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lunes, 31 de mayo de 2010

Los patios del sur, por Jorge Edwards.


Los patios del sur,

por Jorge Edwards.

A fines del año 2008 me encontraba en la Universidad de Chicago, donde dictaba un curso sobre temas de literatura de América Latina, y se producían en el país dos fenómenos históricos: Barack Obama accedía a la Presidencia de los Estados Unidos y la crisis financiera estallaba en forma dramática, con amenazas serias de una recesión de carácter mundial. Los economistas, los intelectuales, los políticos de Occidente, se hacían complicadas preguntas sobre la naturaleza del capitalismo norteamericano. Algunos pensaban que era el ocaso definitivo: que el mercado, por su propio dinamismo interno, llevaba a su destrucción inevitable. En Chicago, en los barrios universitarios de Hyde Park y en el centro de la ciudad, entre sus canales, sus puentes levadizos, sus rascacielos asombrosos, se respiraba un aire de fin de civilización, de Apocalipsis. Parecía que la quiebra de Lehman Brothers marcaba el comienzo de un desastre en serie, sólo comparable al que se inició en un martes negro del mes de octubre de 1929 en la Bolsa de Wall Street y que desembocó en la Segunda Guerra Mundial. Si la imposibilidad de controlar la fiebre especulativa era un vicio inherente al sistema, hasta se podía sospechar que el socialismo, después de haber dado tumbos en diversos países del Este de Europa, de Asia, de América Latina, a lo largo del calamitoso siglo XX, podría encontrar una segunda oportunidad, una especie de refundación, en el todavía enigmático siglo XXI.

No sé hasta dónde llega la recuperación norteamericana de ahora. No soy experto en el tema y tampoco le he prestado la atención indispensable. Tengo conciencia, por otro lado, de que en los escenarios del Asia, sobre todo en China y en la India, se producen fenómenos nuevos, asombrosos, de dimensiones gigantescas. Las coordenadas tradicionales, las referencias conocidas, nos sirven ahora de bastante poco. El futuro se presenta con claves diferentes, que no habíamos previsto, que ni siquiera habíamos vislumbrado. ¿Significa esto que la influencia relativa de Europa, que la hegemonía centenaria del pensamiento europeo y occidental, han entrado en su declinación definitiva?

Como ya lo he contado, estuve en Turquía, en España, en Francia, entre fines de abril pasado y mediados de este mes de mayo. Esta vez, no era el capitalismo pretendidamente salvaje, el liberalismo económico en estado puro, lo que había entrado en una crisis que amenazaba con ser terminal, sino la economía a la europea, con su síntesis de desarrollo, de alta productividad y a la vez de protección social. La medicina gratuita, las vacaciones y los estudios pagados, las jubilaciones a los sesenta años de edad por parte de personas que llegaban con facilidad a nonagenarios, habían llevado a límites fiscales insostenibles. Parecía un proceso evidente, indiscutible, pero eran muchos los que llegaban a la conclusión de que es muy difícil aceptar y soportar la evidencia. Había que frenar, pero la decisión de poner el pie en el freno exigía un esfuerzo sobrehumano.

Un amigo dedicado a la política, sobresaliente en la materia, me explicó a su modo los secretos de los mecanismos europeos. Nos fijamos por consenso, me dijo, tales y cuales normas, sobre todo en cuestiones fiscales, de gasto público, de ahorro, y después, en la política interna, los gobernantes, sometidos a presiones variadas, dicen que no pueden hacer tal cosa o tal otra porque las reglas de la comunidad les amarran las manos. En otras palabras, la legislación supranacional ayuda a frenar determinados derroches internos, a resistir influencias gremiales, sindicales, sectoriales, de todo orden.

El sistema europeo y comunitario no fue suficiente, sin embargo, para mantener los equilibrios fundamentales. Las reglas de la Unión Europea, a pesar de los buenos propósitos de los primeros momentos, fueron desbordadas de las más diversas maneras. Hubo excesos de endeudamiento, especulaciones ruinosas, burbujas inmobiliarias que estallaron. En el caso de Grecia se llegó al extremo de falsear las estadísticas para disimular la bancarrota. La imagen de la Europa sólida, equilibrada, financiada, se hizo humo con notable rapidez. En estos días y semanas, parece que los Estados Unidos recuperan prestigio y que la vieja Europa pierde imagen. En Alemania, en los días de la reunificación, se dijo que el canciller Kohl sería capaz, en un plazo más o menos breve, de hacerse cargo de las finanzas desarboladas de Alemania del Este. Alguien, poco tiempo después, le preguntó a Angela Merkel si Alemania también sería capaz de hacerse cargo de Grecia, Italia, España, Portugal. Los problemas de los países del sur todavía no saltaban al primer plano, pero ya estaban latentes. Si nos permitimos interpretar esa pregunta, observamos que la Alemania austera, sólida, protestante, seguía con aprensión los juegos de sus vecinos del sur. Esos patios atractivos, cálidos, revoltosos, parecían condenados a la irresponsabilidad, y los electores alemanes, reacios a financiar aventuras griegas, portuguesas, españolas, preparaban sus votos de castigo. Es una historia nueva y muy antigua, anunciada por personajes como Martín Lutero y Juan Calvino: la moral protestante, precursora del capitalismo moderno, en contraste con la molicie, con la fiesta mediterránea.

Llegué de Europa a Santiago y escuché al día siguiente, con la mayor atención, sin perder una línea, el mensaje del 21 de mayo. Aquí se plantea, me dije, el propósito enteramente racional, pero no escuchado en los días que corren, de alcanzar la síntesis de un desarrollo económico vigoroso con una protección social sostenible y posible. Aunque no es una utopía como las del siglo XIX o el XX, es un proyecto enormemente ambicioso. Si lo realizamos, o si por lo menos nos acercamos, Chile tendría esa condición especial que consigue en sus etapas mejores: una influencia superior a su tamaño, a sus cifras, a su número de habitantes. Seríamos, en ese caso, un sur frío, disciplinado, inteligente. Los severos habitantes del centro y del norte de Europa no tendrían nada que reprocharnos. Cuesta un poco creerlo, y a lo mejor vale la pena fijarse metas superiores.


sábado, 29 de mayo de 2010

Revista The Clinic.

(Mario Montes, Director de Diario
Electrónico Reacción Chilena)

Revista The Clinic.

Ayer llamó a nuestro director una periodista de la revista The Clinic para preguntar que pedíamos nosotros al Gobierno del Presidente Piñera, la respuesta fue categórica, solo queremos que se respeten las Leyes que están vigentes en la República de Chile.

Le preguntaron, aún a sabiendas que ya no era Presidente de la Corporación 11 de Septiembre, por la muerte del Suboficial Vallejos, Q.E.P.D., a lo que respondió la muerte de este preso político era parte de la venganza concertacionista contra los uniformados.

Consultado sobre el rechazo al indulto del Suboficial Vallejos, por el Gobierno de Bachelet, el ex Presidente de la Corporación 11 de Septiembre aseguró que la negativa había sido criminal dado el estado terminal del peticionario al que se le impidió morir entre los suyos.

Muchos prisioneros se encuentran en situación de salud sumamente complicada, lo que hace presumir que al Estado chileno se le seguirán muriendo presos políticos, lo que sin duda creará tanto problemas internos como externos, y las explicaciones estarán de sobra.

La cronista dice que algunos allegados a los uniformados piden un indulto, Mario Montes respondió que el opinaba que no se necesitaba un indulto, que bastaría con que los Magistrados cumplieran con las Leyes y que se les concediera a los detenidos los derechos que establece.

La articulista indagó sobre si le dábamos a Piñera algún plazo para solucionar estos problemas, se le respondió que no, pero que consideraba que para luego es tarde, porque esta situación amenaza seriamente la Unidad Nacional que el Mandatario solicita.

Al terminar la "entrevista" telefónica se pidió a la reportera que intentara ser fiel a lo planteado, se le avisó que estábamos grabando la conversación y que cualesquier interpretación abusiva de los dichos de Montes, la respuesta sería en Tribunales.

La redención de la verdad histórica es una necesidad imperativa, pues, los pueblos que desconocen las motivaciones de los sucesos es bastante seguro que tropezarán nuevamente con la misma piedra pagando una alta factura por ello.

Una gigantesca maquinaria propagandística funciona todo el tiempo al servicio de la izquierda. Con la complicidad de los medios masivos, la izquierda impone la agenda noticiosa con el enfoque que le sea más favorable. Y como si fuera poco, se amordaza a quienes seria y enérgicamente se opongan a las manipulaciones izquierdistas.


viernes, 28 de mayo de 2010

21 de Mayo: cuenta nueva sin borrón, por Sergio Melnick.

21 de Mayo: cuenta nueva sin borrón,

por Sergio Melnick.

Los 21 de mayo se han ido transformado en el tiempo. Ya no son realmente una cuenta del estado de la nación, sino un rayado de cancha. Cuando estos discursos son exitosos, logran imponer la agenda política nacional. De otra manera, simplemente se desvanecen.

En este caso, Piñera fue tremendamente exitoso, ya que rayó la cancha, y fuerte. Notablemente, la oposición en general lo reconoció como un gran mensaje, con la debida excepción de los odiosillos del pasado, como Rossi y Escalona, que no ahorraron epítetos ni descalificaciones. Pero ellos son así, amargura intensa. Tanto fue el reconocimiento de la oposición al Presidente, que ahora reclama airadamente para sí los derechos intelectuales de las ideas planteadas. Hasta lo han llamado ladrón de ideas. Longueira replicó, con agudeza, que recién ahora la Concertación había descubierto que durante 20 años había gobernado con el modelo socioeconómico de la derecha. El concepto de “red social” fue de hecho acuñado en el gobierno militar. Paradójicamente, la izquierda levanta ahora el tema del financiamiento, que ha sido la racionalidad propia de la derecha por décadas, lo cual revela que han aprendido a través de los años, como lo ha hecho la derecha también en otros temas. Gran mérito de Lagos-Eyzaguirre fue la regla de superávit estructural. Dicho lo anterior, no hay que olvidar que el último gran distorsionador de los equilibrios fiscales fue la dupla Bachelet-Velasco, los más grandes gastadores de los últimos 20 años y quienes generaron menor producto en estas décadas. ¡Hasta se comieron unos U$ 10.000 millones de los recursos del cobre!

Piñera literalmente le habló de frente a la historia, con grandeza. Miró al pasado que une, reconoció a sus antecesores, habló de valores y proyectó al futuro. Propone un rumbo inclusivo en que todos cabemos y que se construye entre todos. Cuando habla de una meta al 2020, plantea una propuesta de Estado, al que el gobierno de turno debe servir como administrador ejecutivo. Ese camino tiene la condición esencial de lograr la unidad nacional básica.

La propuesta, entonces, es construir la sociedad de las oportunidades, como la verdadera definición del progreso real y concreto, basada en la libertad e incluyendo la espiritualidad. No hay nada más humanamente digno, que poder ser autovalente y no depender de un Estado benefactor. No hay nada más gratificante que poder emprender por sí mismo y crear futuro. Por cierto, el Estado debe estar ahí para quienes no lo pueden lograr, pero para volverlos a empujar, no para adormecerlos en la apatía. Ya hemos visto el colapso de varios países europeos que han seguido esas prácticas. El Estado benefactor es siempre pan para hoy, hambre para mañana. Yo creo que las personas prefieren las oportunidades a los subsidios.

Los derechos sólo tienen sentido cuando van acompañados de responsabilidades. Ahí se volvió a equivocar Bachelet, que sólo habló de derechos. De esa manera aumentó tremendamente el gasto público, y además, en demasiados casos, lo gastó muy mal. Ahora, como dijo Piñera, es necesario recuperar el tiempo perdido.

En lo práctico, la nueva manera de gobernar que se propone está basada en la “accountability”. Es decir, fijando metas y plazos concretos que permitan la evaluación pública. Incluso se plantea crear una agencia que haga tal evaluación de manera abierta. No se trata sólo de aumentar el gasto en salud; se trata de mejorar enfermos. No se trata de aumentar el gasto en educación, sino de que aprendan a leer y puedan trabajar. No se trata de aumentar el gasto en seguridad, sino de poder salir a la calle tranquilo. Por otro lado, las responsabilidades personales no pueden transferirse al Estado. Si la familia no puede traspasar sus opciones valóricas a sus propios hijos, no le puede exigir al Estado que lo haga. Ese es el concepto liberal profundo.

Si Piñera es exitoso, todos sin excepción lo seremos: más crecimiento y empleo, sin pobreza extrema; nuevas formas de unidad nacional y confianzas; más seguridad pública y educación de calidad; mejor gestión en salud, más ciencia y tecnología, aparato estatal más eficiente; más descentralización, más deporte, y hasta una reforma a la justicia civil están entre sus metas. Sin odiosidad, sin exclusión, y con total liberalismo en las opciones personales. La clave para esta hazaña histórica es la capacidad de gestión y los acuerdos de Estado, las grandes fallas de la Concertación para ideas similares. La cancha quedó rayada, ahora a transitar por ella.



jueves, 27 de mayo de 2010

¿Pragmáticos o dogmáticos? , por Gonzalo Rojas Sánchez.


¿Pragmáticos o dogmáticos? ,

por Gonzalo Rojas Sánchez.

En varias de sus novelas, Paul Auster coloca a sus detectives tan dentro del caso a su cargo, que la trama termina absorbiéndolos y despojándolos de su propia personalidad, transformándolos así en auténticos culpables. Sí, en responsables del mismo crimen que investigaban o de otro equivalente.

Igual cosa les sucede a ciertos políticos. A algunos, como al diputado Godoy, de RN, puede que les pase algo así por su escasa experiencia y por su precaria formación. A otros, como al senador Novoa, de la UDI, un desliz verbal —del que sin duda se sabrá arrepentir— los pone por poco tiempo, pero de modo inesperado, en una situación inadecuada.

¿Por qué ambos ejemplos? Porque con diferencia de pocos días, el impulsivo diputado y el experimentado senador han cometido el mismo error: etiquetar a otros para dejar de pensar (es que ya tengo al asesino; para qué me afano más).

Lo han hecho al referirse a muy destacados militantes de la UDI —sí, del partido aliado o de la propia colectividad, según los casos— calificándolos como “dogmáticos”.

Sin duda, esa etiqueta es de fácil difusión, comunica con aparente eficacia, puede descolocar al adversario (aunque sea tu socio, en tantas cosas); pero el caso, la trama, se le escapa de las manos a quien usa esos artilugios verbales. El político (el detective) termina así —quizá sin quererlo— en la posición del supuesto culpable: vacío de tus propias convicciones, te llenas del eventual criminal, te transformas tú en el culpable.

¿Qué culpa asumen en sustitución? La de considerar al pragmatismo su dogma. Es decir, Godoy y Novoa habrían incurrido justamente en el mismo pecado que, cual sabuesos, les imputan a sus investigados.

Pragmatismo —dice Godoy—; mirar los resultados —afirma Novoa—. ¿Nada más? ¿Basta? Bueno, eso es justamente un dogma: una breve formulación, autosuficiente y siempre verdadera.

Los dogmas del pragmatismo y del “resultadismo” tienen sus propias “fuentes de la revelación”: son las estadísticas. Si cientos de miles de personas viven el drama de las uniones de hecho, la solución es consolidarlas con el derecho… aunque sean un drama. Si un alto porcentaje de jóvenes apoya una píldora para limpiar un error, la solución es entregársela, aunque pueda morir un joven aún más joven y quizá se cometa un segundo horror. Ya vendrán después otras estadísticas, las que mostrarán el drama al cuadrado, pero el pragmático y el “resultadista” las volverán a usar para pedir nuevas (y peores) medidas.

Lo curioso es que, vaciado de su capacidad de investigar, el pragmático se hace cada vez más dogmático, menos reflexivo. Le sucede porque el pragmatismo craso es la renuncia al pensamiento, a la gradualidad, al matiz, a la distinción entre fundamentos y consecuencias. Es el dogmatismo en expansión.

Novoa y Godoy, ¿son estructuralmente unos dogmáticos del pragmatismo? No, eso sería injusto con ellos y con sus excelentes posibilidades de abrirse al diálogo. ¿Es reversible su error? Sí, por cierto, si miran con atención al supuesto criminal y aprenden de él.

Pero, ¿es posible aprender de los que ellos mismos han llamado “dogmáticos”? Efectivamente, porque el que había recibido esa injusta etiqueta, curiosamente, es abierto y dialogante; siempre se ofrece para discutir; concede con agrado todo lo accidental, lleva todas las confrontaciones intelectuales a los para qué de las cosas (y en ese plano, los pragmáticos lo admiran).

Por eso, el mal llamado “dogmático” mira siempre las encuestas y las estadísticas, para buscar pacientemente el modo de cambiarlas para mejor. ¿Quién podría no reconocerlo como s