Promocione esta página...

viernes, 30 de julio de 2010

Tarjetas de crédito un verdadero pacto con el diablo, por Finn R. Samsing.



“Hay dos formas de conquistar y esclavizar a una nación,

una es con la espada, la otra es con la deuda”. (John Adams)

Finn R. Samsing,

MBA Universidad de Stanford e ingeniero comercial U. de Chile. Ex director de Conadecus.

Las tarjetas de crédito han pasado a ser un verdadero pacto con el diablo para los usuarios chilenos, quienes han hipotecado gravemente su futuro a cambio de usufructuar un presente efímero.

103 .Las empresas emisoras de tarjetas, respaldadas por la Ley 18.010 promulgada en 1981, permite cobrarles intereses a sus usuarios los cuales son expropiatorios, análogo a como lo hace el prestamista más prosaico.

La Ley 18.010 admite recargos que casi llegan a un 1.000% (mil por ciento) en la tasa de interés máxima autorizada para las tarjetas de crédito comparada con la tasa de interés promedio aplicada por el sistema financiero a los créditos de más de 5.000 UF.

La constitucionalidad de la Ley 18.010 estaría en duda ya que esta Ley aprueba una marcada discriminación contra los usuarios de crédito de montos inferiores a 200 UF. Sobre este tema debiera pronunciarse tanto la justicia como el Tribunal Constitucional.

La diferencia entre dos tasas de interés, aplicada a dos deudores distintos, representa principalmente la diferencia de riesgo de no pago entre dichos deudores.

Según la SBIF el promedio de las deudas impagas de las tarjetas de crédito emitidas por casas comerciales llegaba a un 11,5% del total de créditos otorgados a marzo de este año, por lo tanto es absolutamente anormal que la tasa de interés corriente para montos mayores tenga un diferencial con la tasa máxima aplicada a las tarjetas de crédito que llega a un 47% al año, que está muy por encima al 11,5% de la morosidad promedio de este segmento.

El Estado debiera rebajar substancialmente la actual tasa de interés máximo convenida dada los altos recargos injustificados que tienen las tasas de interés máximas.

Desde el punto de vista económico la tasa de interés aplicada a las tarjetas de crédito es “inelástica”, lo que en términos normales significa que esta tasa, aunque se modifiqué, el usuario seguirá demandando créditos independientemente de la tasa de interés aplicada. Este concepto de “inelasticidad” es aplicable a los cargos variados y diversos que aplican las empresas emisoras sobre las cuentas de los usuarios.

En otras palabras, el comportamiento de compras de los usuarios de tarjetas de crédito no sufre modificaciones por el hecho que suban o bajen los cargos o la Tasa de Interés aplicada por las empresas emisoras de tarjetas de crédito.

Esta “inelasticidad” es la que hace posible incluso aplicar dos veces un mismo cargo por un igual concepto a una tarjeta de crédito como es el caso de los cargos adicionales por primas de seguro de cesantía, invalidez o muerte siendo que estos rubros implícitamente forman parte del riesgo de no pago que diferencian las Tasas de Interés.

El alto spread (diferencial entre tasa de captación y de colocación) del sistema financiero chileno se explica con la Inelasticidad de la Tasa de Interés en los tramos de montos menores de crédito y además esto facilitado por la Ley 18.010.

Igualmente los altos diferenciales en las tasas de interés y la inelasticidad de estas tasas, explican el comportamiento de los “retailers” que están dispuestos a sacrificar sus márgenes de comercialización en pos del desarrollo de su negocio de Tarjetas de Crédito. Así se explica porque los “retailers” prromocionan importantes descuentos en ofertas pero que sólo pueden materializarse si la compra es hecha por su propia tarjeta de crédito como medio de pago.

Dada esta inelasticidad de la tasa de interés es el Estado y no el mercado quién debe intervenir, regular y determinar las tasas de interés cuando se llega con las tarjetas de crédito a los segmentos más desposeídos de la economía con menos capacidad de negociación. Por esta misma razón el Estado debiera también autorizar los cargos especiales que se hacen a las Tarjetas de Crédito.

Sí se autoriza un alza del interés máximo convencional, la inelasticidad hará posible a las empresas emisoras de Tarjetas de Crédito aumentar los intereses de todos y cada uno de sus usuarios.

Sin lugar a dudas la Ley 18.010 en conjunto con la inelasticidad de las tasas de interés a nivel de créditos menores de 200 UF, han generado, a través de las Tarjetas de Crédito, el mecanismo económico más importante de redistribución de la renta, todo esto en perjuicio de la clase media y los más desposeídos.

Es interesante hacer notar que el texto del artículo 2º de la Ley N° 18.010 expresa que: “En las operaciones de crédito de dinero no reajustables, constituye interés toda suma que recibe o tiene derecho a recibir el acreedor, a cualquier título, por sobre el capital”.

Las empresas de “retail”, que emiten tarjetas de crédito, evitan ser acusadas de usureras por excederse en la tasa de interés máxima convenida, realizando cargos a sus tarjetas a través de sus propias empresas subsidiarias. En estricto rigor serían intereses aquellos cargos que a través de sus propias subsidiarias el emisor de tarjetas de crédito le hace al usuario de Tarjetas de Crédito.

Las subsidiarias permiten hacer una variada gama de cargos “especiales”, como cargos de mantención de cuenta, de distribución, de análisis de riesgo, etc., impidiendo ser acusadas de usureras al excederse en la tasa de interés legalmente permitida.

En forma muy similar los “retailers” crean subsidiarias, con RUT distinto, por cada local de venta, impidiendo así la formación de un sindicato único de sus trabajadores.

Por espacio de más de un cuarto de siglo la ley 18.010 ha hecho posible institucionalizar la usura, con graves consecuencias para las clases de menores ingresos, quienes han arriesgado a perder, o han perdido todos sus haberes en el transcurso del tiempo cayendo muchos de ellos en los niveles de pobreza.

El actual Presidente de la República, como empresario, fue quién introdujo el uso de las tarjetas de crédito en Chile. Ahora tendría la gran oportunidad de corregir los variados abusos que se están cometiendo con ellas, que tienen serios efectos sociales, políticos y económicos.

(Este artículo fue publicado por Diario El Montrador)





El país más peligroso del mundo, por Roberto Ampuero.

El país más peligroso del mundo,

por Roberto Ampuero.

No me corresponde enjuiciar medios, pero me siento legitimado a expresar mi opinión desde el extranjero sobre TV Chile Señal Internacional de televisión que se presenta como “el canal de los chilenos”, lleva por nombre el de nuestro país y utiliza colores y símbolos que sugieren una identidad estrecha con la nación.

No me refiero a la rica diversidad de programas que transmite este canal al mundo, sino a la filosofía según la cual concibe, elabora y difunde su noticiero diario sobre Chile, que sigo con atención.

Crímenes y asaltos horrendos, secuestros y violaciones escalofriantes, accidentes carreteros y homicidios sangrientos, mucha cámara a delincuentes, riñas de sangre, persecuciones policiales, allanamientos a narcotraficantes, enfrentamientos poblacionales, muerte. Desde afuera uno sabe que esos temas constituyen el arranque diario y parte importante de las noticias sobre Chile que difunde ese canal. Junto a ello, como goteo apenas tolerado, sucinta información política nacional, segundos de política internacional, vislumbres de cultura y, eso sí, mucho deporte, relatado con pasión, profesionalismo y calidad. Me pregunto si un canal que lleva el nombre de Chile tiene forzosamente que difundir ese tipo de imagen del país al exterior. ¿Se debe a una estrategia consciente, al descuido de sus directivos o simplemente a que no se reflexiona sobre ello, pues no se ve allá lo que vemos afuera?

Subrayo que mucho ha mejorado esa señal internacional en los últimos años, no sólo en calidad de programas, sino también en su diseño, hoy moderno y atractivo. Celebro los documentales sobre Chile y el extranjero, sin comparación en el continente; aplaudo programas que promueven el diálogo con hispanohablantes repartidos por el mundo, y aquellos de conversación política, social o cultural, que muestran al mundo qué pensamos, o aquellos para niños y adolescentes, de notoria originalidad. No, no soy un talibán de la televisión pública. Creo que ella debe estar abierta a la diversidad de sectores, generaciones y sensibilidades, pero algo distinto es difundir a diario, desde un canal que usa el nombre del país, un esquema informativo sobre Chile que, fuera de contexto, perjudica sensiblemente a Chile.

Cada vez es mayor el número de norteamericanos y europeos que ven al Chile moderno, estable y democrático. Muchos visitan el país y lo contemplan como excepción regional, pero basta con que antes de hacerlo vean durante una semana las noticias de la señal internacional chilena para que lo consideren el país más peligroso de la región. Examino los canales internacionales de Centroamérica y México, y las realidades que allí emergen son menos inquietantes que la nuestra en nuestro canal. Lo mismo ocurre con Colombia, Ecuador y Perú. No propongo un noticiero internacional que retoque nuestra realidad, pero sí que sea equilibrado, y abogo por una señal internacional consciente de que sus espectadores en Europa, Estados Unidos, Asia o América Latina no tienen forma de ordenar noticias sensacionalistas en el marco más amplio del país real. Sospecho que el people meter obliga a difundir hechos de sangre, pero esa lógica no funciona en una señal planetaria vinculada con lo que, supongo, constituyó al menos en un inicio un legítimo esfuerzo por proyectar nuestra imagen al mundo.



jueves, 29 de julio de 2010

Love tragedy, por Gonzalo Rojas Sánchez.

Love tragedy,

por Gonzalo Rojas Sánchez.

Aplastados en plena celebración: así ha muerto una veintena de jóvenes europeos, mientras decenas de miles continuaban el concierto sin saber de la tragedia.



Esa misma madrugada, a pocas cuadras de donde paso unos días romanos, se oía todavía —ya con el sol del nuevo amanecer— la música que había acompañado otra noche de juerga de miles de ragazzi italianos. Tampoco sabían lo que había pasado. Y aunque lo hubieran sabido… Y cualquier joven chileno podría haber estado ahí, como lo han hecho en el Forestal para sus propias parades santiaguinas.



Sí, por cierto, una vez conocido el drama, la conmoción ha sido enorme, pero sus efectos se irán pronto. Unos pocos muchachos, miles quizás, quedarán marcados de por vida. Los demás, a seguir con su parade en diversas partes del mundo, aunque se anuncie ya la suspensión definitiva en Alemania.



Parade… pero sin love. Música, pero sin amor: qué drama.



Sin love, porque la música —vehículo maravilloso de lo mejor del alma— cuando se administra sin medida, cuando se la consume en dosis ilimitadas, se desvincula del amor, fruto pleno del espíritu. La armonía, el ritmo, las palabras que los acompañan, toda esa maravilla, paradójicamente, se convierte en formas de adicción: separa, segrega, aísla, dificulta y llega a impedir la práctica del verbo Dar. Así ha ido pasando hace ya décadas: la buena señora Música —convertida en blanda y sutil droga— ha ido anestesiando las fibras más sensibles y venciendo los resortes más delicados de la juventud.



No hace falta ir de parade ni a Deutschland ni al Forestal; basta con que un joven se ponga los audífonos, conecte su aparatito y entre a fondo en el mundo de los sonidos —algunos excelentes, otros malísimos— para que haya comenzado su parade juvenil. La procesión se extiende por todo el planeta, se manifiesta 365 días al año y, por cierto, es perceptible en el metro y en la micro, en la cola y en el patio, en la casa y en las clases. Es un porcentaje cada vez más alto de los habitantes de la ciudad el que se conecta muchas horas al día. Ninguna novedad, porque han pasado ya casi veinticinco años desde que Allan Bloom lo advirtiera: los jóvenes están capturados por la música.



Por eso mismo, no es tema sólo de los menores de 29. Más bien, si hay alguien que debe responder, somos los mayores de 50, los que comenzamos a oír música personalizada en los 70 y en los 80. ¿Personalizada? No, en realidad, individualizada. Mi música. Yo, me, mí, lo mío. Sí: el egoísmo hecho música lo practicamos ya los cincuentones y no hemos sido capaces de advertirles a los más jóvenes en qué peligros tan encantadores se han metido, por qué cantos —más riesgosos que los de las sirenas— se han ido dejando capturar.



Por cierto, cuando nuestros muchachos se sacan los audífonos y miran a los ojos, aparece todavía ese noble corazón juvenil capaz de tantas solidaridades y esa vitalidad realizadora de notables emprendimientos. Pero siempre a impulsos, a saltos, como si hiciera falta el estímulo externo, como si el tam-tam de la percusión sonara en algunos momentos para llamarlos a la acción y entonces entendieran que hay bienes muy valiosos delante de sus vidas.



No parece una sospecha antojadiza vincular el ruido constante y autodirigido con la alarmante falta de compromisos permanentes en tantísimos de nuestros jóvenes. Cambia siempre de sonido y difícilmente fijarás tu voluntad en algo, mucho te costará comprometerte.



Apague la radio”: ese era el consejo que C. S. Lewis le daba a una niña estadounidense que le preguntaba cómo escribir bien.



Corte la música”: ese convendría dar pacientemente a millones de jóvenes chilenos, cuya parade debe vincularse con un amor de compromisos.



miércoles, 28 de julio de 2010

¿Y qué pasó, compañera?, por Gonzalo Müller.


¿Y qué pasó, compañera?,

por Gonzalo Müller.

Pocas veces la política se encuentra de frente con la realidad. Estas semanas la encuesta Casen ha producido uno de esos momentos. Y es que no hay buenas cuñas o consejo comunicacional que se haga cargo de esta lamentable realidad: entre 2006 y 2009 hay 355 mil chilenos que cayeron en la pobreza, mientras que la desigualdad ha aumentado, básicamente por el estancamiento de los más pobres en sus ingresos. Así, pobreza y desigualdad vuelven a estar en el centro del debate público.

Vivimos los últimos años bajo el embrujo de que el Estado, con el modelo de la protección social, era una red capaz de sostener a las personas en sus necesidades y darles herramientas para salir de su precariedad. La promesa era clara y simple de entender: había alguien, «El Estado», que nos iba a acompañar para superar la pobreza.

Pero ahora despertamos a la realidad. Debemos enfrentar estos hechos y efectuar un profundo y necesario análisis de qué estábamos haciendo como Estado en estas materias, y de cuáles fueron los errores cometidos que nos han hecho retroceder y fallar en una de las áreas más importantes para un país en desarrollo.

Una primera aproximación nos hace reflexionar sobre cómo no da lo mismo dejar de crecer. Nos fuimos acostumbrando a encontrar buenas razones de por qué Chile ya no podía crecer con la misma fuerza del pasado; nos adormecimos en las buenas excusas del mal momento internacional y de cómo cada crisis económica era una explicación para contentarnos con crecer, primero, un poco más que nuestros vecinos latinoamericanos y, al final, incluso menos que ellos.

Un efecto directo de nuestro bajo crecimiento es que cada vez estábamos creando menos empleos, situación que golpea con mayor fuerza a los sectores más pobres. Y la falta de un trabajo no puede ser suplida por la intervención del Estado protector.

Luego de una década de gobiernos socialistas, resulta inexplicable que se haya retrocedido en la lucha contra la pobreza y en lograr una mayor igualdad: si hay dos valores que la izquierda chilena ha sentido como propios, han sido éstos.

Sin duda las políticas de protección social son un avance, y su existencia un hecho fuera de debate. Pero al mismo tiempo tenemos la obligación de evaluar si estaban siendo bien implementadas y si los beneficiarios de éstas recibían verdaderamente una ayuda eficaz para salir de su situación de pobreza.

Nadie puede cuestionar las buenas intenciones detrás del modelo de protección social, pero, ante los resultados de la encuesta CASEN, hay un imperativo político y moral de asumir que no bastan los deseos que emanan del corazón, si no van acompañados de políticas eficientes y correctamente implementadas.

Necesitamos políticas públicas que no olviden que el protagonista de ellas debe ser la persona. Son sus habilidades las que debemos potenciar; el Estado, por más grande que sea, no es capaz de reemplazar la iniciativa y capacidad individuales, y debe cuidar de no ahogarlas, aunque lo haga bajo las mejores intenciones, porque el resultado de eso es siempre el mismo: más pobreza.

Trabajo y educación son dos claves para ir superando de manera definitiva la pobreza, nivelar la cancha y eliminar las desventajas, creando oportunidades y garantizando igualdad de condiciones. Todo ello es parte de lo que las personas esperan que el Estado promueva como herramientas de auténtica política social.

Son muchos los que en la Concertación, luego de revisar las cifras de la encuesta CASEN, deben estar iniciando una búsqueda de explicaciones. Ese es un debate sin duda necesario, porque enfrenta uno de los ejes centrales de lo que fue siempre su oferta política más sentida. Quienes se sienten golpeados por los resultados tienen todo el derecho de preguntar: ¿y qué pasó, compañera?


martes, 27 de julio de 2010

Ni con Dios ni con el diablo quedó bien, por Mario Montes.


Ni con Dios ni con el diablo quedó bien,

por Mario Montes.


Desde que se conoció a los candidatos a la Presidencia de la República un amplio sector repudió al postulante de la DC, inclusive dentro de la concertación donde levantaron la opción de Enríquez-Ominami, al otro lado las cosas tampoco fueron fáciles, pues muchos consideran a Piñera un hombre ligado a la DC.


Nosotros votamos por Piñera, aún considerándolo un mal candidato y temiendo que una Administración encabezada por el se transformara en un 5° episodio de la concertación en el que todo cambiara en apariencia para que en la realidad todo siguiera igual y que estuviéramos prolongando a 24 años el nefasto poderío concertacionista.


Piñera no es de derecha, ni mucho menos derecho, eso quedó claramente demostrado cuándo el domingo se dirigió al país con un mensaje apaniaguado con el que sepultó la ansiada unidad nacional, esa que el tanto a proclamado, para remachar y transformar en permanente una vergonzosa venganza socialista contra quienes liberan al país de la tiranía roja.


Los considerandos Gubernamentales son básicamente pirotecnia política, con la que intentó quedar bien con todos los sectores, excepto, con el grupo que consideraron insignificante de nuestros hombres y mujeres de armas, a los que se dio un portazo en la cara a pesar de la promesa del candidato de hacer respetar la Justicia en los procesos de derechos humanos.


El argumento de la lucha contra la delincuencia y el narcoterrorismo nos parece una falacia, pues ninguno de los Uniformados en retiro está acusado por estos delitos, además que dejar fuera de la posibilidad de indulto particular a los delitos de lesa humanidad es un embuste denigrante, pues en Chile nadie ha sido condenado por estas infracciones.


Triste nos pareció desechar la propuesta eclesiástica de reflexiones sobre virtudes tan significativas como la compasión, el perdón y la reconciliación, diciendo inclusive que comparte plenamente los valores que encierra la propuesta, para poner un lápida sobre personas a las que se ha negado un proceso justo e imparcial.


La alusión Presidencial a tres indultos en los últimos 10 años no hace más que enturbiar su determinación, pues el debiera saber que esos beneficios fueron otorgados tomando las precauciones del caso para que solo pudiesen ser aplicados a un número poco significativo de ex Militares, con lo que ciertamente ninguno ha salido en libertad.

Creemos que la determinación Presidencial fue un grave error, que sin duda le enajenará el apoyo de muchos de los que hicimos posible que el triunfara en la segunda vuelta, sin que como contra partida consiga el soporte de sus adversarios de la concertación, que solo le están usando como trampolín para volver a hacerse de las prebendas del Estado.


La decisión Presidencial, tomada para la foto y la galería, no solo nos parece una mala determinación, nos parece, lamentablemente, dañina a la convivencia nacional, pues ha puesto de manifiesto que unos pocos gritones tienen más fuerza que la verdad y la Justicia, poniendo a la historia en “interdicción” de manera oficial.


Cerrando el tema, creemos que el Presidente de la República tiene que meditar profundamente, pues, cuando los enemigos y adversarios le aplauden, los mismos que le hacen una oposición obstructiva en el Parlamento y se dedican a toda todos sus esfuerzos a desprestigiarle, es una señal inequívoca de que ha errado el camino.

lunes, 26 de julio de 2010

Indultos ...después de todo el chuchoqueo: ni chicha ni limoná, por Matías Carrozzi.


Indultos ...después de todo el chuchoqueo: ni chicha ni limoná,

por Matías Carrozzi.

Seguramente ya leyeron y escucharon muchas cosas sobre el asuntito este de los indultos, arengas en contra y a favor, hermosísimas exposiciones jurídicas (le escuché una a la Clara Szczaranski que me dejó aún más enamorado), alocados enfoques políticos, como también conmovedoras elucubraciones morales para referirse a una facultad presidencial, a mi juicio, extemporánea e irrespetuosa con la competencia de otro poder del Estado, el judicial.

Pero en fin, no es mi propósito sumar defensas ni ataques al particular, más bien describir la tristeza que sentí ayer domingo al darme cuenta, después de la conferencia de prensa que el Presidente Piñera realizó en el palacio de La Moneda, la torpeza e irresponsabilidad de las iglesias, partidos políticos, el Gobierno y los dirigentes sociales al contaminar una muy buena idea con sus mezquinas particularidades, dejando por cierto una estela fétida que instaló en el país un ambiente saturado de fantasmas y odiosidades.

No le quedaba otra al Presidente Piñera que decir que no a la propuesta, pero ¿qué sacamos en limpio de todo esto?. ¿Cuál fue el beneficio concreto para Chile?. ¿En qué fechas ingresaran al Congreso las “medidas” consiguientes del “dialogo” y “reflexión profunda” realizados?.

Nada señoras y señores. Nada preciso quedó de estos meses de enfrentamientos. Sólo una declaración llena de lugares comunes, asepsia política y sensibles intenciones, ante la cuál, como era predecible, todos los sectores se sintieron escuchados, pero ojo, ninguno representado.

Es a lo menos triste que después de tanto alboroto, reuniones, conferencias, manifestación, amenazas públicas y reflexiones, el Gobierno no haya aprovechado la oportunidad para, insisto, aún diciendo que no a la sugerencia de la curia, impulsar modificaciones legales que resolvieran estos asuntos, como son las salidas para criminales por motivos compasivos, políticos, de seguridad, etc.

Muy por el contrario, nuestros iluminados se conformaron con seguir igual, es decir, no hagamos nada pero aprovechemos la oportunidad para, a través de la polémica, arrancan unos puntitos más de rating.

No se ustedes, pero algo satisfecho estaría si después de todo este impresionante ejercicio intelectual, a lo menos, el Congreso se viera obligado a discutir la eliminación de la facultad discrecional del Presidente para indultar. U otras medidas como por ejemplo, crear la institucionalidad para que el Poder Judicial y sus órganos dependientes vieran las materias que dicen relación a las salidas por motivos humanitarios, tal como opera en otros países civilizados. Tal vez modificar la Constitución, como me comentó la semana pasada un Diputado, para que restringiera dicha facultad presidencial a procesos sólo cuando la seguridad nacional estuviese en riesgo.

Asi las cosas el escenario queda tal cual lo vimos antes del show, es decir, el Presidente podrá seguir indultando a quién quiera, cuando así lo estime, sin estar obligado a dar los motivos y, por supuesto, caso a caso.

Que se yo, lo cierto es que el Presidente (y por consiguiente todos nosotros) se farreó la oportunidad de poner algo sobre la mesa. Por pequeño que fuera. Algo que dijera: miren chilenas y chilenos, el costo por habernos sacado los ojos y descalificado mutuamente todos estos meses resultó en esto...

Nuevamente por culpa de la politiquería (entiéndase el people meter) nos quedamos con las manos vacías. Que manera de perder el tiempo.

Como decía la Chiche (mi abuela): Ni chicha ni limoná... que triste, ¿no?.