuando minorías se toman la calle, sea la que sea la razón. Un político de izquierda dijo que los saqueos eran "protestas", producto de los recortes fiscales del gobierno, pero de inmediato fue denostado por sus colegas. Ed Milliband, el líder de la oposición, dijo que su partido iba a trabajar "hombro con hombro" con el gobierno de Cameron para restaurar el orden.


Qué diferencia esa actitud con la de la oposición en Chile. Es cierto que las protestas acá han sido por causas atendibles. Pero se ha ido imponiendo en el país la ley de la calle, y la oposición, demasiadas veces, se ha plegado a ella. No es cuestión de no querer que haya protestas. En todo país democrático la protesta desempeña un rol vital. Nos concientiza en cuanto a necesidades desoídas. Incluso los saqueos ingleses han sido útiles en ese sentido, porque han destacado el drama de un lumpen juvenil que no tiene acceso justo ni a la educación, ni al trabajo. Pero de allí a que mande la calle, o a que se pretenda legislar desde la calle, hay un trecho largo. Cuando manda la calle se rompe el contrato social implícito en una democracia representativa, y nos asomamos a la guerra de todos contra todos, donde el que gana no es el que tiene las peticiones más justas, sino el más fuerte, el más audaz, el más descarado, aunque invoque a una supuesta "ciudadanía" para justificar sus demandas particulares. Eso parece que no lo entienden algunos políticos de oposición, al ser tan permeables a las exigencias callejeras, en vez de concentrarse en ejercer su responsabilidad de legislar para el bien de todos. Por cierto, no parecen percatarse de la ironía de que, al unirse a las manifestaciones, protestan contra su propio legado. Tampoco parecen entender lo surrealista que es pedir calidad de educación de la mano de profesores que se resisten a ser evaluados.


"Cuidemos Chile", decía el Presidente Lagos. Bajaba la voz, y con mirada intensa, casi en susurro, le pedía al público no tirar por la borda todo lo logrado en el país. La oposición acató el llamado, y también cooperó cuando Michelle Bachelet se postuló como víctima de "femicidio". Ahora es el Presidente Piñera el que pide que cuidemos el país. No es tarde para que la Concertación contribuya a hacerlo. Le conviene, no sólo porque al plegarse a los paros socava la institucionalidad, sino porque la agenda de extrema izquierda de los paros ya no es compartida ni por los hermanos Castro en Cuba, para qué hablar de los votantes chilenos.


viernes, 26 de agosto de 2011

El jarrón de porcelana, por Roberto Ampuero.

El jarrón de porcelana,

por Roberto Ampuero.





Al mirar a Chile estos días, tengo la angustiante sensación de que esto ya lo viví. Esto de que un sector cree que la panacea es refundar Chile, pues ya no vale la pena vivir en él. Compartí en mi juventud esa atracción por el cambio radical, eso de lanzar por la borda al país imperfecto que teníamos para construir uno infinitamente mejor. Nos inspiraba la utopía que en 1989 fue aplastada por los pueblos que la sufrieron. Los líderes de ese nuevo Chile terminaron sobrepasados en sus demandas, catalogados de reformistas. Lo demás es tragedia conocida.





Dicho esto, que surge de mi inquietud por lo que veo, aclaro: es injusto que en un país como este, jóvenes talentosos y de buenas notas no puedan ir a la universidad porque sus padres carecen de medios para financiarlos. Necesitamos becas generosas y créditos blandos, pero no financiar los estudios de quienes cuentan con recursos. También en educación exijo diversidad: transparentando su manejo las universidades públicas, y el destino de sus utilidades las privadas. Los jóvenes deben elegir dónde estudiar. Para muchos es su primera decisión gravitante en la vida.





Lo que no comprendo es que quienes administraron Chile de 1990 a 2010 afirmen ahora que en el fondo se vieron obligados a construir algo que no querían. Pero yo los vi ensalzar desde La Moneda, ministerios, embajadas y el Congreso la excelencia de la transición, la democracia de los acuerdos, la estabilidad y solidez institucional, el paso de Chile a nación desarrollada. Lo vi. No lo soñé. Todo líder puede cambiar de opinión, pero desmarcarse en un instante de la obra que construyó por 20 años perjudica la credibilidad en la democracia. En rigor, el único líder de la Concertación que se apartó de ella aún en el poder, pues a su juicio ella se había desvirtuado, fue Marco Enríquez-Ominami. Quienes lo crucificaban hasta 2010, hoy son más críticos de la Concertación que él.





Trato de entender: Acepto, entonces, que la Concertación armó por 20 años, muy a su pesar, un Chile ajeno a sus sueños. Si acepto que ella se desmarque de las sombras de la transición que coprotagonizó, quedo incapacitado para juzgarla por su pasado. Y como hoy carece de programa (está por diseñarse), tampoco puedo juzgarla por su propuesta de futuro. Se me instala así en el sueño del pibe en política: criticar descolgada de errores del pasado y sin enarbolar bandera de futuro.





Al respaldar bajo esa circunstancia las demandas de la CUT, que son legítimas aunque apunten a la creación de un Chile radicalmente nuevo en lo político, social y económico, entiendo que la Concertación las hace suyas. Es legítimo que aspire a crear un país diametralmente opuesto al actual. En ese caso nos conviene a todos que ella avance en forma pragmática en los acuerdos posibles con el Gobierno, diseñe el programa para ese Chile radicalmente nuevo, y ofrezca a la ciudadanía esa alternativa refundacional de cara a las próximas elecciones para Presidente y el Congreso. Empleando los mecanismos legales existentes, podremos escoger entre un Chile que requiere correcciones y uno drásticamente nuevo.





Algunos me sugieren que disfrute mejor la escritura y las giras y no opine de política, que se pierden lectores. Gracias. Antes que escritor, soy ciudadano. Vi lo mal que nos sucede cuando la política se va del Congreso a la calle, y presencié el desplome de sistemas sin parlamento y manifestaciones siempre multitudinarias. Mediante acuerdos mayoritarios construimos en los últimos 21 años un país próspero y admirado, pero injusto y perfectible. No creo que para construir uno mejor haya que paralizarlo y arrastrarlo a la ingobernabilidad. Ya lo tiramos una vez por la borda. La democracia es un jarrón de porcelana: se rompe en un segundo y tarda decenios en ser restaurado. Las trizaduras quedan para siempre.



jueves, 25 de agosto de 2011

Plebiscito: para menores de edad, por Gonzalo Rojas Sánchez.  

Plebiscito: para menores de edad,

por Gonzalo Rojas Sánchez.



¿Por qué los adultos entregan la educación de sus hijos a otros y no la realizan directamente en sus casas? ¿Sólo por un problema de tiempos, de horarios?





No, sino principalmente porque los mayores de edad aprendemos pronto que son muy pocas las cosas en las que entendemos -incluso con estudios posdoctorales a cuestas- y muchas las que ignoramos.





Ésa es la misma razón por la cual ofrecerle a la ciudadanía un plebiscito para que decida sobre materias educacionales concretas, es tratarla como una masa de niños chicos. A los inexpertos e ignorantes se los convence con facilidad de lo apasionante que puede ser una iniciativa, la que precisamente se usa como pantalla para que dejen de molestar. Ya niños, a votar; total, después haremos igual lo que nos dé la gana.





Los plebiscitos sólo sirven si quedan acotados a la aprobación de textos terminados o a la prolongación de una persona en su cargo. Los restantes son engañiflas, y con ellos la democracia pierde una característica sobre la que tanto se cacarea: su excelencia.





¿Excelencia, si hubiese que legislar forzosamente para cumplir un eventual mandato de la ciudadanía que aprobase por el 68,3 por ciento que los profesores deben tener una segunda profesión para ejercer la docencia? Porque... suena bien, ¿no?





¿Excelencia, si hubiese que legislar para prohibir que los alumnos de cuarto medio pudiesen firmar contratos de trabajo sin antes cursar dos años de estudios superiores, ya que el 59,6 por ciento lo hubiese aprobado en plebiscito? Porque... así se progresa, ¿no?





Bueno, pero es que nadie va a preguntar ridiculeces como ésas, sino otras, como obligar a los privados a acreditarse ante su competidor, el Estado; o como prohibir a dos personas gestionar un colegio y vivir así de esa perversa actividad... Sólo se preguntarán cosas de sentido común, ya se sabe; y los niños (los electores) son todos buenos, ya se sabe.





Pero el modo democrático de proceder es justamente el contrario. Consiste en tratar a los ciudadanos como adultos a los que se les razona así: como hay muchísimos temas en los que usted no entiende -y usted lo sabe-, escoja a sus representantes y deles el tiempo para estudiar cada asunto y votar de acuerdo con sus convicciones y su formación. Entre otras cosas, no olvide que usted puede ser analfabeto, o tener sólo cuarto básico, o haber cursado la media completa, pero apenas comprende lo que lee. Perdone si lo ofendo, pero de eso es justamente de lo que usted se queja, de la calidad de su educación...





Entonces, ¿son algunos ciudadanos unos ineptos para la democracia? ¿Deben ser privados del sufragio o se les debe ponderar el voto de modo distinto? Ni una cosa ni la otra. Justamente porque todos tenemos la misma dignidad es que valemos un voto. Todos igual, pero sufragamos para elegir a otros que se preparan específicamente para la tarea legislativa. En Chile, en fin, a ellos les pedimos al menos cuarto medio...





Que a veces nuestros representantes lo hagan mal, es otra cuestión (que debiera ser sancionada en la siguiente instancia electoral), pero si les podemos exigir que lo hagan bien, muy bien, es porque los mandatamos para eso, ya que los demás o no queremos hacerlo o no tenemos las condiciones específicas.





La llaman democracia representativa y hay dos maneras de destrozarla: con la demagogia de los plebiscitos y con la virulencia de los paros.





Lo que era difícil de imaginar es que ambas cosas estén siendo promovidas al unísono por una Concertación que dice haber recuperado unilateralmente la democracia representativa, más de 20 años atrás. Como eso ha sido siempre falso, no es nada de raro que ahora tampoco entiendan que la están destrozando. Quizás sólo Ignacio Walker se da cuenta.



miércoles, 24 de agosto de 2011

¿Orgullosos de qué?, por Gonzalo Müller.


¿Orgullosos de qué?,

por Gonzalo Müller.


A quince meses de dejar el poder, las principales figuras de los gobiernos de la Concertación se pliegan con más o menos entusiasmo al paro convocado por la CUT. Lo que no se termina de entender es cómo adhieren al pliego de peticiones del paro, el que implica en gran medida desconocer lo realizado en sus administraciones.


En los hechos, la Concertación está efectuando en público, consciente o inconscientemente, una de las mayores autocríticas políticas de las que se tenga precedente. Sus reformas laborales, previsionales, la Constitución política firmada por el ex presidente Lagos, el plan AUGE en salud y tantos otros programas, son hoy considerados derechamente como errores o al menos insuficientes. Junto a ello, se protesta por una tan larga lista de problemas en los más variados ámbitos —desde el medioambiental hasta el indígena, pasando por los derechos humanos-—, que difícil será para algunos firmar este documento y seguir sosteniendo que la Concertación fue la más exitosa coalición política de nuestro país.


Renegar de lo que hasta ayer era motivo de orgullo es sin duda un trago amargo. Y, en ese contexto, escuchar a un ex presidente concertacionista justificar por qué no se hicieron antes esos cambios, argumentando que «se hizo lo que se pudo» o «lo que los empresarios y la derecha nos dejaron hacer», nos entrega una aún más pobre mirada de lo realizado, y desluce sin duda su herencia.


Chile hoy está, a ojos del mundo, en una posición expectante de alcanzar el desarrollo, no sólo por su elevada tasa de crecimiento y la creación de empleo, sino por ir avanzando hacia una sociedad de mayores oportunidades, donde en menos de una generación se ha cambiado profundamente la calidad de vida y expectativas de la inmensa mayoría del país. Todavía queda un trecho largo por recorrer en materias de pobreza, medio ambiente, educación y tantas otras, pero es preocupante que, para avanzar en ellas, se pretenda desconocer no sólo lo logrado, sino también el camino para lograrlo.


La Concertación fue protagonista en la creación del Chile actual, con sus avances y sus problemas, y su reciente conducta, entendida como táctica para evitar la crítica, sólo agrava el problema de confianza que nuestros ciudadanos tienen con la política. Son ex ministros los que lideran los cuatro partidos de la coalición de oposición; son los mismos que hace menos de un año y medio se declaraban orgullosos de sus gobiernos. Bien valdría preguntarles hoy: ¿orgullosos de qué?


martes, 23 de agosto de 2011

Sentido y sensatez, por Eugenio Guzmán.


Sentido y sensatez,

por Eugenio Guzmán.







George Lakoff señala que las palabras definen y expresan marcos conceptuales, lo que hace del lenguaje una herramienta poderosa, pues se define a su vez en términos de metáforas, imágenes y emociones evocadas por las palabras y elaboradas por nuestro cerebro conforme a nuestras experiencias. Esto significa, entre otras cosas, que no podemos evitar evocar lo que se nos dice. En palabras de Lakoff, “cuando les digo a mis alumnos que no piensen en un elefante, ellos no pueden dejar de hacerlo”. En buenas cuentas, lo que decimos tiene alcances más allá de lo que en nosotros —y por lo tanto en quienes son nuestros receptores— insinúa. Y es que lo que decimos y oímos activa las metáforas que esas palabras evocan en nosotros.



Lo anterior, que a primera vista parece abstracto, puede tener distintas bajadas al mundo cotidiano (incluso el propósito de Lakoff es muy concreto en sus libros sobre el tema, ambos recomendables: Don´t think in an elephant y Political mind). En concreto, una extensión del análisis de Lakoff la podemos aplicar al actual conflicto estudiantil. En efecto, el escenario discursivo actual nos ha llevado a un ambiente cuyos lenguajes son cada vez menos moderados, y que activan metáforas que crispan o al menos aumentan la distancia para alcanzar acuerdos. Lo anterior se combina con niveles casi estructurales de desconfianza, que no hacen más que confirmar nuestros temores y los de otros sobre nosotros.



Esto último exige que pongamos mucho cuidado en el lenguaje que usamos, sobre todo en política, pues es en ella donde nos encontramos en un ámbito que nos es común a todos (no existe otro con dicha amplitud). No hacerlo, hace de la política inútil y hasta perjudicial. El debate público se convierte en un diálogo de sordos, en que el lenguaje pierde densidad y fuerza comunicacional.



Al respecto, el conflicto estudiantil en los últimos tres meses ha reflejado con claridad la señalada falta de cuidado. Así, cuando se acusa a un ministro de recibir instrucción para la represión “en alguna escuela de Israel, porque aquí se están repitiendo los mismos métodos”, es evidente que ello en nada contribuye a mejorar los ánimos. Asimismo, las descalificaciones por la participación de algunos de los presidentes de partidos de oposición en el paro del miércoles, la forma de expresar su apoyo o las descalificaciones hechas a senadores por parte de los estudiantes tampoco contribuyen. E incluso las demandas mismas: “educación gratuita”, que ciertamente tiene un tremendo poder evocador y con profundas consecuencia en materia de equidad. Lo mismo el llamado a plebiscito por estudiantes que ni siquiera podrán votar, el rechazo a todo entendimiento, etc.



Si bien muchas expresiones se resisten a ser dichas de otro modo —particularmente cuando se trata de cuestiones fundamentales o creencias muy arraigadas—, aun en esos casos el sentido en que las expresamos puede evocar un intento por aminorar el conflicto. En esto los actores políticos tienen un rol clave: la morigeración y autocontrol de cómo se expresan nuestras emociones e ideas, las que por lo demás están empapadas de las primeras. A esto llamamos sentido y sensatez. Desafortunadamente, en todo esto la desconfianza es un enemigo brutal que nos permite sin remordimiento horadar cualquier discurso; es como un mecanismo que impide que las palabras incluso evoquen lo que se quiere expresar y oír. Así, aun quienes tomen la iniciativa pueden ser objeto de desconfianza; sin embargo, a costa de insistir con un lenguaje claro pero cuidado, es posible alcanzar un mejor resultado para todos.



La experiencia demuestra que los más radicales son los que imponen sus consignas y propuestas. Sin embargo, ello es verdad sólo en contextos de poco liderazgo y coordinación entre los moderados y de quienes renuncian a la política, ya sea porque tienen miedo o no tienen medios de expresión de la misma.



lunes, 22 de agosto de 2011

Mitos de nuestra realidad, por Mario Montes.



Mitos de nuestra realidad,

por Mario Montes.





Mayoritariamente la gente piensa que los medios de comunicación, especialmente los escritos, son proclives a posiciones de derecha y da por sentado que son partidarios del Gobierno del Presidente Piñera, lo que ciertamente está muy lejos de la verdad.





Para entender lo que decimos basta ver la cobertura que tienen las posturas políticas que han adoptado los dirigentes estudiantiles, el trato preferente que se da a sus actividades y el poco espacio que se da a las posturas sobre esos mismos temas del oficialismo.






El caso de la TV es grotesco, nunca habíamos sido testigos de la forma en que han inflado al movimiento liderado por Camila Vallejos y por Jaime Gajardo, se ha llegado al extremo de transmitir durante horas manifestaciones grandes, pero sin duda minoritarias en la sociedad.






Curioso resulta ver que han formado una imagen de poca actividad del Gobierno, lo que en los hechos es absolutamente desmentido, sin embargo las críticas de los opositores ocupan gran parte del espacio televisivo y las de Gobierno son casi ignoradas.





Un caso especial es el de los diarios embrematizados como de derecha, como el Mercurio y La Tercera, que en los días de mayor circulación nos llenan de columnas de opositores y en los días de baja venta ponen a algunos columnistas del otro lado.






Pareciera que existiera una auto censura, muy exigente por cierto, a publicitar temas valóricos, temas de nuestra historia reciente desde una óptica distinta a la de la izquierda o a plantear posiciones de centro derecha, pero para los zurdos está disponible todo el espacio del mundo.


sábado, 20 de agosto de 2011

Fuerte condena a encapuchados en las marchas: 87% apoya penalizarlos.

Fuerte condena a encapuchados en las marchas:

87% apoya penalizarlos







Según revela encuesta UDD-La Segunda, el Gobierno sale reprobado en la "mantención del orden público", ya que 65% de los encuestados lo evaluó mal o muy mal. Opinión dividida frente al actuar de Carabineros: empatan en 48% quienes lo respaldan y rechazan.



Un mayoritario respaldo a medidas más drásticas para enfrentar los actos violentistas en las marchas, como la penalización de los encapuchados, revela la encuesta UDD-La Segunda.



En concreto, el 87% de los consultados considera que su presencia "debiera ser constitutiva de delito como quiere el Gobierno" . Ello, sumando a un 50% que estima que esto debe ocurrir "siempre" y un 37% que "sólo si cometen actos violentos". En cambio, un escaso 8% sostiene que "nunca" debe ser penalizada como "parte de la libertad individual".



No obstante, un mayoritario 60% de los entrevistados cree que las marchas y paros son "necesarios" (39%) o "muy necesarios" (21%), y que además son "un medio legítimo de presionar al gobierno" (33% siempre, 43% sólo cuando no derivan en actos de violencia).



También la mayoría de los encuestados piensa que las movilizaciones durarán hasta que termine este gobierno (34%) o al menos hasta fin de año (30%). Y en consonancia con eso, el Gobierno sale reprobado en la mantención del orden público: un 65% lo evalúa mal o muy mal. Carabineros, en cambio, logra opiniones dividas sobre su accionar.



El sondeo también indaga respecto de eventuales cambios en los hábitos de los chilenos producto de las movilizaciones. Un 40% declara que ha dejado de ir al centro, pero un 71% no ha necesitado pedir permiso en sus trabajos para retirarse de sus trabajos. Donde sí ha habido modificaciones es en la necesidad de informarse sobre el tema (81%), y hablar más de política con la familia y los amigos.



Apoyo a penalizar aumenta en regiones

La decisión del Gobierno de reactivar la vía legislativa como mecanismo para evitar encapuchados en los disturbios fue anunciada el sábado último por el ministro del Interior, Rodrigo Hinzpeter, ante los reclamos de los vecinos de Santiago Centro, cansados de los disturbios. Y ayer, lo anterior tuvo su primer efecto concreto, cuando no sólo se registró una de las marchas más pacíficas del año, sino que los mismos participantes se enfrentaron a los violentistas y replegaron un desbande.



El sondeo mostró un comportamiento muy similar de las opiniones en la capital del país y en regiones. En el primer caso, la penalización de los encapuchados fue respaldada con 86% y este porcentaje se eleva a 89% en regiones. Tampoco hay mayores diferencias en la clasificación por sexo, ya que hombres y mujeres muestran una opinión similar.



El apoyo a la medida legislativa va de la mano con la reprobación a las autoridades en la forma como hasta la fecha han manejado la situación. En su labor de "mantención del orden público durante estos meses", 65% evalúa al Gobierno mal (35%) o muy mal (30%), mientras que el respaldo suma 31%. En cambio, una opinión dividida se registra frente al actuar de Carabineros, ya que empatan en un 48%, las opciones muy bien y bien, con muy mal y mal.



No obstante, los encuestados apoyan mayoritariamente las movilizaciones, debido a que 60% las considera necesarias o muy necesarias. E incluso un alto porcentaje las avala como un "medio legítimo de presionar al Gobierno", opción que alcanza 76%, aunque con matices: 33% piensa que siempre lo son, mientras que 43% dice que "sólo cuando no derivan en actos de violencia". En tanto, para un 22% "nunca son un medio legítimo".



Desestiman relevancia de "ultras"

El protagonismo mediático que han alcanzado ciertas figuras en medio de las protestas se reflejó en el resultado de la encuesta, al consultar quién lidera el movimiento estudiantil.



Con un 32%, Camila Vallejo -la presidenta de la Federación de Estudiantes de la Universidad de Chile- encabeza el listado. Los consultados destacan la influencia del Partido Comunista, ya que no sólo Vallejo es militante de la JJ.CC., sino que le atribuyen a la colectividad liderar el movimiento con un 22%, mientras que después se posiciona Jaime Gajardo, presidente del Colegio de Profesores, y también militante del PC.



En cambio, se da una menor relevancia a los "grupos más extremos o ultras", con un 9%.



Las menciones a Vallejo, Gajardo y el PC suman 62%, lo que dista notoriamente del 5% que logró la Concertación, mientras que Giorgio Jackson, presidente de la Feuc, figura con un 4%.



Chilenos siguen su vida normal y crece interés por la política

El sondeo graficó además cómo han influido las marchas y protestas en las conductas de las personas. Aunque mayoritariamente se busca seguir una vida normal, ha habido un impacto de las movilizaciones, donde 69% dijo no participar en ellas, versus un 18% que contesta afirmativamente.



La convocatoria del movimiento ha redundado en un mayor interés por informarse, ya que un altísimo 81% señala "leer y ver más noticias sobre este tema" . Y no sólo eso: frente a la desafección creciente a los partidos políticos, un 65% dice sin embargo que ahora habla más de política con sus familiares y un 62% que habla más de política con sus amigos.



En tanto, en su vida cotidiana las respuestas apuntan a que mayoritariamente se mantienen las actividades de las personas en los días de protesta. Por ejemplo, 60% señala que no deja de ir al centro de la ciudad cuando se producen las movilizaciones, aunque un no menor 39% evita hacer ese traslado. En el primer caso, el porcentaje de hombres que mantiene sus traslados con normalidad supera a las mujeres en 9 puntos. En tanto, 27% pide permiso para salir más temprano del trabajo, versus un 71% que continúa su jornada con normalidad.




viernes, 19 de agosto de 2011

“Ya no soy tan joven como para saberlo todo”, por Sergio Melnick.


Ya no soy tan joven como para saberlo todo”,

por Sergio Melnick.





Qué sabia es esta frase de Mark Twain. Los jóvenes y niños colegiales son aún aprendices, pero quieren dar las pautas a los maestros y adultos. Es bueno ser joven y entusiasta, y querer cambiar todas las cosas. Los felicito por eso. Pero las cosas tienen un límite y es también irresponsable que los líderes no asuman sus propios deberes, escondiéndose tras la juventud y sus impericias naturales. ¿Le pasaría Ud. una locomotora a un niño?


Los jóvenes y niños proponen cosas muy generales, a veces irreales, y en este caso además abiertamente ideológicas. En palabras de ellos, siempre han demostrado todos sus argumentos, lo que sólo denota su falta de preparación.


Veamos algunas preguntas básicas que no han respondido y que los hacen reprobar.


Hablan de educación estatal gratuita y proponen la desmunicipalización. Es curioso, porque los municipios sí son estatales y gratuitos. No parecen entender entonces la diferencia entre el Estado y el Gobierno, y aun así quieren mandar. No han dicho una palabra de cómo es que quieren desmunicipalizar. ¿Pasarían todos los colegios a depender del Ministerio de Educación? Dios nos libre. ¿Se expropiarán los subvencionados pagados y pasarán a dominio estatal? ¿Cómo? ¿Cuánto cuesta eso? El ministro ha propuesto un avance paulatino para no cometer errores como el Transantiago. Los niños dicen que no, pero tampoco sabemos exactamente qué proponen.


Hablan de la educación de calidad, pero curiosamente con los mismos profesores que han perdido todo decoro y marchan juntos por las calles, siendo los mayores responsables. ¿Cómo se renuevan estos profesores? ¿Cómo se miden los estándares de calidad? Nada concreto han propuesto, porque no tienen idea. La calidad es una bonita palabra, pero el cómo hacerlo es muy complejo. ¿O acaso creen que los líderes no quieren la calidad? El representante de los profesores, el señor Gajardo, que ahora sabemos que es además racista, busca renovar con otro nombre la idea de la Escuela Nacional Unificada, donde ellos podrían adoctrinar en vez de educar, como ocurre en los países socialistas que admira. Como profesor, no es una luminaria que digamos, y sin embargo es su representante, su guía, su ejemplo.


Hablan del fin del lucro, pero es curioso constatar que la gran mayoría de las universidades privadas son mejores que muchas de las estatales, y no han requerido un solo peso de inversión pública. Muchos buenos estudiantes prefieren hoy las privadas antes que las públicas, pudiendo ir a éstas. Sostienen que hay fines de lucro en universidades privadas, pero no han aportado un solo documento que lo pruebe ni han puesto un solo recurso legal en los tribunales. La gran revolución de oportunidades en Chile la ha ofrecido en la práctica el sistema postsecundario privado. Son cientos de miles de estudiantes que han tenido acceso a la educación superior, lo que no sería posible con las tradicionales.


Más aún, suponen absurdamente que, por el solo expediente de ser entidades estatales, los recursos están bien administrados. La evidencia no parece indicarlo. La Universidad de Chile se niega a hacer transparentes sus remuneraciones, empresas y otras formas legales a través de las que se lucra abiertamente. En el pasado incluso vimos prácticas de lavado de recursos estatales canalizados a través de esa universidad (caso MOP-Gate). Es más probable y frecuente que los recursos sean peor administrados en las entidades estatales que en las privadas. Esto quiere decir que, aun si lucraran, el rendimiento de los recursos en términos educativos sería mucho mejor en las privadas. Lo que hay que mirar es el resultado educativo, no la forma de administración. Ahí se vuelven a equivocar los jóvenes y niños que sólo repiten consignas ideológicas. Así, hablan también de nacionalizar el cobre. Pero, ¿cómo se hace eso? ¿Cuánto cuesta? ¿Qué beneficios tiene? Hablan de cambios a la Constitución, pero no han propuesto exactamente cómo. No hay propuestas concretas, y si el Gobierno les dice «bueno, lo haremos», entonces contestan «es que no era eso lo que queríamos», y sigue la protesta ideológica. Las leyes en Chile las aprueba el Congreso, con el que tampoco quieren conversar.


La clase política está fallando, y una minoría, escondida tras jóvenes y niños, está imponiendo una agenda para destruir una institucionalidad que ha costado mucho dolor consolidar. Los países que no aprenden de su historia están condenados a repetirla.